En Cataluña, cuando alguien hace la crítica teatral de una obra que está en la escena barcelonesa puede ser tildado de “miserable” o de fomentar el odio si el autor de la obra no acepta las críticas. Y si este autor es miembro del más alto establishment político nacionalista lo mejor que puede hacer el crítico es meter la cabeza debajo de la almohada y pedir disculpas -por pensar- al día siguiente. O eso esperan algunos.
Hace unos días, en la emisora de radio del Grupo Godó, se hizo una crítica a una obra de teatro escrita por Víctor Alexandre, autor de libros con títulos tan significativos como Yo no soy español (1999), Desnudando a España (2001) o El caso Carod (2004), y que trata de lo que le sucedió, a partir de septiembre de 2004, a un joven catalán después de enviar un e-mail amenazando a unos supermercados por no tener rotulados en catalán los productos que vendía.
Éric y el Ejército del Fénix es el título del libro y la obra que Alexandre, que ha trabajado en TVE y Radio Nacional de España, ha escrito para ensalzar la hazaña del joven Éric. Éste envió un mail en el que indicaba que como “Jefe de la organización del Ejército del Fénix” pedía a la cadena de supermercados que tradujesen la web al catalán y etiquetara sus productos en este idioma, dándoles un ultimátum para hacerlo, o de lo contrario “le vendrá a pedir que lo traduzcan toda mi organización y no será por las buenas”.
La empresa de alimentación acudió a la justicia y, después de localizar la procedencia del envío amenazante, se requisó el ordenador desde el cual Éric había enviado el mail. El tema llegó a la Audiencia Nacional y el héroe, ya entonces por gran parte de nacionalistas y con el bombo mediático correspondiente, tuvo que acudir a declarar a Madrid. Llegó, se hizo las fotos para la prensa del régimen, declaró, y el asunto se archivó. Aquí tenemos a un héroe del nacionalismo catalán.
Pero vuelvo a la actualidad. El día internacional de la libertad de prensa, Àngel Llàcer critica, en la radio, la obra que se representa en Barcelona y narra evidentemente con cantidad de denuncias y con el relamido gusto del nacionalismo cuando navega viento a favor, aunque sin una sola prueba de las insinuaciones, un versión de lo que le sucedió a Éric. Llàcer considera la obra cargada de dramatismo y solo fundamentada por “ridiculizar todo lo español y fomentar el odio”, con una escenografía “poco trabajada” y con unos actores que “la pasión los ofusca”. Al poco, entró Alexandre en antena.
La crítica que has hecho es “ideológica y miserable”, le conminó el autor de la obra. Ni corto ni perezoso Alexandre se dedicó, entonces, a criticar ad hóminem al crítico, y también actor y director teatral, asegurando que “críticos hay muchos” esgrimiendo la opinión publicada en el Avui -donde colabora Víctor Alexandre- de la obra que se representa en el Teatro Borràs, que es del gusto del autor.
La sangre no llegó al río, gracias en parte a la intervención de una de las locutoras que aseguró que no estaban juzgando a Éric sino la obra. Vamos, que la obra era mala de solemnidad pero que la causa del héroe era justa y noble.
El nacionalismo catalán tiene estas cosas. Todo nacionalismo tiene estas cosas. El bloque mental. La parálisis intelectual -si en algún momento estuvo activa-. Pero está muy bien organizado: las subvenciones brotan a borbollones, el imaginario colectivo -esa entelequia- circula por las venas desde las escuelas y la libertad se circunscribe a tu hogar, eso sí, con las ventanas cerradas a cal y canto. Con este cultivo ¡a quién se le ocurre criticar una obra de Víctor Alexandre!