Durante el estío del 2013 llegaban a una cuenta abierta en el Banco Santander
los 425.150 euros que Juan Carlos Monedero cobró por supuestos trabajos de
consultoría realizados, entre los años 2010 y 2011, para los gobiernos de
Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador. Para la justificación de los servicios y
la consecuente tributación, el dirigente de Podemos constituye el 23 de octubre
de 2013 una mercantil bajo la denominación social de “Caja de Resistencia
Motiva 2”. Es decir, tres años después de la realización efectiva de los
presuntos estudios económicos.
Los que nos dedicamos a lo de la asesoría fiscal y financiera sabemos que esto
es lo que se denomina como “entidad instrumental”. Es decir, aprovechar un
resquicio legal para simular la acción liquidatoria del contribuyente con el claro
objetivo de obtener una reducción forzada de la tributación. Dicho de otra
forma, crear una apariencia o ficción que tenga como consecuencia una carga
impositiva inferior a la que correspondería si la declaración se hubiera
efectuado bajo los parámetros ineludibles de la realidad. En esta línea son
famosas las sociedades instrumentales que crean artistas o deportistas en
España o en paraísos fiscales con la única finalidad de reducir el tipo impositivo
personal efectivo. Así, Monedero declara bajo el paraguas de una sociedad
mercantil, y en el año 2013 (sujeta al Impuesto de Sociedades), lo que
realmente debió de declarar en el ejercicio 2010 y 2011 como servicios
profesionales personales (sujetos a IRPF), lo que le llevó a tributar unos
105.000 euros menos de lo que realmente le hubiera correspondido.
Una vez descubierta la ingeniería fiscal y en vez de presentar su dimisión, por
aquello de la vergüenza torera, el ínclito Monedero comenzó a dar una serie de
balbuceantes explicaciones a la altura de las míticas frases de Cospedal, por
las que la secretaria general del PP será recordada in saecula saeculorum:
“Vamos a ver, eh, la indemnización que se pactó fue una indemnización en
diferido y como fue una indemnización en diferido en forma efectivamente de
simulación o de lo que hubiera sido en diferido, en partes de lo que antes era
una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social”. Pues eso.
A Juan Carlos Monedero no le queda más que un camino: el mismo que siguió
el veterano dirigente de I.U., Willy Meyer, que dimitió tras conocerse que entre
2004 y 2009 participó en un fondo voluntario de pensiones de la Eurocámara
gestionado por una Sicav. No porque hubiera cometido una ilegalidad, sino
porque era un acto de elevada inmoralidad que no casaba, en absoluto, con las
ideas que su formación defendía. Simple cuestión de congruencia.
En el caso Monedero la tributación en diferido se envuelve de un elevado
componente de indecencia y deshonestidad que debe de significar su finiquito
político inmediato. Lo demás será una larga y tortuosa agonía.