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José Antonio Jato

La mejor elección es siempre híbrida

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La ministra alemana de la Familia, Ursula von der Leyen ha decidido dejarse de monsergas y de una vez por todas subsanar la grave carencia de guarderías públicas para niñas y niños menores de tres años en el país. Los alemanes son conscientes de que la familia y por ende la educación, son la columna vertebral de la sociedad, pero su baja tasa de natalidad y las malas notas otorgadas sobre su sistema educativo por parte de distintas organizaciones internacionales han espoleado a la coalición de gobierno entre conservadores y socialdemócratas a buscar una vía de solución.

La conservadora Ursula von der Leyen se ha planteado el reto de cubrir hasta el año 2013 la cifra de 750.000 plazas necesarias en guarderías. El tema por humilde que parezca posee un gran calado porque desmorona prejuicios vigentes en la sociedad alemana sobre su, hasta ahora presumible estable política familiar y obliga a desarrollar en los años venideros nuevas fórmulas que posiblemente transgredan algunas estrecheces ideológicas.

El dilema fue expuesto muy certeramente en las páginas de este diario recientemente por Remedios Falaguera en una Carta al Director titulada “Polémica en Alemania”. En su ilustrativa crónica exponía su admiración por la rigurosidad del debate y exponía sus deseos de que una discusión similar fuera extensible a España.

A fin de cuentas la planificación familiar en la Unión Europea, ya no es un problema particular, de los países comunitarios. En Alemania se podrían ver simplemente las barbas del vecino pelar, y actuar preventivamente.

La República Federal se debate entre la aplicación de una de dos fórmulas aparentemente contradictorias para lograr compatibilizar el trabajo con la vida familiar, y con ello evitar que los ciudadanos no tengan que elegir entre tener que llegar a ser grandes parejas de catedráticos sin hijos, o bien matrimonios con hijos, pero abocados a la más absoluta ruina económica y profesional.

En el tablero mueven ficha dos fórmulas: aquella que propugna incentivar y dar total apoyo a las madres y padres que decidan permanecer en casa y sacrificarse por cuidar a sus bebés, o la segunda, que apuesta por incentivar el ingreso de los pequeños cuanto antes en una guardería para que la sociedad se haga rápidamente cargo de ellos.

En la polémica todas las fuerzas políticas, dado que defienden los intereses de una determinada clientela tienen razón. Sin embargo social como económicamente, el discurso es engañoso. Conservadores como el ministro presidente de Baja Sajonia, Christian Wulff, llevan razón al afirmar que no creen que se trate de un choque de modelos familiares, porque de hecho muchas madres ni siquiera tienen la opción de decidir entre uno de ambos modelos. Quiero suponer que Wulf se ha puesto en el lugar de una madre soltera y sin empleo, cuyas ayudas familiares de poco le sirven si las pulveriza por precariedad en la cesta de la compra. La solución ante un infructuoso debate a la larga sería pues celebrar la propuesta de Ursula von der Leyen, que por obvia es de cajón y crear un modelo óptimo híbrido de ayuda a la familia, para que la elección no sea tal. Una madre o un padre al cuidado de los hijos puede ser ayudado por el Estado y eso no exime al Estado de crear las imprescindibles infraestructuras.

La mejor elección es siempre híbrida

José Antonio Jato
José Antonio Jato
miércoles, 7 de marzo de 2007, 11:40 h (CET)
La ministra alemana de la Familia, Ursula von der Leyen ha decidido dejarse de monsergas y de una vez por todas subsanar la grave carencia de guarderías públicas para niñas y niños menores de tres años en el país. Los alemanes son conscientes de que la familia y por ende la educación, son la columna vertebral de la sociedad, pero su baja tasa de natalidad y las malas notas otorgadas sobre su sistema educativo por parte de distintas organizaciones internacionales han espoleado a la coalición de gobierno entre conservadores y socialdemócratas a buscar una vía de solución.

La conservadora Ursula von der Leyen se ha planteado el reto de cubrir hasta el año 2013 la cifra de 750.000 plazas necesarias en guarderías. El tema por humilde que parezca posee un gran calado porque desmorona prejuicios vigentes en la sociedad alemana sobre su, hasta ahora presumible estable política familiar y obliga a desarrollar en los años venideros nuevas fórmulas que posiblemente transgredan algunas estrecheces ideológicas.

El dilema fue expuesto muy certeramente en las páginas de este diario recientemente por Remedios Falaguera en una Carta al Director titulada “Polémica en Alemania”. En su ilustrativa crónica exponía su admiración por la rigurosidad del debate y exponía sus deseos de que una discusión similar fuera extensible a España.

A fin de cuentas la planificación familiar en la Unión Europea, ya no es un problema particular, de los países comunitarios. En Alemania se podrían ver simplemente las barbas del vecino pelar, y actuar preventivamente.

La República Federal se debate entre la aplicación de una de dos fórmulas aparentemente contradictorias para lograr compatibilizar el trabajo con la vida familiar, y con ello evitar que los ciudadanos no tengan que elegir entre tener que llegar a ser grandes parejas de catedráticos sin hijos, o bien matrimonios con hijos, pero abocados a la más absoluta ruina económica y profesional.

En el tablero mueven ficha dos fórmulas: aquella que propugna incentivar y dar total apoyo a las madres y padres que decidan permanecer en casa y sacrificarse por cuidar a sus bebés, o la segunda, que apuesta por incentivar el ingreso de los pequeños cuanto antes en una guardería para que la sociedad se haga rápidamente cargo de ellos.

En la polémica todas las fuerzas políticas, dado que defienden los intereses de una determinada clientela tienen razón. Sin embargo social como económicamente, el discurso es engañoso. Conservadores como el ministro presidente de Baja Sajonia, Christian Wulff, llevan razón al afirmar que no creen que se trate de un choque de modelos familiares, porque de hecho muchas madres ni siquiera tienen la opción de decidir entre uno de ambos modelos. Quiero suponer que Wulf se ha puesto en el lugar de una madre soltera y sin empleo, cuyas ayudas familiares de poco le sirven si las pulveriza por precariedad en la cesta de la compra. La solución ante un infructuoso debate a la larga sería pues celebrar la propuesta de Ursula von der Leyen, que por obvia es de cajón y crear un modelo óptimo híbrido de ayuda a la familia, para que la elección no sea tal. Una madre o un padre al cuidado de los hijos puede ser ayudado por el Estado y eso no exime al Estado de crear las imprescindibles infraestructuras.

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