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Pelayo López

'El retorno de los malditos': la boca de la colina amenaza con volver

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Vayamos por partes, que, aunque parezca muy complicado de entender, es más sencillo de lo que parece. En plena vorágine de estrenos de las últimas entregas, hasta el momento, de las trilogías de moda –véase Spiderman 3, Piratas del Caribe 3, Shrek 3…-, ahora, a los cerebros de la industria les ha dado por sacarse de la manga un nuevo experimento. Si hace no mucho fueron las denominadas “precuelas”, con esta película podemos asegurar que se da el pistoletazo de salida para lo que puede llamarse “secuela del remake”. O puede que sea incluso más lioso todavía, porque, realmente, es, también al mismo tiempo, “el remake de la secuela del original”. Seguramente, a no mucho tardar estaremos también sentados en nuestras butacas presenciando “la precuela de la secuela del remake”, o “la precuela del remake de la secuela del original”. Y, si no, tiempo al tiempo. Trabalenguas aparte, mientras tanto, a lo hecho pecho y, en esta ocasión, podemos estremecernos, y digo bien, con esta cinta de terror estructurada en tres realidades distintas.

Los motoristas de hace 20 años dejan paso aquí a un arquetípico grupo de soldados en prácticas. Este pelotón comienza cumpliendo una misión de aprovisionamiento o intendencia en el “Sector 16” –zona del desierto de Nuevo Méjico utilizada por el ejército norteamericano en los ´50 para llevar a cabo pruebas nucleares-, prosigue con otra de búsqueda de los científicos que allí se encontraban experimentando, y finaliza con la lucha por sobrevivir al acoso de una familia de antropófagos –resultado de aquellas pruebas atómicas- que los elimina uno a uno y que deja para su perpetuación a las mujeres. Del grupo de militares hay poco que decir, y es que tenemos al acobardado y a la guapa animadora convertidos ambos en líderes y héroes, al latino impetuoso y bravucón, y a los negros que mueren con las botas puestas. Sus interpretaciones dejan bastante que desear, al igual que el comportamiento de sus personajes. Vale que sean reclutas en prácticas, pero de ahí a que se dejen siempre los cascos, los fusiles, las cuerdas... De hecho, los orígenes televisivos de muchos de ellos –como Michael McMillian, Jessica Stroup o Daniella Alonso, a quien hemos visto aquí en España en la serie One Tree Hill- es evidente. El rostro más reconocible es de Jacob Vargas, actor hispano que ha participado en otros proyectos similares como Traffic o Jarhead, y repite “Papa Hades”/Michael Bailey Smith, aunque su maquillaje le deje irreconocible una vez más.

El maestro Wes Craven -responsable del original, de la secuela, del remake del original y de la aquí presente en unos casos como director y en otros como productor- escribe el guión de la historia y lo hace, además, con el apoyo de su hijo. Algo suena a relevo generacional con etiqueta nominal de por medio. Pero, mientras eso ocurre, el encargo de sustituir a Alexandra Aja –que nos dejó un buen sabor de boca en lo que se refiere a la tensión y a la atmósfera general hace un año con su remake- ha recaído en este caso en Martin Weisz. El realizador alemán, que sorprendió en Sitges con su Rothenburg –la recreación de aquella noticia en la que dos hombres quedaron a través de internet para practicar el canibalismo-, no está a la altura de su predecesor. Pese al precedente mencionado, y a que también tiene entre sus registros videocliperos a Meat Loaf, alías “cacho carne”, lo del gore y las vísceras tampoco es para tirar cohetes. Eso sí, hay un llamativo homenaje a Hannibal con sesos efervescentes. Y es que, a pesar de un principio sobrecogedor e impactante, incluida la presentación lógica de los hechos que vamos a presenciar, el resto del metraje se va diluyendo a pasos agigantados, pasos acompañados de una interesante banda sonora similar a un bombardeo mimético e hipnotizante.

La crítica soterrada a la beligerante carrera armamentística, incluida la nuclear, deja aquí paso a un somero rapapolvo a los presidentes de turno. Si todos mienten, ¿deberían sentarse en el banquillo por perjurio?. En general, entre tanta penumbra –y eso que la película se desarrolla de día y en el desierto-, no vislumbramos ninguna solución novedosa, únicamente hay que reconocer un manejo eficaz de los recursos habituales del género. Como siempre se puede encontrar algún consuelo, en este caso dentro de este recordatorio de que las situaciones límites nos equiparan en brutalidad a nuestros enemigos, algo sí que vamos mejorando. Parece que se van salvando más, aunque sólo sea porque, tal y como ocurría antes, también dentro de los enemigos hay almas caritativas. Y algo más, casi seguro, al menos, a tenor de lo visto en el “The end”. Habrá una nueva entrega. Las miradas, de momento y pese al título, no matan, pero sí las dentaduras hambrientas: la boca de la colina amenaza con volver.

