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Alfonso Sotelo

La locura madridista

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Muy a pesar de toda la prensa capitalina, sigue el cachondeo. El Real Madrid sigue inmerso en una profunda crisis a la que no se le ve salida alguna. Nadie acierta a dar con el culpable y, mucho menos, con una posible solución del conflicto, que tiene al parecer más importancia que Palestina, que ETA y que De Juana Chaos. Y cierta parte de culpa de eso la tiene la prensa, para qué quitarnos el “mérito”.

Lo del Madrid se veía venir, viene de largo. Desde que Vicente del Bosque tuvo que hacer las maletas para marcharse de Chamartín, bajo orden y mandato del galáctico monarca Florentino, nada funciona en la casa blanca. Ni fichajes, ni entrenadores, ni juego, ni resultados ni, por si fuese poco, crisis en los grandes rivales. Del Bosque, el mejor entrenador en cuanto a resultados que ha tenido el Madrid desde la Quinta del Buitre, dejó un vacío en su modo de entender el fútbol, el Madrid y a los futbolistas que ningún entrenador ha sido capaz de rellenar. Supo conjugar la juventud de Casillas con la veteranía de Hierro, los pelos de Guti con la calva de Zidane y las ansias de Raúl con la apatía de Ronaldo. Un cóctel perfecto que dio, como no podía ser de otro modo, sus resultados sobre el césped.

Pero su marcha provocó, indirectamente y con algún paréntesis temporal, la desintegración de la famosa Galaxia y la huida cobarde de Florentino Pérez. El monarca galáctico es como la madre naturaleza. Cuando va ganando, todo es perfecto. Cuando se siente perdedora, amenaza con irse o con un cambio climático. Y parece ser que cuando se marchaba, antes justo de pasar la puerta y apagar la luz, quiso abrir la Caja de Pandora. Y de ella salió primero Fernando Martín (mejor no decir nada de este hombre, que sabía decir lo que quería decir cuando era necesario decir lo que quería decir, o algo así quiso decir) y Ramón Calderón después.

Éste apoyó a Mijatovic para traer a Capello. Brillante papel el del italiano, sí señor. Tras ganar de forma ilegal el Scudetto y provocar el descenso a la Serie B de la Juventus, decide marcharse. Bonito y elegante detalle. Luego aparece en Madrid, como Salvador y como devorador de jamones. Se trae a Cannavaro y Emerson, el brasileño menos brasileño de la Historia de la Liga, y otorga toda responsabilidad a dos chavales por formar como son Higuaín y Gago. Y, para colmo y en una dinámica de fútbol de Tercera división y de colegio, prescinde de Beckham y de Ronaldo por amor al arte.

Y así le va. Siempre he sido defensor de Ronaldo, pero nunca de Beckham. Desde que estaba en el Manchester veía a un jugador superfluo, más pendiente de sus pelos que del balón, aunque con un toque estilista y precioso. Pero al César lo que es del César. El británico no tenía la culpa de la situación del Madrid. Su único delito fue negociar y comprometerse con otro club para la siguiente temporada. Por eso fue castigado bajo mandato de Capello y complicidad de Calderón a ver a su equipo desde la grada.

El enésimo error del italiano, dentro de una casa que hace aguas por dentro, le ha costado un mes de retraso en la lucha por el título con sus rivales. Prefirió confiar en Gago y en Higuaín que en Beckham. Los resultados se verán a final de año, pero hasta entonces Capello parece que vuelve a confiar en el inglés para una convocatoria, pero en un segundo plano, tras la pareja de jóvenes argentinos. Una pareja que estará cedida en un Valladolid o en un Mallorca la temporada que viene, cuando el Madrid se arrepienta de haber tirado tres competiciones un año más, Beckham juegue tranquilo en USA y Capello siga siendo entrenador porque nadie tiene narices para pagarle tres mil millones para que deje de serlo. Y sino, tiempo al tiempo.

