Resulta un ejercicio de difícil asimilación el contemplar como los políticos recurren al engaño,
la tergiversación, la mentira y la descalificación para, al tiempo que critican al sus adversarios
políticos, recurren a los mismos recursos para esconder, disimular y vender como aciertos sus propios
errores y fracasos. Hasta las personas que a uno le parecen más honestas, de las que se espera un
comportamiento serio, constructivo y leal con el país, resulta que, tan pronto como acceden a los
puestos de dirección de los partidos, parece que se ven obligados a cambiar su personalidad para
adaptarla a los mangoneos, trucos, sinvergonzonerías y deslealtades que parece que son inherentes al
juego político.
Es evidente que el señor Pedro Sánchez del PSOE, entró con todos los pronunciamientos a favor, en
su calidad de sustituto del señor Rubalcaba, cuando fue elegido para sustituirlo y, en honor a la verdad
algunos, aunque evidentemente no pertenecemos a su línea política y pensamos diametralmente
distinto, llegamos a pensar que este nuevo valor sería capaz de conseguir superar los problemas
internos de su partido, poner orden entre todos los barones y empezar a llevar a cabo una política,
de izquierdas, naturalmente, pero, al mismo tiempo, de un razonable apoyo al partido del Gobierno,
teniendo en cuenta la situación de España y recordando que, en gran parte, se debía al gobierno del
señor Rodríguez Zapatero el que el PP tuviera que renunciar a sus promesas electorales para ponerse a
la tarea, urgente, de salvar al país de caer en la quiebra y tener que verse obligados a acabar en manos
de los “ hombres de negro” encargados de poner en práctica el rescate que, todos pensábamos, que
sería inevitable.
No obstante, como suele suceder entre los políticos de las últimas generaciones, el señor Sánchez
ha vuelto a caer en los vicios y prácticas de anteponer lo que se consideran intereses partidistas a lo
que era preciso para ayudar a España a salvar el escollo de la crisis, en unos momentos en los que
se empiezan a advertir los primeros signos de una recuperación, para lo cual hubiera sido preciso un
gran pacto de Estado en el que, ambas formaciones, hubieran llegado a acuerdos en las cuestiones
esenciales precisas para reforzar la buena imagen de España en el extranjero; la confianza de los
inversores foráneos y, algo muy importante, restablecer la confianza de la ciudadanía en el sistema
democrático de gobierno salido de la Constitución; algo que, con toda probabilidad, hubiera dejado
fuera de juego a estos partidos oportunistas, como los separatistas catalanes o estos recién venidos de
Podemos, que no han aportado otro bagaje que el haber sabido sacar provecho del descontento general
de los españoles derivado, precisamente, de la irritación que les ha producido el ver que, en momentos
en los que la responsabilidad de los partidos políticos era más necesaria, ha sido imposible que, lo
que todos reclamaban, tuviera lugar: el pacto de gobernación para aunar fuerzas en la lucha contra la
crisis.
Lejos de ello nos hemos encontrado con un partido Socialista, dividido en fracciones; trufado de
topos empeñados en crear dificultades; asaetado de traiciones y sumido en una empanada mental
ideológica que, con toda probabilidad, le va a costar muy cara en los comicios que se van acercando:
las municipales y autonómicas del mes de mayo y las legislativas de finales de año. Lo peor es que,
en esta ocasión, vista la incidencia de Podemos y de sus perspectivas electorales, el que no haya una
oposición lo suficientemente fuerte que garantice el bipartidismo ( algo que para algunos se considera
poco conveniente pero que, al menos para nosotros, es la única manera de evitar la ingobernabilidad
de la nación o que se cuele un partido que haga de bisagra, con el peligro de que, al fin, se convierta
en el que dirige la nación por encima de aquellos que dependen de él para poder gobernar.
Es obvio que el señor P.Sánchez se siente cuestionado dentro de su propio partido y, a la vez, se ve
acosado, desde su izquierda, no sólo por la IU del señor Garzón (lo vemos todavía muy verde) y de
su enemigo más formidable y agresivo, el partido Podemos del señor Pablo Iglesias y su colección
de universitarios de izquierdas, dispuestos a hacerse cargo, con la cooperación o sin ella de los otros
partidos progresistas, de la representación de toda la izquierda española. Esta situación, en fase de
consolidación, puede verse agravada con el resultado de las autonómicas y municipales si, como
parece que se pronostica, el PP recibe un fuerte correctivo y el PSOE se queda en una tercera o cuarta
posición, superado por otros partidos situados más a su izquierda. Y en este punto no perdamos de
vista lo que puede suceder en Grecia, en la que van a votar de forma inminente y que, la anunciada
victoria de Syrisa y su líder señor Psipras de la misma onda política que Podemos, puede sentar un
precedente nefasto para España si, como nos tememos, consigue que la UE se baje los pantalones y,
en lugar de actuar de forma enérgica exigiendo que cumplan sus compromisos de pago de la deuda,
optan por negociar, transigir y darle oxígeno.
Este 2015, señores, si no fuera porque nos estamos jugando nuestro bienestar y el futuro de nuestros
hijos, pudiera resultar sumamente excitante. Dos consultas previstas oficialmente, más otras dos
consultas probables (Catalunya y Andalucía) pueden resultar demasiadas por los españoles. Junto a la
inestabilidad política que siempre llevan aparejados los comicios, la necesidad de seguir inspirando
confianza en Europa y en los inversores ( en gran peligro según sea el resultado, sobre todo si
favorece a las izquierdas) y el gran retroceso en nuestras aspiraciones a recuperar nuestra economía
y nuestro puesto en el orden internacional, si resulta que acaban subiendo al gobierno los comunistas
de Podemos o una coalición de izquierdas de la que forme parte este grupo de insensatos, asesores
de los caciques de la América latina, que llevan camino, si no hay quien los derroque, de llevar a sus
naciones a la miseria más absoluta.
No, señor Sánchez, no es intentando ganar votos sacando el caso Gurtel como ejemplo de la
corrupción del PP o intentando sacar provecho de la persona impresentable del señor Bárcenas ( ex
miembro del PP) porque, cuando más grita reclamando explicaciones, más la ciudadanía se las puede
exigir a ustedes sobre lo que ocurre en la Junta de Andalucía, los imputados que están empapelados
de su partido por el caso de los ERE’s fraudulentos; las cantidades que deberían haber sido destinadas
a los trabajadores afectados y que han ido a parar a los bolsillos de los directivos de su partido en
Andalucía. No, señor Sánchez, usted no puede criticar sin antes haber echado fuera del partido a los
señores Chaves o Griñán (ambos en el punto de miras del TS) y obligado a que se devuelvan los miles
de millones que se han hurtado a los trabajadores que debían recibirlos.
Para poder pedir explicaciones antes debiera usted darlas de los casos penales que su partido tiene
en los tribunales, que no son pocos, y todo ello con la precisión necesaria. El caso Gurtel es un
affaire, sin duda reprobable porque va en contra de la Ley de Financiación de Partidos, pero no hay
duda de que, ni por las cantidades que se barajan, ni por afectar a trapicheos y sobresueldos pagados
con dineros del PP o de sus afiliados o por donaciones recibidas de modo voluntario o por estar
consignados en contabilidades no oficiales, si bien pueden estar penados en las leyes fiscales, nunca
serán de la gravedad que de haber estafado a trabajadores las indemnizaciones que les correspondía
percibir. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos la inmadurez con la
que el señor Sánchez ejerce su liderazgo en el PSOE.