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Antonio Valencia

No disparen al pianista

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La escena que da título a esta columna es todo un clásico de las películas del Oeste, y quizá por aquello de que el fútbol es una selva, pudimos ver un nuevo ejemplo tras la disputa del partido de ida de semifinales de la Copa del Rey que enfrentó a Sevilla y Deportivo de La Coruña en Riazor.

Y es que tras la clara victoria del Sevilla, el entrenador deportivista y ex-sevillista Joaquín Caparrós fue increpado por un numeroso grupo de seguidores coruñeses, que le hacían responsable de la mala marcha del equipo en general y de la derrota ante su antiguo club en particular.

Pero lo que estos seguidores no tienen la inteligencia de ver es que el técnico utrerano está haciendo una de las labores más ingratas que le pueden tocar a un entrenador: reconstruir un equipo sin gastar ni un solo euro. Y eso, salvo milagro, no suele suceder, ya que los milagros se llaman así precisamente porque no suceden todos los días.

Y lo que estos ultras tampoco son capaces de ver es que el club ha vivido unas cuantas temporadas por encima de sus posibilidades, ya que era del dominio público la enorme deuda que acumulaba la entidad que preside Augusto César Lendoiro; tarde o temprano, una deuda de ese calibre obliga a desprenderse de jugadores y a comprar a bajo o nulo precio.

En suma, que Caparrós bastante ha hecho con armar a un equipo plagado de jóvenes (lo único disponible al precio que el actual Depor puede pagar) con algún que otro superviviente de la época dorada, y además meterlo en las semifinales de la Copa del Rey, todo ello sin pasar grandes apuros en la Liga pero lejos de los puestos que dan acceso a las competiciones europeas.

De modo que el disparado debería ser el propio Lendoiro, que no conforme con haber generado la actual deuda, se permite el lujo de reclamar inversiones en el club poniendo como condición que él siga al frente del mismo. Si realmente se pretende borrar la deuda para recuperar la gloria perdida, no parece el método más rápido ni el más adecuado. Ahora bien, si lo que se pretende es seguir saliendo en los periódicos, entonces está bastante bien. A no ser que la situación de este año se complique tanto que peligre la categoría. Entonces y sólo entonces los silbidos llegarán al palco. ¿Y por qué no antes?

No disparen al pianista

Antonio Valencia
Antonio Valencia
lunes, 23 de abril de 2007, 09:01 h (CET)
La escena que da título a esta columna es todo un clásico de las películas del Oeste, y quizá por aquello de que el fútbol es una selva, pudimos ver un nuevo ejemplo tras la disputa del partido de ida de semifinales de la Copa del Rey que enfrentó a Sevilla y Deportivo de La Coruña en Riazor.

Y es que tras la clara victoria del Sevilla, el entrenador deportivista y ex-sevillista Joaquín Caparrós fue increpado por un numeroso grupo de seguidores coruñeses, que le hacían responsable de la mala marcha del equipo en general y de la derrota ante su antiguo club en particular.

Pero lo que estos seguidores no tienen la inteligencia de ver es que el técnico utrerano está haciendo una de las labores más ingratas que le pueden tocar a un entrenador: reconstruir un equipo sin gastar ni un solo euro. Y eso, salvo milagro, no suele suceder, ya que los milagros se llaman así precisamente porque no suceden todos los días.

Y lo que estos ultras tampoco son capaces de ver es que el club ha vivido unas cuantas temporadas por encima de sus posibilidades, ya que era del dominio público la enorme deuda que acumulaba la entidad que preside Augusto César Lendoiro; tarde o temprano, una deuda de ese calibre obliga a desprenderse de jugadores y a comprar a bajo o nulo precio.

En suma, que Caparrós bastante ha hecho con armar a un equipo plagado de jóvenes (lo único disponible al precio que el actual Depor puede pagar) con algún que otro superviviente de la época dorada, y además meterlo en las semifinales de la Copa del Rey, todo ello sin pasar grandes apuros en la Liga pero lejos de los puestos que dan acceso a las competiciones europeas.

De modo que el disparado debería ser el propio Lendoiro, que no conforme con haber generado la actual deuda, se permite el lujo de reclamar inversiones en el club poniendo como condición que él siga al frente del mismo. Si realmente se pretende borrar la deuda para recuperar la gloria perdida, no parece el método más rápido ni el más adecuado. Ahora bien, si lo que se pretende es seguir saliendo en los periódicos, entonces está bastante bien. A no ser que la situación de este año se complique tanto que peligre la categoría. Entonces y sólo entonces los silbidos llegarán al palco. ¿Y por qué no antes?

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