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Nazareth Heredia

Una vez uno, otra otro

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Las cosas que tiene el fútbol. Los equipos pueden estar haciendo un partido de escándalo y al final acabar perdiendo. O al contrario, pueden llegar sólo dos veces a puerta y que sean dos goles y una victoria. Paradójico, ¿verdad? Pues eso pasó el miércoles en Atenas. No quiero decir que el Milan no hiciese nada, pero hizo menos que el Liverpool y sin embargo, Paolo Maldini levantó la grande de Europa.

La historia comenzó hace dos años, en Estambul. Los dos equipos se enfrentaban en la final de la Champions. Empezó ganando el Milan, 2 a 0 y el partido acabó empate a tres, prórroga y penaltis. En la lotería ganaron los ingleses. El partido fue uno de los más emocionantes de la historia. El Liverpool demostró por qué llega a estar siempre en las grandes finales: porque saca fuerza de equipo para remontar un partido. “They´ll never walk alone”, porque son un equipo.

Esta vez, la suerte sonrió a los italianos con una churra de gol que ni ellos se creían. Lograron acorralar por instantes al conjunto inglés, pero éste no tardó en reaccionar y las ocasiones, los póster, los largueros y las pelotas rozando los palos de la portería fueron en mayor porcentaje para el Liverpool. Consiguieron marcar a dos del final y creo que hablo en nombre de muchos cuando digo que hasta las esperanzas volvieron a encenderse.

En fin. Es lo que tiene el fútbol. Unas veces se gana y otras se pierde. Hace dos años le tocó al Liverpool, esta vez le tocaba al Milan. Como al Espanyol debía haberle tocado este año, porque el Sevilla ganó el pasado. Unas veces unos, otras otros. Pero siempre se perderán decenas de partidos y ninguna derrota sabe tan amarga y triste como dejarse al lado, por el pasillo del vestuario al campo, la gran Copa de Europa.

Una vez uno, otra otro

Nazareth Heredia
Nazareth Heredia
domingo, 27 de mayo de 2007, 23:44 h (CET)
Las cosas que tiene el fútbol. Los equipos pueden estar haciendo un partido de escándalo y al final acabar perdiendo. O al contrario, pueden llegar sólo dos veces a puerta y que sean dos goles y una victoria. Paradójico, ¿verdad? Pues eso pasó el miércoles en Atenas. No quiero decir que el Milan no hiciese nada, pero hizo menos que el Liverpool y sin embargo, Paolo Maldini levantó la grande de Europa.

La historia comenzó hace dos años, en Estambul. Los dos equipos se enfrentaban en la final de la Champions. Empezó ganando el Milan, 2 a 0 y el partido acabó empate a tres, prórroga y penaltis. En la lotería ganaron los ingleses. El partido fue uno de los más emocionantes de la historia. El Liverpool demostró por qué llega a estar siempre en las grandes finales: porque saca fuerza de equipo para remontar un partido. “They´ll never walk alone”, porque son un equipo.

Esta vez, la suerte sonrió a los italianos con una churra de gol que ni ellos se creían. Lograron acorralar por instantes al conjunto inglés, pero éste no tardó en reaccionar y las ocasiones, los póster, los largueros y las pelotas rozando los palos de la portería fueron en mayor porcentaje para el Liverpool. Consiguieron marcar a dos del final y creo que hablo en nombre de muchos cuando digo que hasta las esperanzas volvieron a encenderse.

En fin. Es lo que tiene el fútbol. Unas veces se gana y otras se pierde. Hace dos años le tocó al Liverpool, esta vez le tocaba al Milan. Como al Espanyol debía haberle tocado este año, porque el Sevilla ganó el pasado. Unas veces unos, otras otros. Pero siempre se perderán decenas de partidos y ninguna derrota sabe tan amarga y triste como dejarse al lado, por el pasillo del vestuario al campo, la gran Copa de Europa.

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