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Opinión
Etiquetas | Religión | Dios | Pecado
Antes de hablar acerca del pecado considero que es conveniente que nos preguntemos qué es el pecado y si este concepto existe en todas las religiones

El pecado y la misericordia divina

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La palabra pecado proviene del vocablo latino peccatum, que tanto para Cicerón como Virgilio tiene el significado de acción culpable, falta, culpa, delito, por lo que se le da un valor ético negativo.

Su etimología, de la raíz, *pes = pecado, es, para Horacio en sus Epístolas, 1,1,8-9, el tropiezo que en el camino o, sobre todo, al salirse de él, hace vacilar y caer al caminante.

Si consultamos el diccionario nos dirá que es el pensamiento, palabra o acción que, en una determinada religión, se considera que va contra la voluntad de Dios o los preceptos de esa religión.

También que es la transgresión VOLUNTARIA y con CONOCIMIENTO de un precepto moral o religioso.

Ya, de una forma amplia, podemos decir que es el quebrantamiento de lo correcto y justo, o que con esa acción se falta a lo que es debido, o sea, el incumplimiento de una norma establecida por la sociedad, es decir, que se comete pecado cuando se infringen las reglas por las cuales un determinado grupo de seres humanos ha decidido darse para su buen gobierno.

Tanto es así que lo que para nuestra cultura occidental lo que nos parece una aberración y rechazamos totalmente y está penado por nuestras leyes, como es la matanza de una criatura inocente, en otros tipos de sociedades y distintos tiempos los sacrificios humanos se han considerado como una ofrenda a la divinidad y han sido practicados con profusión. Recordemos los sacrificios a Moloch Baal de los cananeos, fenicios y sirios.

Moloch, sin entrar en muchas disquisiciones, era representado por un monstruo con torso humano con cabeza de carnero o becerro, sentado en un trono y con una corona u otro distintivo de realeza, como un báculo.

También se solía representar como un toro gigante en cuyo vientre se introducían las criaturas a sacrificar, y debajo de su enorme cuerpo se encendía un gran fuego que al calentar el vientre metálico del animal, hacía que los alaridos de las criaturas al morir abrasados, cuando salían por la boca del toro se asemejasen a los mugidos de este.

Hoy día parece ser que se está intentando resucitar el culto a este dios demoníaco, pues una estatua de este se exhibe en la entrada del Anfiteatro Flavio, más comúnmente llamado "el Coliseo”, y, según se sospecha, con el beneplácito y la aprobación del Vaticano.

Recordemos al caso de Abraham y su hijo Isaac que no llegó a consumarse por prohibición expresa de Dios, pero que si no hubiese sido así, Abraham habría inmolado a su hijo.

La palabra con la que los griegos designaban al pecado era άμαρτία (amartía), en español, error, falta, fallo de dar en la meta, no dar en el blanco.

En hebreo también la palabra común para denominar el pecado es jattá que tiene el mismo significado que en griego, o lo que es lo mismo, errar en el sentido de no alcanzar la meta, camino, blanco u objetivo

También nos dice en teología moral, esto ya dentro del cristianismo, que es un acto malo o la omisión culpable de un acto bueno y que, por extensión, se denomina pecado a todo aquello que se aparta de lo correcto y justo, o que falta a lo que es debido.

Igualmente la noción de pecado aparece en todas las religiones teístas. Pero ¿qué es una religión teísta?

El étimo de teísmo proviene de la palabra griega Θεός (dios), y se entiende generalmente como la doctrina que afirma la existencia de un ser creador del universo que se compromete con su mantenimiento y gobierno. Es lo que en el cristianismo se entiende como la Providencia Divina que es el medio por el cual Dios gobierna todas las cosas en el universo.

Ciertamente el concepto de pecado se encuentra en otras confesiones religiosas. Por ello veamos
El pecado en otras religiones

La idea de salirse del camino ha sido traspuesta, ya desde los tiempos más antiguos, con categoría de metáfora y símbolo, a distintos planos del quehacer humano

Esta noción de “tropezar, dar un mal paso, desviarse del camino recto de la virtud, se encuentra también en las palabras que expresan un apartamiento del justo caminar, en distintos culturas, como en Babilonia con las palabras hutu, hitu; arnu, en el Código de Hammurabi, tsui, ok, kwo en chino, etc.

Es decir que en todas las lenguas existe una denominación que indica un apartamiento de la línea recta a seguir y, por tanto, al desviarse de esa vía aceptada como buena por el resto de la sociedad, se comete una transgresión, que, en algunas comunidades humanas, puede ser maltratar al hombre o a ciertas clases de animales, tocar un cadáver, o a una mujer durante la menstruación, maltratar a los padres o hermanos, cometer incesto o robo y otras acciones rechazadas por la sociedad.

