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Santi Benítez

Hannibal Lecter, Bukowski, el marxismo y batatasuna

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Hoy, en el tren de Villach a Linz, me he terminado el libro "El origen del mal", de Thomas Harris. Viene a ser la narración del origen de ese personaje que me captó allá en 1985 en la novela "El dragón rojo", del mismo autor. En realidad todo comenzó con el primer libro de Thomas Harris, "Domingo negro", que compré de segunda mano en un mercadillo siendo muy jovencito en compañía de mi padre, el hombre dudaba mucho que aquel título fuera adecuado para mi edad pero, al final, cedió y me lo permitió leer. Así que cuando vi otro título del mismo autor no dude en comprarlo. Luego resultó que el personaje del psiquiatra sociópata, Hannibal Lecter -Hannibal "el canibal"-, me cautivó. Tengo que reconocer que no suelo leer este tipo de literatura con mucha asiduidad, como dijo Gabo con gran acierto "la vida es muy corta y la basura escrita es mucha, así que elige con cuidado aquello que lees y no perderás el tiempo", pero estoy seguro de que cualquier adicto a la lectura - adicción me parece la palabra que más se ajusta, en mi caso sin duda, a su descripción- convendrá conmigo en que todos tenemos alguna debilidad entronizada en la literatura llamada ligera o, más despectivamente, de aeropuerto - aunque hay que tener en cuenta que "El perfume", de Patrick Süskind, o "El péndulo de Foucault", de Umberto Eco, en principio, entraban en este denostado género literario que, por mucho que le pese a Gabo, tantos buenos ratos hacen pasar a tantos lectores-.

Me consta cual sería la frase que me echaría en cara una amiga, Nayra, si me hubiese visto con el libro en las manos, la frase tendría tal cantidad de improperios que no creo justo exponerla aquí. Hay que tener en cuenta que la pobre tiene la desventaja de ser estudiante de filología hispánica y cree a pie juntillas que el acto de escribir poco tiene que ver con el oficio de juntar palabras y sí mucho con el arte de escribir las palabras en el sitio justo dentro de una frase que aspira a ser perfecta. Yo, con mucha modestia al exponer mi opinión, estoy más de acuerdo con Stephen King, escribir es un acto de fe, una forma de escapar de la desesperación de estar vivo a través de la certeza de que se está vivo porque se escribe. Sé que podría sonar jactancioso pero es que tengo muy claro que escribir va más con una cuestión de tripas, Bokowski estaría de acuerdo conmigo, y que a escribir sólo se aprende escribiendo, además de que es tan importante escribir como tener tiempo para leer, aunque sea poco, a lo largo del día.

En esto Nayra se parece mucho a los marxistas de libro. Recuerdo cuando leí por primera vez "El capital" - Tomo I-, y me da la impresión de que era más joven que cuando compré "Domingo negro" en aquel mercadillo. En este caso mi padre me hubiera dado directamente con el libro en el cogote, así que lo saqué de la biblioteca del colegio y lo leí a escondidas en una ladera de hierba alta que había cerca de mi casa. Mucho de lo que leí entonces no lo entendí, me pasó lo mismo que cuando vi la película "2001, una odisea del espacio", tanto fue así que cuando salí del cine volví a mi casa andando con el consiguiente desasosiego de la familia ante mi tardanza, era también muy joven - ya se habrán dado cuenta de que siempre he sido muy precoz-. Volví a leerlo en tercero de BUP, y lo pillé mejor. Lo hice con unos compañeros del grupo de estudio de filosofía, la mayoría éramos de izquierdas y cargábamos con un gran compromiso social, cosas de la época, imagino, que a mi me sigue durando. Después vino la carrera trabajando para sanidad al mismo tiempo, y seguí leyendo. Muchos años después me encontré en el aeropuerto de Turín, al bajarme del tren - hay una estación justo a las puertas del aeropuerto- con uno de aquellos compañeros del grupo de estudio. Él había acudido a una conferencia en el Istituto Carlo Cattaneo y había pasado por Turín a visitar a unos amigos. La cuestión es que en principio la conversación fue muy amigable, yo diría que incluso fraterna. Hubo abrazos, sonrisas, facturación con chistes incluidos, y en tránsito, él hacia Extremadura, yo hacia Andalucía, nos sentamos en la cafetería a tomar un expresso que yo ni probé, jamás me ha gustado el café italiano, prefiero el alemán. La conversación cambió de tono cuando vio bajo mi periódico un libro titulado "Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia", de Eduard Bernstein. En ese momento tuvimos un intercambio verbal sobre ideología, amigable, eso sí, que distó mucho de la conversación al encontrarnos en la estación de tren.

