Querido Efraín: En cierta ocasión, el Señor Jesús pregunta a Pedro si le ama, lo cual lo sabía ya; y se lo pregunta no una sola vez, sino dos y hasta tres veces. Y cada vez Pedro responde que sí, que le ama; y cada vez Jesús repite confiándole el encargo de que apaciente sus ovejas. A su triple negación durante las duros sucesos de la Pasión (antes de que cantase el gallo), responde ahora con una triple afirmación de su amor. Convino, ahora, que su lengua sirviera a su amor, como antes lo había hecho a su miedo; fue necesario que su palabra diera testimonio de forma tan clara frente a la vida como anteriormente lo había hecho frente a la muerte. Fue necesario que diera una prueba de su amor ocupándose de la grey del Señor, igual que lo había dado de su temor renegando del Pastor.
Es evidente que los que le han sucedido apacentando las ovejas de Cristo con la disposición de que son suyas y no de Cristo, demuestran que se aman a sí mismos y no a Cristo. Están dominados por el deseo de la gloria, de la dominación o del propio provecho, y no por el deseo amoroso de obedecer, de socorrer y de complacer a Dios. Contra estos tales nos ponen continuamente en guardia esas palabras de Cristo, como también las del apóstol Pablo, quien se queja de los que buscan sus propios intereses, no los de Jesucristo (Carta a los Filipenses 2,21). Pues, ¿qué significa “¿Me amas?... apacienta mis ovejas”, sino lo siguiente: “Si me amas, no pienses en apacentarte a ti mismo, sino a mis ovejas; apaciéntalas como mías, no como tuyas; busca mi gloria en ellas, no la tuya; mi propiedad, no la tuya; mis intereses, y no los tuyos?… Los que apacientan las ovejas de Cristo que no han de amarse a sí mismos, para que no las apacienten como propias, sino como de Cristo, a quien realmente pertenecemos.
Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.