La locura madridista

Alfonso Sotelo
Alfonso Sotelo
lunes, 12 de febrero de 2007, 11:05 h (CET)
Muy a pesar de toda la prensa capitalina, sigue el cachondeo. El Real Madrid sigue inmerso en una profunda crisis a la que no se le ve salida alguna. Nadie acierta a dar con el culpable y, mucho menos, con una posible solución del conflicto, que tiene al parecer más importancia que Palestina, que ETA y que De Juana Chaos. Y cierta parte de culpa de eso la tiene la prensa, para qué quitarnos el “mérito”.

Lo del Madrid se veía venir, viene de largo. Desde que Vicente del Bosque tuvo que hacer las maletas para marcharse de Chamartín, bajo orden y mandato del galáctico monarca Florentino, nada funciona en la casa blanca. Ni fichajes, ni entrenadores, ni juego, ni resultados ni, por si fuese poco, crisis en los grandes rivales. Del Bosque, el mejor entrenador en cuanto a resultados que ha tenido el Madrid desde la Quinta del Buitre, dejó un vacío en su modo de entender el fútbol, el Madrid y a los futbolistas que ningún entrenador ha sido capaz de rellenar. Supo conjugar la juventud de Casillas con la veteranía de Hierro, los pelos de Guti con la calva de Zidane y las ansias de Raúl con la apatía de Ronaldo. Un cóctel perfecto que dio, como no podía ser de otro modo, sus resultados sobre el césped.

Pero su marcha provocó, indirectamente y con algún paréntesis temporal, la desintegración de la famosa Galaxia y la huida cobarde de Florentino Pérez. El monarca galáctico es como la madre naturaleza. Cuando va ganando, todo es perfecto. Cuando se siente perdedora, amenaza con irse o con un cambio climático. Y parece ser que cuando se marchaba, antes justo de pasar la puerta y apagar la luz, quiso abrir la Caja de Pandora. Y de ella salió primero Fernando Martín (mejor no decir nada de este hombre, que sabía decir lo que quería decir cuando era necesario decir lo que quería decir, o algo así quiso decir) y Ramón Calderón después.

Éste apoyó a Mijatovic para traer a Capello. Brillante papel el del italiano, sí señor. Tras ganar de forma ilegal el Scudetto y provocar el descenso a la Serie B de la Juventus, decide marcharse. Bonito y elegante detalle. Luego aparece en Madrid, como Salvador y como devorador de jamones. Se trae a Cannavaro y Emerson, el brasileño menos brasileño de la Historia de la Liga, y otorga toda responsabilidad a dos chavales por formar como son Higuaín y Gago. Y, para colmo y en una dinámica de fútbol de Tercera división y de colegio, prescinde de Beckham y de Ronaldo por amor al arte.

Y así le va. Siempre he sido defensor de Ronaldo, pero nunca de Beckham. Desde que estaba en el Manchester veía a un jugador superfluo, más pendiente de sus pelos que del balón, aunque con un toque estilista y precioso. Pero al César lo que es del César. El británico no tenía la culpa de la situación del Madrid. Su único delito fue negociar y comprometerse con otro club para la siguiente temporada. Por eso fue castigado bajo mandato de Capello y complicidad de Calderón a ver a su equipo desde la grada.

El enésimo error del italiano, dentro de una casa que hace aguas por dentro, le ha costado un mes de retraso en la lucha por el título con sus rivales. Prefirió confiar en Gago y en Higuaín que en Beckham. Los resultados se verán a final de año, pero hasta entonces Capello parece que vuelve a confiar en el inglés para una convocatoria, pero en un segundo plano, tras la pareja de jóvenes argentinos. Una pareja que estará cedida en un Valladolid o en un Mallorca la temporada que viene, cuando el Madrid se arrepienta de haber tirado tres competiciones un año más, Beckham juegue tranquilo en USA y Capello siga siendo entrenador porque nadie tiene narices para pagarle tres mil millones para que deje de serlo. Y sino, tiempo al tiempo.

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