Los resultados de las elecciones legislativas griegas son claros, porque la victoria del partido Syriza ha sido muy contundente. La interpretación es, en mi opinión, inequívoca, una considerable parte del pueblo griego está completamente harta de la pobreza, el paro, la corrupción y la desigualdad creciente, y ha dicho con sus votos basta ya.

Porque los ciudadanos helenos prefieren arriesgarse con un partido, aparentemente, populista, según sus detractores, pero que, quizás, aporte una nueva forma de hacer política mas coherente y racional, que posee el beneficio de la duda, al menos, frente a lo ya conocido. Da valor y fuerza a las exigencias éticas, la justicia social, la solidaridad, y a un estado del bienestar para todos los griegos. Esto es lo que debe impulsar las decisiones del nuevo gobierno heleno. El estado griego, a mi juicio, se convierte en una especie de laboratorio social y económico que puede servir de referencia y comparación para España, y otros países de Europa. Y también supone un cambio histórico en relación con la cuestión de la alternancia en el poder, y el fin del bipartidismo.

Comienza la etapa del trabajo político y tecnocrático fuerte, con vistas a que el gran esfuerzo de Grecia para salir bien de la crisis, genere confianza y esperanza, y sirva para mejorar de verdad, las penosas consecuencias de la falta de suficiente protección social ante el desempleo, en este bello y acogedor país.

Dice el líder de Syriza Alexis Tsipras: «No habrá desastre ni tampoco sumisión. Nuestro objetivo desde el primer día es restablecernos de las consecuencias de la crisis». Por tanto, está dando un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía griega, y también destaca el valor que atribuye en otras declaraciones, a la negociación constante con los socios europeos. Está, firmemente convencido, de que es posible una Grecia más fuerte que lucha, con optimismo, por su presente y su futuro.

En definitiva, con la victoria de este partido se reabre, con más intensidad, el debate acerca de si es mejor la soberanía nacional, en lo relativo a las decisiones económica de cada país, o, por el contrario, lo más conveniente es una política económica común en Europa. Pienso que es más adecuado que cada estado tome sus propias decisiones económicas, teniendo en cuenta, que existe una moneda común.

Si la gestión de Tsipras es claramente diferente de la de otros gobernantes europeos, y toma decisiones más valientes y eficaces, esto será valorado, sin duda, por la ciudadanía. Este político apuesta por un cambio total en la situación económica de Grecia, veremos si lo consigue. De todos modos, si logra bajar, de forma considerable, el nivel de sufrimiento de una gran parte de la población helena, ya sería algo muy positivo. Porque, si ocurre esto, el efecto contagio se extendería con seguridad a España y a Italia, principalmente, y también al resto de naciones europeas. Si la tarea de gobierno del líder de Syriza no alcanza sus objetivos fundamentales, de cara a sacar del hundimiento económico a sus compatriotas, y asegurar unas condiciones de vida dignas para todos, se frustraría la utopía. Espero que, por el bien del pueblo griego, se haga realidad este deseo de justicia y bienestar.