El concepto de esta desviación no coincide en todas las civilizaciones, pero sí es cierto que existen actos, conductas o formas de comportamiento que se consideran como transgresiones de una norma aceptada por la comunidad.

Para los cristianos, los pecados más importantes son las infracciones de los Mandamientos entregados por Yahvé a Moisés en el monte Sinaí.

Todos los conocemos y no es necesario repetirlos, pero entre los cristianos existe un pecado del que no se libra ningún ser humano, que es el original.

Según esta creencia, basada en la suposición del Paraíso terrenal, cuando los primeros padres comieron de la fruta prohibida fueron marcados con esta mancha que heredaríamos todos sus descendientes, o sea, todos los hombres.


Esta mácula se ha ido debilitando cada vez más conforme la investigación ha ido afirmando que todos los humanos provenimos de unos primates que en su camino a la evolución llegaron a ser el homo sapiens, sapiens, que hoy constituye la raza humana.

Por ello no tiene sentido que creamos que una persona cometió una infracción, cuando el recorrido de la evolución ha sido tan largo y ha durado millones de años.

Sí es cierto que Benedicto XVI en la Audiencia General del miércoles 3 de diciembre de 2008, entre otras cosas, nos dice:

“...a la luz de la historia de la evolución, no habría ya lugar para la doctrina de un primer pecado, que después se difundiría en toda la historia de la humanidad. Y, en consecuencia, también la cuestión de la Redención y del Redentor perdería su fundamento. Por tanto: ¿existe el pecado original o no?

Para poder responder debemos distinguir dos aspectos de la doctrina sobre el pecado original. Existe un aspecto empírico, es decir, una realidad concreta, visible ―yo diría, tangible― para todos; y un aspecto misterioso, que concierne al fundamento ontológico de este hecho. El dato empírico es que existe una contradicción en nuestro ser. Por una parte, todo hombre sabe que debe hacer el bien e íntimamente también lo quiere hacer. Pero, al mismo tiempo, siente otro impulso a hacer lo contrario, a seguir el camino del egoísmo, de la violencia, a hacer sólo lo que le agrada, aun sabiendo que así actúa contra el bien, contra Dios y contra el prójimo”.

Para no extender esta reflexión, nos dice resumidamente que en el hombre existen dos principios, uno que le inclina a hacer el bien y otro al mal como una segunda naturaleza que nos presenta el mal como algo normal, según dice Pascal, pues bien de esa segunda naturaleza es de la que vino a redimirnos Jesús, y para ello sirvió su sacrificio.

El pecado como ofensa a Dios y su misericordia

De forma muy breve y somera podemos decir que la Teología es el estudio de Dios y sus atributos.

Para mí se me hace incomprensible que el Ser que ha creado este maravilloso

Universo, que lo mantiene y sostiene con su Divina Providencia, pueda ser estudiado y cosificado como una asignatura de cualquier tipo de conocimiento, por eso pienso que no tenemos capacidad de ofenderle.

En español tenemos un dicho que reza: “no ofende quien quiere, sino quien puede” ¿Puede el ser humano en su pequeñez causar enojo o cualquier tipo de disgusto a ese Ser inconmensurable que por su grandeza no se puede definir?

Si intentáramos clasificarlo estaríamos poniendo límites a lo Inabarcable.


¿Tenemos capacidad para poder ofenderle? Pienso que no.

Tomemos como prueba este ejemplo. Una persona adulta, cualquiera de nosotros, camina por la calle y un niño pequeño que marcha con su madre, enrabietado con ella, nos da una patada.

¿Qué haremos? ¿Le daremos una bofetada?

Considero que cualquiera, caso de no sonreírse, seguiría su camino sin prestarle la más mínima atención.

Ese niño pequeño somos los seres humanos. La persona adulta Dios ¿Nos haría caso si le diésemos un puntapié?

Considero que ni nos prestaría atención.

Además hay unas condiciones que se tienen que cumplir para cometer un pecado mortal, y que no las he oído nunca decir a un sacerdote en una homilía o sermón.

Estas son: materia grave, advertencia plena y consentimiento perfecto. Han de darse las tres para que el acto cometido sea un pecado grave.

Considero muy difícil que una persona normal en sus plenas facultades, antes de cometer un acto grave, tenga el discernimiento suficiente para, superadas las tres, llevar a cabo el delito.

No hay duda, ni objeción a que Dios nos ha creado y es nuestro Padre.

¿Qué hacemos los padres ante los errores de nuestros hijos y que han hecho los nuestros con nosotros? En la mayoría de los casos disculparlos y olvidarlos.

Eso pienso que hará Dios con nosotros.

