Decenas de miles de personas han apoyado a Podemos con la marcha
del cambio. Parece una muestra de generalizado descontento, en una
considerable parte de los ciudadanos que ponen de manifiesto su
malestar e indignación, y a la vez, sus ganas de mejorar la situación
social y económica de este país. Es cierto que la pluralidad de partidos
es amplia, y hace posible también que se presenten numerosas
propuestas, más o menos audaces y arriesgadas, de cara a cambiar
el estado de cosas. Los dos partidos que aparecen con más fuerza de
crecimiento son, según dicen las encuestas, Podemos y Ciudadanos.
Ya que, entre otras cosas, surgen como partidos nuevos, y que no han
llegado poder en el ámbito estatal central. Y esto creo que es un valor
de cara a las elecciones. Los partidos que han desempeñado el poder
han decepcionado a una considerable parte de los ciudadanos.
El resultado de las elecciones griegas es un hito decisivo e histórico,
porque señala un nuevo camino que parecía difícil de iniciar, pero ha
sido conseguido. Y no se trata tampoco de decir que todo va mal desde
el punto de vista económico y social.
Pero no es un planteamiento objetivo y realista fijarse, únicamente,
en lo que va bien, e infravalorar el sufrimiento de la gente desde una
posición acomodada. Con todo el respeto digo que para ser un país
de primera, no hay que tener cinco o seis millones de parados. Para
poder decir que, casi todo, es una maravilla, no debe haber subidas de
pensiones ridículas y vergonzosas, que no llegan a un euro por pensión
en la revalorización anual. Y no debería haber tantísimas jornadas
a tiempo parcial, o lo que es lo mismo falta de trabajo de calidad, y
salarios insuficientes para poder vivir con dignidad y normalidad.
Y esto no supone hacer alarde de tristeza, sino de sentido común y
sensatez. Porque el proponer soluciones para el futuro, ya es una
estrategia muy gastada, y que no es creíble, porque la experiencia dice
que son brindis al sol para poder mantenerse en el poder.
Lo que, a mi juicio, no se puede consentir es que no se tomen medidas
radicales en este país, para cambiar ya la situación socioeconómica,
que es muy cruel para muchas personas. Y no vale decir que,
efectivamente, hay una parte de la población que vive sin dificultades
económicas, y que, en consecuencia, no es para tanto. Eso lo dicen los
que forman parte de la élite, y es algo entendible, pero no justificable,
porque, si les pasara a ellos, no lo aceptarían serenamente.
La indignación social crece y es muy considerable, en estos momentos,
por las razones que acabo de explicar, y por los desahucios, la
marginación, la exclusión social, el desamparo, el desempleo, la
desestructuración familiar, la violencia, etc.
La totalidad de los partidos políticos tienen que escuchar este clamor
popular, y realizar su actividad política de una forma más asamblearia
y participativa y, por tanto, con mayor integración y colaboración de
los ciudadanos en las decisiones y propuestas. Con el fin de desarrollar
una política solidaria con todos, y que se fundamente en principios
éticos insoslayables.