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Etiquetas | El arte de la guerra
Santi Benítez

Quien salva a un ser humano...

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Antes de empezar quisiera dejar claro, empleando un término que les hizo mucha gracia el sábado por la noche a Martín Miralles - Presidente de la Asociación Orígens, que está realizando una labor encomiable en favor de la integración de inmigrantes en Barcelona-, y a Enrique Castro - padre y responsable de Red de Blogs Socialistas, así como uno de los organizadores de las Jornadas Blogs + Ciudadanía-. Esa expresión fue que soy ateo confeso, convicto y practicante. Este término se basa en mi creencia de que existe una diferencia abismal entre ser ateo, o creyente, por reflexión y convicción (una cosa sin la otra es como un bosque sin árboles), y serlo por simple comodidad. Una vez dicho esto me gustaría expresar mi admiración y respeto por todas aquellas personas que, siendo creyentes, o no, dan su vida por sus semejantes, ya sea de forma literal - muchos son los que de verdad la pierden-, o luchando en el día a día contra la marginación, la pobreza, en definitiva para que el resto de las personas vivan y, claro, mueran con dignidad. Alguien dijo una vez que quien salva una vida está salvando a toda la humanidad, e indiscutiblemente hay miles de formas y lugares para hacerlo.

No soy muy dado en hacer artículos sobre estas personas. Creo que porque pienso que todas, sin excepción, merecen el mismo respeto a su labor, el mismo reconocimiento a ese trabajo casi siempre anónimo y desinteresado. Pero en esta ocasión me voy a permitir el lujo de saltarme mi propia norma. Primero, porque cuando es a la contraria, es decir, cuando son esas personas abnegadas las que precisan de ayuda pocas son las manos tendidas que encuentran fuera de la comunidad en la que desarrollan su trabajo; segundo, porque quisiera pensar que sé un poco de lo que hablo por lo visto y vivido; y tercero, porque jamás entenderé que se hagan disquisiciones entre estas personas por ser o no ser creyentes, por desarrollar su trabajo desde una organización como la Iglesia o desde una ONG. Aunque he de reconocer que no conozco demasiadas personas que realicen un trabajo así desde el interior de la Iglesia como institución, es evidente que por desconocimiento, que nadie toque a rebato. Sin embargo sí que he oído hablar del Padre "Patera", Don Isidoro Macías, que ha sido considerado como uno de los 22 europeos llamados héroes por la revista Time. Aunque no hacía falta que la revista Time viniera a decir que es un héroe, ya lo era antes de que la revista lo calificara como tal. Don Isidoro tuvo problemas en tiempos de Pepe Mari porque hace su trabajo con inmigrantes ilegales, sobre todo madres con niños pequeños que cruzaban el estrecho, y claro, eso de acoger inmigrantes ilegales, por muy madre con niño que sea, como que no quedaba muy de "persona de bien y de orden". El otro es, claro, Enrique de Castro, el cura rojo.

Desde su parroquia de San Carlos Borromeo, Vallecas (Madrid), lleva trabajando con la marginalidad desde hace muchos años. En esa parroquia no se margina a nadie, ni por pobre, ni por adicto, ni por ex presidiario, ni por ateo o por tener alguna otra confesión. Todos son bien recibidos. Al fin y al cabo, como bien dice él, es la casa de dios y por lo tanto la casa de todos. Con él trabajan Don Javier Baeza y Don Pepe Díaz, y aunque digamos que el más conocido es Don Enrique, ellos le van a la zaga. Son muchas las personas que han pasado por esa parroquia y han sido acogidos por estos curas, por estos héroes que han puesto en práctica la teología de la liberación en una pequeña parroquia de Vallecas. Ahora, después de tantos años, de tantas personas agradecidas, de tanto trabajo, resulta que el cardenal de Madrid ha ordenado que se cierre la parroquia. La razón que han dado es que "la liturgia y la catequesis" no son apropiadas. Aquí la cuestión a contestar es ¿Para quién demonios no son apropiadas? Es evidente que sí lo son para los ferigreses, para los pobres que acuden a la parroquia, para los yonquis que se acercan a buscar consuelo en su soledad, para los ex presidiarios que no saben a donde acudir cuando han salido del trullo, sí lo son para todas las personas a las que estos hombres han significado apoyo y una mano amiga cuando el resto de la sociedad e incluso sus propias familias no quisieron saber nada. Me arriesgaría a decir que "la liturgia y la catequesis" no es la razón. Yo diría que tiene más que ver con que estos hombres, estos héroes, le recuerdan a una curia que se limita a estar en su despacho cual debería ser su verdadero trabajo, que deberían estar haciendo en vez de llevar mitras, báculos y abogar por volver a la misa en latín. Y no me extraña que sientan vergüenza viendo el gran trabajo de estos hombres, pero me parece escandaloso que demuestren su envidia - permítanme el palabro- jodiendo a aquellos a los que estos hombres ayudan.

A ver señor Rouco, en vez de cerrar una parroquia que, para variar, hace su trabajo, porqué no se pone una camisa vieja, unos vaqueros y se da una vuelta con Don Enrique por el maco, o se baja al chino y se quita la comida de la boca para darla en un albergue de yonquis. Usted no está actuando como un cristiano señor Rouco, usted está intentando evitar que el resto de los cristianos se den cuenta de cual debería ser su verdadero trabajo, ya sabe, ministro del dios que dijo ama a tu prójimo como a ti mismo.

Suena de fondo "Cantus Buranus", de Corvus Corax.

Buenas noches, y buena suerte...

Quien salva a un ser humano...