El pecado y la misericordia divina

Antes de hablar acerca del pecado considero que es conveniente que nos preguntemos qué es el pecado y si este concepto existe en todas las religiones
Manuel Villegas
lunes, 28 de septiembre de 2020, 08:30 h (CET)

La palabra pecado proviene del vocablo latino peccatum, que tanto para Cicerón como Virgilio tiene el significado de acción culpable, falta, culpa, delito, por lo que se le da un valor ético negativo.

Su etimología, de la raíz, *pes = pecado, es, para Horacio en sus Epístolas, 1,1,8-9, el tropiezo que en el camino o, sobre todo, al salirse de él, hace vacilar y caer al caminante.

Si consultamos el diccionario nos dirá que es el pensamiento, palabra o acción que, en una determinada religión, se considera que va contra la voluntad de Dios o los preceptos de esa religión.

También que es la transgresión VOLUNTARIA y con CONOCIMIENTO de un precepto moral o religioso.

Ya, de una forma amplia, podemos decir que es el quebrantamiento de lo correcto y justo, o que con esa acción se falta a lo que es debido, o sea, el incumplimiento de una norma establecida por la sociedad, es decir, que se comete pecado cuando se infringen las reglas por las cuales un determinado grupo de seres humanos ha decidido darse para su buen gobierno.

Tanto es así que lo que para nuestra cultura occidental lo que nos parece una aberración y rechazamos totalmente y está penado por nuestras leyes, como es la matanza de una criatura inocente, en otros tipos de sociedades y distintos tiempos los sacrificios humanos se han considerado como una ofrenda a la divinidad y han sido practicados con profusión. Recordemos los sacrificios a Moloch Baal de los cananeos, fenicios y sirios.

Moloch, sin entrar en muchas disquisiciones, era representado por un monstruo con torso humano con cabeza de carnero o becerro, sentado en un trono y con una corona u otro distintivo de realeza, como un báculo.

También se solía representar como un toro gigante en cuyo vientre se introducían las criaturas a sacrificar, y debajo de su enorme cuerpo se encendía un gran fuego que al calentar el vientre metálico del animal, hacía que los alaridos de las criaturas al morir abrasados, cuando salían por la boca del toro se asemejasen a los mugidos de este.

Hoy día parece ser que se está intentando resucitar el culto a este dios demoníaco, pues una estatua de este se exhibe en la entrada del Anfiteatro Flavio, más comúnmente llamado "el Coliseo”, y, según se sospecha, con el beneplácito y la aprobación del Vaticano.

Recordemos al caso de Abraham y su hijo Isaac que no llegó a consumarse por prohibición expresa de Dios, pero que si no hubiese sido así, Abraham habría inmolado a su hijo.

La palabra con la que los griegos designaban al pecado era άμαρτία (amartía), en español, error, falta, fallo de dar en la meta, no dar en el blanco.

En hebreo también la palabra común para denominar el pecado es jattá que tiene el mismo significado que en griego, o lo que es lo mismo, errar en el sentido de no alcanzar la meta, camino, blanco u objetivo

También nos dice en teología moral, esto ya dentro del cristianismo, que es un acto malo o la omisión culpable de un acto bueno y que, por extensión, se denomina pecado a todo aquello que se aparta de lo correcto y justo, o que falta a lo que es debido.

Igualmente la noción de pecado aparece en todas las religiones teístas. Pero ¿qué es una religión teísta?

El étimo de teísmo proviene de la palabra griega Θεός (dios), y se entiende generalmente como la doctrina que afirma la existencia de un ser creador del universo que se compromete con su mantenimiento y gobierno. Es lo que en el cristianismo se entiende como la Providencia Divina que es el medio por el cual Dios gobierna todas las cosas en el universo.

Ciertamente el concepto de pecado se encuentra en otras confesiones religiosas. Por ello veamos
El pecado en otras religiones

La idea de salirse del camino ha sido traspuesta, ya desde los tiempos más antiguos, con categoría de metáfora y símbolo, a distintos planos del quehacer humano

Esta noción de “tropezar, dar un mal paso, desviarse del camino recto de la virtud, se encuentra también en las palabras que expresan un apartamiento del justo caminar, en distintos culturas, como en Babilonia con las palabras hutu, hitu; arnu, en el Código de Hammurabi, tsui, ok, kwo en chino, etc.

Es decir que en todas las lenguas existe una denominación que indica un apartamiento de la línea recta a seguir y, por tanto, al desviarse de esa vía aceptada como buena por el resto de la sociedad, se comete una transgresión, que, en algunas comunidades humanas, puede ser maltratar al hombre o a ciertas clases de animales, tocar un cadáver, o a una mujer durante la menstruación, maltratar a los padres o hermanos, cometer incesto o robo y otras acciones rechazadas por la sociedad.