FICHA TÉCNICA

- Calificación: 1,5
- Director: Martin Weisz
- Reparto: Michael McMillian, Jessica Stroup, Jacob Vargas, Daniella Alonso, Flex Alexander y Michael Bailey Smith

'El retorno de los malditos': la boca de la colina amenaza con volver

Pelayo López
Pelayo López
miércoles, 11 de julio de 2007, 23:19 h (CET)
Vayamos por partes, que, aunque parezca muy complicado de entender, es más sencillo de lo que parece. En plena vorágine de estrenos de las últimas entregas, hasta el momento, de las trilogías de moda –véase Spiderman 3, Piratas del Caribe 3, Shrek 3…-, ahora, a los cerebros de la industria les ha dado por sacarse de la manga un nuevo experimento. Si hace no mucho fueron las denominadas “precuelas”, con esta película podemos asegurar que se da el pistoletazo de salida para lo que puede llamarse “secuela del remake”. O puede que sea incluso más lioso todavía, porque, realmente, es, también al mismo tiempo, “el remake de la secuela del original”. Seguramente, a no mucho tardar estaremos también sentados en nuestras butacas presenciando “la precuela de la secuela del remake”, o “la precuela del remake de la secuela del original”. Y, si no, tiempo al tiempo. Trabalenguas aparte, mientras tanto, a lo hecho pecho y, en esta ocasión, podemos estremecernos, y digo bien, con esta cinta de terror estructurada en tres realidades distintas.

Los motoristas de hace 20 años dejan paso aquí a un arquetípico grupo de soldados en prácticas. Este pelotón comienza cumpliendo una misión de aprovisionamiento o intendencia en el “Sector 16” –zona del desierto de Nuevo Méjico utilizada por el ejército norteamericano en los ´50 para llevar a cabo pruebas nucleares-, prosigue con otra de búsqueda de los científicos que allí se encontraban experimentando, y finaliza con la lucha por sobrevivir al acoso de una familia de antropófagos –resultado de aquellas pruebas atómicas- que los elimina uno a uno y que deja para su perpetuación a las mujeres. Del grupo de militares hay poco que decir, y es que tenemos al acobardado y a la guapa animadora convertidos ambos en líderes y héroes, al latino impetuoso y bravucón, y a los negros que mueren con las botas puestas. Sus interpretaciones dejan bastante que desear, al igual que el comportamiento de sus personajes. Vale que sean reclutas en prácticas, pero de ahí a que se dejen siempre los cascos, los fusiles, las cuerdas... De hecho, los orígenes televisivos de muchos de ellos –como Michael McMillian, Jessica Stroup o Daniella Alonso, a quien hemos visto aquí en España en la serie One Tree Hill- es evidente. El rostro más reconocible es de Jacob Vargas, actor hispano que ha participado en otros proyectos similares como Traffic o Jarhead, y repite “Papa Hades”/Michael Bailey Smith, aunque su maquillaje le deje irreconocible una vez más.

El maestro Wes Craven -responsable del original, de la secuela, del remake del original y de la aquí presente en unos casos como director y en otros como productor- escribe el guión de la historia y lo hace, además, con el apoyo de su hijo. Algo suena a relevo generacional con etiqueta nominal de por medio. Pero, mientras eso ocurre, el encargo de sustituir a Alexandra Aja –que nos dejó un buen sabor de boca en lo que se refiere a la tensión y a la atmósfera general hace un año con su remake- ha recaído en este caso en Martin Weisz. El realizador alemán, que sorprendió en Sitges con su Rothenburg –la recreación de aquella noticia en la que dos hombres quedaron a través de internet para practicar el canibalismo-, no está a la altura de su predecesor. Pese al precedente mencionado, y a que también tiene entre sus registros videocliperos a Meat Loaf, alías “cacho carne”, lo del gore y las vísceras tampoco es para tirar cohetes. Eso sí, hay un llamativo homenaje a Hannibal con sesos efervescentes. Y es que, a pesar de un principio sobrecogedor e impactante, incluida la presentación lógica de los hechos que vamos a presenciar, el resto del metraje se va diluyendo a pasos agigantados, pasos acompañados de una interesante banda sonora similar a un bombardeo mimético e hipnotizante.

La crítica soterrada a la beligerante carrera armamentística, incluida la nuclear, deja aquí paso a un somero rapapolvo a los presidentes de turno. Si todos mienten, ¿deberían sentarse en el banquillo por perjurio?. En general, entre tanta penumbra –y eso que la película se desarrolla de día y en el desierto-, no vislumbramos ninguna solución novedosa, únicamente hay que reconocer un manejo eficaz de los recursos habituales del género. Como siempre se puede encontrar algún consuelo, en este caso dentro de este recordatorio de que las situaciones límites nos equiparan en brutalidad a nuestros enemigos, algo sí que vamos mejorando. Parece que se van salvando más, aunque sólo sea porque, tal y como ocurría antes, también dentro de los enemigos hay almas caritativas. Y algo más, casi seguro, al menos, a tenor de lo visto en el “The end”. Habrá una nueva entrega. Las miradas, de momento y pese al título, no matan, pero sí las dentaduras hambrientas: la boca de la colina amenaza con volver.

FICHA TÉCNICA

- Calificación: 1,5
- Director: Martin Weisz
- Reparto: Michael McMillian, Jessica Stroup, Jacob Vargas, Daniella Alonso, Flex Alexander y Michael Bailey Smith

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