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Pelayo López

'¿Quién dice que es fácil?': dar el brazo a torcer, camino a la felicidad

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Seguramente, muchos pensarán que lo de elegir este título como película de la semana está fuera de lugar. Puede que para la mayoría, a tenor de lo visto en taquilla, piensen que el superhéroe de turno debería ser el protagonista de estas líneas. Pues permítanme que les diga que, a pesar de nadar contracorriente, me mantengo en mis trece en lo que se refiere a esta elección. El “arácnido” ofrece más de lo mismo en su tercera presencia cinematográfica: un espectáculo efectista al que se le trata de dotar de una conveniente trama humana. Y, oigan ustedes, para hablar de humanidad prefiero centrarme en una historia vecinal entre dos personajes que bien podría sucedernos a nosotros mismos o a cualquiera de nuestros conocidos. Dejemos de lado, por un momento, a “Spider-Man”, aunque, eso sí, si tienen a mano alguno de los números de su cómic, no pierdan la ocasión de echarle un vistazo. Su hábitat natural es el que es, y no otro, por mucho que traten de metérnoslo por los ojos.

Y hablando de hábitat, así podríamos definir el escenario en el que sucede toda la historia que nos atañe. Un hombre, milimétrico en lo que se refiere al control de su entorno, alquila el apartamento contiguo a su casa a una mujer completamente diferente a todo lo que él es. Sin salir prácticamente de ese escenario, el hombre y la mujer en cuestión desarrollarán la máxima de toda comedia romántica: chico conoce chica, chico pierde chica y chico recupera chica. Así de simple. Sin embargo, el modo en el que se lleva adelante esa presunta simplicidad es lo que dirime el éxito o el fracaso. Juan Taratuto, el director de esta cinta, ya demostró que era capaz de hacerlo con elegancia en su ópera prima. Nos sos vos, soy yo, aquel título, tiene mucho en común con el presente metraje. Las similitudes entre una y otra comienzan, ya de hecho, por el propio protagonista. Diego Peretti, esa suerte de Hugh Grant argentino en ascenso –esperemos que no se pierda como el británico en el futuro-, repite como hilo conductor de toda la historia y demuestra, nuevamente, que es, a las órdenes de su amigo Taratuto, cuando ofrece lo mejor de si mismo –véase para contrastar Tiempo de valientes-. En este caso, Jack Nicholson en Mejor imposible puede ser una inmejorable referencia para este personaje extremadamente metódico y maniático hasta el límite –aunque eso sí, en lo del gas, visto lo visto, debería ser un ejemplo a seguir-.

Su compañera, en esta especie de mezcolanza de títulos recientes y exitosos de la cinematografía de aquellas latitudes –compruébenlo si no me creen sumando Conversaciones con mamá, El hijo de la novia, Historias mínimas, con la cual por cierto comparte guionista, y la extraordinaria Un lugar en el mundo-, es una de las musas de Darío Grandinetti en El lado oscuro del corazón 2, la sugerente e insinuante Carolina Peleretti. Si bien se vende la película como una comedia, lo cierto es que podemos ubicarla más apropiadamente en el vagón del drama, puesto que los gags son los justos en una historia común en la que no nos subimos por las paredes, sino que los protagonistas derriban, precisamente, un tabique como demostración de que las fronteras entre las diferencias pueden caer a base de un argumento eterno: el amor. No obstante, es igualmente el amor el que nos depara una de las escenas más contundentes, el momento en el que la tensión entre ambos, fruto de esa distancia que les separa y al tiempo les atrae, acaba por explotar y nos permite comprobar que tanto Peretti como Peleretti –nada que ver familiarmente hablando a pesar de su parecido- deben estar en nuestra lista de artistas con potencial.

Ninguno de ellos tiene nada que ver con otros héroes con los que comparten fecha de llegada, ya que las telas de araña metafóricas son, aquí, los diálogos y los silencios de unos personajes que abordan temas tan universales como el machismo oculto tras la cortesía varonil –masculinidad que encierra al tiempo un problemilla a solventar con la “manida autoayuda”- y la sexualidad de la mujer –en este caso llevada aún más allá con embarazo de por medio-. Alrededor de los protagonistas merodean el rejuvenecido padre del novio, Andrés Pazos –el mismo de Whisky-, y, como curiosidad, hasta un asesor financiero/judicial que parece más un psicólogo interpretado por otro de Les Luthiers. Dado que hablamos de una coproducción hispano-argentina, el acento patrio lo ponen Laura Pamplona –una de las inquilinas de Aquí no hay quien viva convertida en la mejor amiga de la novia-, Guillermo Toledo –un curioso ginecólogo más serio de lo habitual-, y el compositor Lucio Godoy, cuya partitura, sin embargo, queda algo oculta por los temas musicales cantados, uno de ellos a cargo de la cada vez más cinematográfica, en todos los sentidos, Bebe.

En la guerra de sexos, en el amor, al menos según esta historia, de la que suponemos habrá al menos una tercera que cierre una hipotética trilogía, hay pocas certezas. Una de ellas, en esta situación marcada por los celos en la que al final los dos transigen, puede ser: dar el brazo a torcer, camino a la felicidad.