El concepto de esta desviación no coincide en todas las civilizaciones, pero sí es cierto que existen actos, conductas o formas de comportamiento que se consideran como transgresiones de una norma aceptada por la comunidad.

Para los cristianos, los pecados más importantes son las infracciones de los Mandamientos entregados por Yahvé a Moisés en el monte Sinaí.

Todos los conocemos y no es necesario repetirlos, pero entre los cristianos existe un pecado del que no se libra ningún ser humano, que es el original.

Según esta creencia, basada en la suposición del Paraíso terrenal, cuando los primeros padres comieron de la fruta prohibida fueron marcados con esta mancha que heredaríamos todos sus descendientes, o sea, todos los hombres.


Esta mácula se ha ido debilitando cada vez más conforme la investigación ha ido afirmando que todos los humanos provenimos de unos primates que en su camino a la evolución llegaron a ser el homo sapiens, sapiens, que hoy constituye la raza humana.

Por ello no tiene sentido que creamos que una persona cometió una infracción, cuando el recorrido de la evolución ha sido tan largo y ha durado millones de años.

Sí es cierto que Benedicto XVI en la Audiencia General del miércoles 3 de diciembre de 2008, entre otras cosas, nos dice:

“...a la luz de la historia de la evolución, no habría ya lugar para la doctrina de un primer pecado, que después se difundiría en toda la historia de la humanidad. Y, en consecuencia, también la cuestión de la Redención y del Redentor perdería su fundamento. Por tanto: ¿existe el pecado original o no?

Para poder responder debemos distinguir dos aspectos de la doctrina sobre el pecado original. Existe un aspecto empírico, es decir, una realidad concreta, visible ―yo diría, tangible― para todos; y un aspecto misterioso, que concierne al fundamento ontológico de este hecho. El dato empírico es que existe una contradicción en nuestro ser. Por una parte, todo hombre sabe que debe hacer el bien e íntimamente también lo quiere hacer. Pero, al mismo tiempo, siente otro impulso a hacer lo contrario, a seguir el camino del egoísmo, de la violencia, a hacer sólo lo que le agrada, aun sabiendo que así actúa contra el bien, contra Dios y contra el prójimo”.

Para no extender esta reflexión, nos dice resumidamente que en el hombre existen dos principios, uno que le inclina a hacer el bien y otro al mal como una segunda naturaleza que nos presenta el mal como algo normal, según dice Pascal, pues bien de esa segunda naturaleza es de la que vino a redimirnos Jesús, y para ello sirvió su sacrificio.

El pecado como ofensa a Dios y su misericordia

De forma muy breve y somera podemos decir que la Teología es el estudio de Dios y sus atributos.

Para mí se me hace incomprensible que el Ser que ha creado este maravilloso

Universo, que lo mantiene y sostiene con su Divina Providencia, pueda ser estudiado y cosificado como una asignatura de cualquier tipo de conocimiento, por eso pienso que no tenemos capacidad de ofenderle.

En español tenemos un dicho que reza: “no ofende quien quiere, sino quien puede” ¿Puede el ser humano en su pequeñez causar enojo o cualquier tipo de disgusto a ese Ser inconmensurable que por su grandeza no se puede definir?

Si intentáramos clasificarlo estaríamos poniendo límites a lo Inabarcable.


¿Tenemos capacidad para poder ofenderle? Pienso que no.

Tomemos como prueba este ejemplo. Una persona adulta, cualquiera de nosotros, camina por la calle y un niño pequeño que marcha con su madre, enrabietado con ella, nos da una patada.

¿Qué haremos? ¿Le daremos una bofetada?

Considero que cualquiera, caso de no sonreírse, seguiría su camino sin prestarle la más mínima atención.

Ese niño pequeño somos los seres humanos. La persona adulta Dios ¿Nos haría caso si le diésemos un puntapié?

Considero que ni nos prestaría atención.

Además hay unas condiciones que se tienen que cumplir para cometer un pecado mortal, y que no las he oído nunca decir a un sacerdote en una homilía o sermón.

Estas son: materia grave, advertencia plena y consentimiento perfecto. Han de darse las tres para que el acto cometido sea un pecado grave.

Considero muy difícil que una persona normal en sus plenas facultades, antes de cometer un acto grave, tenga el discernimiento suficiente para, superadas las tres, llevar a cabo el delito.

No hay duda, ni objeción a que Dios nos ha creado y es nuestro Padre.

¿Qué hacemos los padres ante los errores de nuestros hijos y que han hecho los nuestros con nosotros? En la mayoría de los casos disculparlos y olvidarlos.

Eso pienso que hará Dios con nosotros.

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El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.

 
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