Tengo la sospecha de que a ese compañero de estudios que hizo apuntes conmigo sobre "El capital" no le hizo ninguna gracia que leyera algo, digámoslo así, ideológicamente "laico". Yo jamás he sido marxista en el sentido estricto que él lo es, ni siquiera cuando hacía aquellos apuntes, y no lo soy porque soy muy consciente de cual es su gran agujero negro, la falta de flexibilidad. Bajo mi punto de vista ningún sistema ideológico que no sea flexible es capaz de adaptarse a la realidad y, por lo tanto, intentará hacerlo a la contraria, en vez de evolucionar para adaptarse querrá adaptar la realidad a sus postulados. Ese tipo de ideologías, vuelvo a repetir, bajo mi punto de vista, llegan a convertirse en algo realmente peligroso para el ser humano. Es más, eso es aplicable al islamismo o al cristianismo radical, y yo diría que existen bastantes pruebas al respecto, el 11-M es una de ellas.

Creo que esto es aplicable a batatasuna. Su sistema ideológico está basado en la defensa de un sistema ideológico rígido que defiende, por los medios que sean necesarios, sus postulados. Para ello sólo tienen que estar convencidos de que viven fuera de una democracia, porque es más sencillo hacer frente a los descalabros electorales, cuando los tuvieron, echándole la culpa al sistema que a unos postulados que no convencen a nadie, y de la misma forma, a través del mismo razonamiento, defender la lucha armada contra ese sistema que les impide conseguir lo que quieren. Ahora mismo están haciendo un gran esfuerzo, eso no se lo puede quitar nadie, yo tampoco, pero siguen sin condenar explícitamente la violencia como forma de consecución de aquello que defienden. Es necesario que hagan ese esfuerzo, y lo tienen que hacer ustedes, porque de ETA no es posible esperar nada, como no se puede esperar nada de alguien que levanta el brazo, ya sea con el puño cerrado o la palma de la mano abierta, y lleva una pistola en la otra.

Evolución, señores de batatasuna, evolución.

Suena de fondo "May it be", de Enya.

Hannibal Lecter, Bukowski, el marxismo y batatasuna

Santi Benítez
Santi Benítez
jueves, 12 de abril de 2007, 10:50 h (CET)
Hoy, en el tren de Villach a Linz, me he terminado el libro "El origen del mal", de Thomas Harris. Viene a ser la narración del origen de ese personaje que me captó allá en 1985 en la novela "El dragón rojo", del mismo autor. En realidad todo comenzó con el primer libro de Thomas Harris, "Domingo negro", que compré de segunda mano en un mercadillo siendo muy jovencito en compañía de mi padre, el hombre dudaba mucho que aquel título fuera adecuado para mi edad pero, al final, cedió y me lo permitió leer. Así que cuando vi otro título del mismo autor no dude en comprarlo. Luego resultó que el personaje del psiquiatra sociópata, Hannibal Lecter -Hannibal "el canibal"-, me cautivó. Tengo que reconocer que no suelo leer este tipo de literatura con mucha asiduidad, como dijo Gabo con gran acierto "la vida es muy corta y la basura escrita es mucha, así que elige con cuidado aquello que lees y no perderás el tiempo", pero estoy seguro de que cualquier adicto a la lectura - adicción me parece la palabra que más se ajusta, en mi caso sin duda, a su descripción- convendrá conmigo en que todos tenemos alguna debilidad entronizada en la literatura llamada ligera o, más despectivamente, de aeropuerto - aunque hay que tener en cuenta que "El perfume", de Patrick Süskind, o "El péndulo de Foucault", de Umberto Eco, en principio, entraban en este denostado género literario que, por mucho que le pese a Gabo, tantos buenos ratos hacen pasar a tantos lectores-.

Me consta cual sería la frase que me echaría en cara una amiga, Nayra, si me hubiese visto con el libro en las manos, la frase tendría tal cantidad de improperios que no creo justo exponerla aquí. Hay que tener en cuenta que la pobre tiene la desventaja de ser estudiante de filología hispánica y cree a pie juntillas que el acto de escribir poco tiene que ver con el oficio de juntar palabras y sí mucho con el arte de escribir las palabras en el sitio justo dentro de una frase que aspira a ser perfecta. Yo, con mucha modestia al exponer mi opinión, estoy más de acuerdo con Stephen King, escribir es un acto de fe, una forma de escapar de la desesperación de estar vivo a través de la certeza de que se está vivo porque se escribe. Sé que podría sonar jactancioso pero es que tengo muy claro que escribir va más con una cuestión de tripas, Bokowski estaría de acuerdo conmigo, y que a escribir sólo se aprende escribiendo, además de que es tan importante escribir como tener tiempo para leer, aunque sea poco, a lo largo del día.