- Calificación: 2
- Dirección: Juan Taratuto.
- Reparto: Diego Peretti, Carolina Peleretti, Guillermo Toledo, Laura Pamplona y Daniel Rabinovich

'¿Quién dice que es fácil?': dar el brazo a torcer, camino a la felicidad

Pelayo López
Pelayo López
miércoles, 11 de julio de 2007, 23:19 h (CET)
Seguramente, muchos pensarán que lo de elegir este título como película de la semana está fuera de lugar. Puede que para la mayoría, a tenor de lo visto en taquilla, piensen que el superhéroe de turno debería ser el protagonista de estas líneas. Pues permítanme que les diga que, a pesar de nadar contracorriente, me mantengo en mis trece en lo que se refiere a esta elección. El “arácnido” ofrece más de lo mismo en su tercera presencia cinematográfica: un espectáculo efectista al que se le trata de dotar de una conveniente trama humana. Y, oigan ustedes, para hablar de humanidad prefiero centrarme en una historia vecinal entre dos personajes que bien podría sucedernos a nosotros mismos o a cualquiera de nuestros conocidos. Dejemos de lado, por un momento, a “Spider-Man”, aunque, eso sí, si tienen a mano alguno de los números de su cómic, no pierdan la ocasión de echarle un vistazo. Su hábitat natural es el que es, y no otro, por mucho que traten de metérnoslo por los ojos.

Y hablando de hábitat, así podríamos definir el escenario en el que sucede toda la historia que nos atañe. Un hombre, milimétrico en lo que se refiere al control de su entorno, alquila el apartamento contiguo a su casa a una mujer completamente diferente a todo lo que él es. Sin salir prácticamente de ese escenario, el hombre y la mujer en cuestión desarrollarán la máxima de toda comedia romántica: chico conoce chica, chico pierde chica y chico recupera chica. Así de simple. Sin embargo, el modo en el que se lleva adelante esa presunta simplicidad es lo que dirime el éxito o el fracaso. Juan Taratuto, el director de esta cinta, ya demostró que era capaz de hacerlo con elegancia en su ópera prima. Nos sos vos, soy yo, aquel título, tiene mucho en común con el presente metraje. Las similitudes entre una y otra comienzan, ya de hecho, por el propio protagonista. Diego Peretti, esa suerte de Hugh Grant argentino en ascenso –esperemos que no se pierda como el británico en el futuro-, repite como hilo conductor de toda la historia y demuestra, nuevamente, que es, a las órdenes de su amigo Taratuto, cuando ofrece lo mejor de si mismo –véase para contrastar Tiempo de valientes-. En este caso, Jack Nicholson en Mejor imposible puede ser una inmejorable referencia para este personaje extremadamente metódico y maniático hasta el límite –aunque eso sí, en lo del gas, visto lo visto, debería ser un ejemplo a seguir-.

Su compañera, en esta especie de mezcolanza de títulos recientes y exitosos de la cinematografía de aquellas latitudes –compruébenlo si no me creen sumando Conversaciones con mamá, El hijo de la novia, Historias mínimas, con la cual por cierto comparte guionista, y la extraordinaria Un lugar en el mundo-, es una de las musas de Darío Grandinetti en El lado oscuro del corazón 2, la sugerente e insinuante Carolina Peleretti. Si bien se vende la película como una comedia, lo cierto es que podemos ubicarla más apropiadamente en el vagón del drama, puesto que los gags son los justos en una historia común en la que no nos subimos por las paredes, sino que los protagonistas derriban, precisamente, un tabique como demostración de que las fronteras entre las diferencias pueden caer a base de un argumento eterno: el amor. No obstante, es igualmente el amor el que nos depara una de las escenas más contundentes, el momento en el que la tensión entre ambos, fruto de esa distancia que les separa y al tiempo les atrae, acaba por explotar y nos permite comprobar que tanto Peretti como Peleretti –nada que ver familiarmente hablando a pesar de su parecido- deben estar en nuestra lista de artistas con potencial.

Ninguno de ellos tiene nada que ver con otros héroes con los que comparten fecha de llegada, ya que las telas de araña metafóricas son, aquí, los diálogos y los silencios de unos personajes que abordan temas tan universales como el machismo oculto tras la cortesía varonil –masculinidad que encierra al tiempo un problemilla a solventar con la “manida autoayuda”- y la sexualidad de la mujer –en este caso llevada aún más allá con embarazo de por medio-. Alrededor de los protagonistas merodean el rejuvenecido padre del novio, Andrés Pazos –el mismo de Whisky-, y, como curiosidad, hasta un asesor financiero/judicial que parece más un psicólogo interpretado por otro de Les Luthiers. Dado que hablamos de una coproducción hispano-argentina, el acento patrio lo ponen Laura Pamplona –una de las inquilinas de Aquí no hay quien viva convertida en la mejor amiga de la novia-, Guillermo Toledo –un curioso ginecólogo más serio de lo habitual-, y el compositor Lucio Godoy, cuya partitura, sin embargo, queda algo oculta por los temas musicales cantados, uno de ellos a cargo de la cada vez más cinematográfica, en todos los sentidos, Bebe.

En la guerra de sexos, en el amor, al menos según esta historia, de la que suponemos habrá al menos una tercera que cierre una hipotética trilogía, hay pocas certezas. Una de ellas, en esta situación marcada por los celos en la que al final los dos transigen, puede ser: dar el brazo a torcer, camino a la felicidad.

- Calificación: 2
- Dirección: Juan Taratuto.
- Reparto: Diego Peretti, Carolina Peleretti, Guillermo Toledo, Laura Pamplona y Daniel Rabinovich

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