Santi Benítez
Santi Benítez
miércoles, 4 de abril de 2007, 21:11 h (CET)
Antes de empezar quisiera dejar claro, empleando un término que les hizo mucha gracia el sábado por la noche a Martín Miralles - Presidente de la Asociación Orígens, que está realizando una labor encomiable en favor de la integración de inmigrantes en Barcelona-, y a Enrique Castro - padre y responsable de Red de Blogs Socialistas, así como uno de los organizadores de las Jornadas Blogs + Ciudadanía-. Esa expresión fue que soy ateo confeso, convicto y practicante. Este término se basa en mi creencia de que existe una diferencia abismal entre ser ateo, o creyente, por reflexión y convicción (una cosa sin la otra es como un bosque sin árboles), y serlo por simple comodidad. Una vez dicho esto me gustaría expresar mi admiración y respeto por todas aquellas personas que, siendo creyentes, o no, dan su vida por sus semejantes, ya sea de forma literal - muchos son los que de verdad la pierden-, o luchando en el día a día contra la marginación, la pobreza, en definitiva para que el resto de las personas vivan y, claro, mueran con dignidad. Alguien dijo una vez que quien salva una vida está salvando a toda la humanidad, e indiscutiblemente hay miles de formas y lugares para hacerlo.

No soy muy dado en hacer artículos sobre estas personas. Creo que porque pienso que todas, sin excepción, merecen el mismo respeto a su labor, el mismo reconocimiento a ese trabajo casi siempre anónimo y desinteresado. Pero en esta ocasión me voy a permitir el lujo de saltarme mi propia norma. Primero, porque cuando es a la contraria, es decir, cuando son esas personas abnegadas las que precisan de ayuda pocas son las manos tendidas que encuentran fuera de la comunidad en la que desarrollan su trabajo; segundo, porque quisiera pensar que sé un poco de lo que hablo por lo visto y vivido; y tercero, porque jamás entenderé que se hagan disquisiciones entre estas personas por ser o no ser creyentes, por desarrollar su trabajo desde una organización como la Iglesia o desde una ONG. Aunque he de reconocer que no conozco demasiadas personas que realicen un trabajo así desde el interior de la Iglesia como institución, es evidente que por desconocimiento, que nadie toque a rebato. Sin embargo sí que he oído hablar del Padre "Patera", Don Isidoro Macías, que ha sido considerado como uno de los 22 europeos llamados héroes por la revista Time. Aunque no hacía falta que la revista Time viniera a decir que es un héroe, ya lo era antes de que la revista lo calificara como tal. Don Isidoro tuvo problemas en tiempos de Pepe Mari porque hace su trabajo con inmigrantes ilegales, sobre todo madres con niños pequeños que cruzaban el estrecho, y claro, eso de acoger inmigrantes ilegales, por muy madre con niño que sea, como que no quedaba muy de "persona de bien y de orden". El otro es, claro, Enrique de Castro, el cura rojo.

Desde su parroquia de San Carlos Borromeo, Vallecas (Madrid), lleva trabajando con la marginalidad desde hace muchos años. En esa parroquia no se margina a nadie, ni por pobre, ni por adicto, ni por ex presidiario, ni por ateo o por tener alguna otra confesión. Todos son bien recibidos. Al fin y al cabo, como bien dice él, es la casa de dios y por lo tanto la casa de todos. Con él trabajan Don Javier Baeza y Don Pepe Díaz, y aunque digamos que el más conocido es Don Enrique, ellos le van a la zaga. Son muchas las personas que han pasado por esa parroquia y han sido acogidos por estos curas, por estos héroes que han puesto en práctica la teología de la liberación en una pequeña parroquia de Vallecas. Ahora, después de tantos años, de tantas personas agradecidas, de tanto trabajo, resulta que el cardenal de Madrid ha ordenado que se cierre la parroquia. La razón que han dado es que "la liturgia y la catequesis" no son apropiadas. Aquí la cuestión a contestar es ¿Para quién demonios no son apropiadas? Es evidente que sí lo son para los ferigreses, para los pobres que acuden a la parroquia, para los yonquis que se acercan a buscar consuelo en su soledad, para los ex presidiarios que no saben a donde acudir cuando han salido del trullo, sí lo son para todas las personas a las que estos hombres han significado apoyo y una mano amiga cuando el resto de la sociedad e incluso sus propias familias no quisieron saber nada. Me arriesgaría a decir que "la liturgia y la catequesis" no es la razón. Yo diría que tiene más que ver con que estos hombres, estos héroes, le recuerdan a una curia que se limita a estar en su despacho cual debería ser su verdadero trabajo, que deberían estar haciendo en vez de llevar mitras, báculos y abogar por volver a la misa en latín. Y no me extraña que sientan vergüenza viendo el gran trabajo de estos hombres, pero me parece escandaloso que demuestren su envidia - permítanme el palabro- jodiendo a aquellos a los que estos hombres ayudan.

A ver señor Rouco, en vez de cerrar una parroquia que, para variar, hace su trabajo, porqué no se pone una camisa vieja, unos vaqueros y se da una vuelta con Don Enrique por el maco, o se baja al chino y se quita la comida de la boca para darla en un albergue de yonquis. Usted no está actuando como un cristiano señor Rouco, usted está intentando evitar que el resto de los cristianos se den cuenta de cual debería ser su verdadero trabajo, ya sabe, ministro del dios que dijo ama a tu prójimo como a ti mismo.

Suena de fondo "Cantus Buranus", de Corvus Corax.

Buenas noches, y buena suerte...

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