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Juan Pablo Mañueco

Abstenciones y reflexiones

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La semana política comenzó el domingo 18 de febrero por la parte sureña y sabia de Andalucía, con casi el 64 % del censo electoral quedándose en casa en la votación del nuevo Estatuto de Andalucía. La "realidad nacional" andaluza que promueve el Estatuto, en un texto consensuado por PSOE, PP e IU, para justificar de alguna forma la definición que se hizo al respecto en el polémico Estatuto de Cataluña, no ha vuelto locos de alegría a los votantes andaluces como para salir corriendo hacia las urnas.

De hecho, un buen conocedor de la realidad andaluza, como Alfonso Guerra, declaró hace meses, cuando se anunció por primera vez el propósito de definir de esa forma a su tierra, que semejante frase le parecía una solemne majadería al 99 % de los andaluces. O por decirlo en palabras recientes de José Bono, no se entiende la actual fiebre reformadora de los Estatutos. Pero fiebre hay, por lo que parece, aunque no afecte a la ciudadanía sino a algunos de los miembros de la clase dirigente.

Porque, al final, cosas de la política, hasta el PP ha aceptado el concepto de "realidad nacional", con la simple argucia de cambiar el verbo "definir" por el verbo "describir". De manera que en el nuevo Estatuto, Andalucía no "se define" sino que "se describe" de esa forma. ¿Ustedes ven mucha diferencia semántica entre los dos verbos, cuando lo importarte es el concepto "nacional" que acaba de acuñarse en la ceca sevillana, con los mismos moldes que ya se emplearon por primera vez en la ceca de Cataluña, para poner en aprietos en ambos casos a la moneda o casa común de España? .

Y hablando de dineros, conste que la primera dificultad que instaura el nuevo Estatuto Andaluz es que complica financieramente el laberinto autonómico, porque también la nación, región o Comunidad Autónoma cuya capital alberga la Torre del Oro, donde antiguamente se albergaban los metales americanos, ha decidido reverdecer viejos laureles e imponer al Estado que las inversiones en Andalucía sean equivalentes a su peso demográfico en el conjunto de España. Las más rica, Cataluña, exige que se tome como referencia su PIB. La más poblada, Andalucía, reclama el baremo de la población

Otra dificultad más para que le cuadren las cuentas públicas al ministro Solbes, y una prueba adicional de que esto de la España solidaria se está convirtiendo en otra cosa, bastante más ingobernable.

Por otra parte, la semana nos ha traído el inicio de la cuaresma, un tiempo más propicio para la reflexión, la meditación sosegada y el amor al prójimo, incluso a las Comunidades próximas, sean de la realidad que sean. Pero en cualquier caso, Comunidades hermanas, unidas por muchos siglos de esfuerzos en común.

Quiera Dios que, después del carnaval de los Estatutos egocéntricos, llegue un tiempo de profunda y serena reflexión sobre las necesidades generales del país, en donde los políticos no pongan muchas máscaras nominales a la igualdad que debe definirnos a todos.

Abstenciones y reflexiones

Juan Pablo Mañueco
Juan Pablo Mañueco
viernes, 23 de febrero de 2007, 11:29 h (CET)
La semana política comenzó el domingo 18 de febrero por la parte sureña y sabia de Andalucía, con casi el 64 % del censo electoral quedándose en casa en la votación del nuevo Estatuto de Andalucía. La "realidad nacional" andaluza que promueve el Estatuto, en un texto consensuado por PSOE, PP e IU, para justificar de alguna forma la definición que se hizo al respecto en el polémico Estatuto de Cataluña, no ha vuelto locos de alegría a los votantes andaluces como para salir corriendo hacia las urnas.

De hecho, un buen conocedor de la realidad andaluza, como Alfonso Guerra, declaró hace meses, cuando se anunció por primera vez el propósito de definir de esa forma a su tierra, que semejante frase le parecía una solemne majadería al 99 % de los andaluces. O por decirlo en palabras recientes de José Bono, no se entiende la actual fiebre reformadora de los Estatutos. Pero fiebre hay, por lo que parece, aunque no afecte a la ciudadanía sino a algunos de los miembros de la clase dirigente.

Porque, al final, cosas de la política, hasta el PP ha aceptado el concepto de "realidad nacional", con la simple argucia de cambiar el verbo "definir" por el verbo "describir". De manera que en el nuevo Estatuto, Andalucía no "se define" sino que "se describe" de esa forma. ¿Ustedes ven mucha diferencia semántica entre los dos verbos, cuando lo importarte es el concepto "nacional" que acaba de acuñarse en la ceca sevillana, con los mismos moldes que ya se emplearon por primera vez en la ceca de Cataluña, para poner en aprietos en ambos casos a la moneda o casa común de España? .

Y hablando de dineros, conste que la primera dificultad que instaura el nuevo Estatuto Andaluz es que complica financieramente el laberinto autonómico, porque también la nación, región o Comunidad Autónoma cuya capital alberga la Torre del Oro, donde antiguamente se albergaban los metales americanos, ha decidido reverdecer viejos laureles e imponer al Estado que las inversiones en Andalucía sean equivalentes a su peso demográfico en el conjunto de España. Las más rica, Cataluña, exige que se tome como referencia su PIB. La más poblada, Andalucía, reclama el baremo de la población

Otra dificultad más para que le cuadren las cuentas públicas al ministro Solbes, y una prueba adicional de que esto de la España solidaria se está convirtiendo en otra cosa, bastante más ingobernable.

Por otra parte, la semana nos ha traído el inicio de la cuaresma, un tiempo más propicio para la reflexión, la meditación sosegada y el amor al prójimo, incluso a las Comunidades próximas, sean de la realidad que sean. Pero en cualquier caso, Comunidades hermanas, unidas por muchos siglos de esfuerzos en común.

Quiera Dios que, después del carnaval de los Estatutos egocéntricos, llegue un tiempo de profunda y serena reflexión sobre las necesidades generales del país, en donde los políticos no pongan muchas máscaras nominales a la igualdad que debe definirnos a todos.

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