En esto Nayra se parece mucho a los marxistas de libro. Recuerdo cuando leí por primera vez "El capital" - Tomo I-, y me da la impresión de que era más joven que cuando compré "Domingo negro" en aquel mercadillo. En este caso mi padre me hubiera dado directamente con el libro en el cogote, así que lo saqué de la biblioteca del colegio y lo leí a escondidas en una ladera de hierba alta que había cerca de mi casa. Mucho de lo que leí entonces no lo entendí, me pasó lo mismo que cuando vi la película "2001, una odisea del espacio", tanto fue así que cuando salí del cine volví a mi casa andando con el consiguiente desasosiego de la familia ante mi tardanza, era también muy joven - ya se habrán dado cuenta de que siempre he sido muy precoz-. Volví a leerlo en tercero de BUP, y lo pillé mejor. Lo hice con unos compañeros del grupo de estudio de filosofía, la mayoría éramos de izquierdas y cargábamos con un gran compromiso social, cosas de la época, imagino, que a mi me sigue durando. Después vino la carrera trabajando para sanidad al mismo tiempo, y seguí leyendo. Muchos años después me encontré en el aeropuerto de Turín, al bajarme del tren - hay una estación justo a las puertas del aeropuerto- con uno de aquellos compañeros del grupo de estudio. Él había acudido a una conferencia en el Istituto Carlo Cattaneo y había pasado por Turín a visitar a unos amigos. La cuestión es que en principio la conversación fue muy amigable, yo diría que incluso fraterna. Hubo abrazos, sonrisas, facturación con chistes incluidos, y en tránsito, él hacia Extremadura, yo hacia Andalucía, nos sentamos en la cafetería a tomar un expresso que yo ni probé, jamás me ha gustado el café italiano, prefiero el alemán. La conversación cambió de tono cuando vio bajo mi periódico un libro titulado "Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia", de Eduard Bernstein. En ese momento tuvimos un intercambio verbal sobre ideología, amigable, eso sí, que distó mucho de la conversación al encontrarnos en la estación de tren.

Tengo la sospecha de que a ese compañero de estudios que hizo apuntes conmigo sobre "El capital" no le hizo ninguna gracia que leyera algo, digámoslo así, ideológicamente "laico". Yo jamás he sido marxista en el sentido estricto que él lo es, ni siquiera cuando hacía aquellos apuntes, y no lo soy porque soy muy consciente de cual es su gran agujero negro, la falta de flexibilidad. Bajo mi punto de vista ningún sistema ideológico que no sea flexible es capaz de adaptarse a la realidad y, por lo tanto, intentará hacerlo a la contraria, en vez de evolucionar para adaptarse querrá adaptar la realidad a sus postulados. Ese tipo de ideologías, vuelvo a repetir, bajo mi punto de vista, llegan a convertirse en algo realmente peligroso para el ser humano. Es más, eso es aplicable al islamismo o al cristianismo radical, y yo diría que existen bastantes pruebas al respecto, el 11-M es una de ellas.

Creo que esto es aplicable a batatasuna. Su sistema ideológico está basado en la defensa de un sistema ideológico rígido que defiende, por los medios que sean necesarios, sus postulados. Para ello sólo tienen que estar convencidos de que viven fuera de una democracia, porque es más sencillo hacer frente a los descalabros electorales, cuando los tuvieron, echándole la culpa al sistema que a unos postulados que no convencen a nadie, y de la misma forma, a través del mismo razonamiento, defender la lucha armada contra ese sistema que les impide conseguir lo que quieren. Ahora mismo están haciendo un gran esfuerzo, eso no se lo puede quitar nadie, yo tampoco, pero siguen sin condenar explícitamente la violencia como forma de consecución de aquello que defienden. Es necesario que hagan ese esfuerzo, y lo tienen que hacer ustedes, porque de ETA no es posible esperar nada, como no se puede esperar nada de alguien que levanta el brazo, ya sea con el puño cerrado o la palma de la mano abierta, y lleva una pistola en la otra.

Evolución, señores de batatasuna, evolución.

Suena de fondo "May it be", de Enya.

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