Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Comercios | Pandemia | Desgracia
Se conoce como desgracia a la situación de quien sufre un suceso doloroso o a la suerte adversa que le puede ocurrir a cualquier persona

La desgracia de España

|

Los españoles venimos padeciendo una calamidad que solo nos proporciona males y desventuras desde hace tiempo.

No, no me refiero a la epidemia que azota a la Humanidad desde un tiempo a esta parte. Esa, por mala ventura, la estamos padeciendo todos los habitantes de la Tierra, como una de las tantas epidemias que han azotado a los humanos a lo largo de la Historia. Ante ella solo nos queda poner en práctica todos los remedios que tengamos a nuestro alcance para evitar su contagio y rogar a
Dios para que no caigamos bajo su segur.

Los españoles nos encontramos subyugados por una peste más dañina y perniciosa que la que causa el coronavirus.

Es la lúes de nuestros políticos. Estamos gobernados por una turba de desaprensivos que solo buscan su lucro y medro personal, y a los que les importa una higa el bienestar de los ciudadanos a los que tienen bajo su férula. El único propósito, fin y meta de sus aspiraciones es mantenerse en el poder, pese a quien pese, aunque para ello tengan que cometer las mayores bajezas e indignidades a las que se vean abocados.

A la cabeza de ellos se encuentra el nefando Pedro Sánchez cuya vida, acciones y manifestaciones está plagada de engaños y trampantojos. Se desdice más que se dice, rectifica sus aseveraciones antes de que estas calienten el sitio.

Nuestros mayores desconocían el ADN, pero en su sabiduría sí sabían lo que era la transmisión hereditaria y para ello empleaban una expresión que resumía el ser de las tendencias de una persona. Esta era “la masa de la sangre”. Decían que una persona era buena o perversa porque lo llevaba en la masa de la sangre.

Pues bien este Pedro Sánchez y sus adláteres llevan en la masa de la sangre la mentira, el engaño y la falacia.

Enumerar el rosario de embustes y enredos no tendría fin. Comenzando por su inmediata convocatoria de elecciones que prometió al ser elegido, continuando con el detestable plagio de su tesis doctoral y la inacabable serie de gatuperios a los que nos tiene acostumbrados.

Para el resto de las naciones España, mejor dicho la gestión de nuestros políticos en el manejo de la pandemia que padecemos, no ha podido ser más desastrosa. Hasta el populista Trump, cuya política no es un dechado de buena gobernación nos ha puesto como ejemplo de lo que es un desastre

Todo ha sido una pura engañifa desde que apareció, allá por el mes de enero, el fantasma de la epidemia.

Él, el primero y sus conmilitones detrás han estado a su misma altura en cuento a las tropelías.

Desde que las mascarillas no eran necesarias, más bien posiblemente dañinas, hasta imponerlas obligatoriamente, hemos recorrido un empedrado de engaños.

Desde la celebración de actos multitudinarios en los que los manifestantes marchaban juntos codo con codo, porque se hacía necesario satisfacer a la plebe, hasta imponer bajo multa la separación como mínimo de metro y medio entre las personas, también hemos padecido un poco.

La desgracia de todo esto es que, como es un embaucador por naturaleza, tiene de su lado a los palmeros que les ríen sus gracias, a los apesebrados que comen de su mano y a una enorme cantidad de atontolinados faltos de criterio que le seguirán hasta que nos despeñemos por el precipicio al que estamos abocados.

Hablar del desastre de la economía, de los millones de parados, de los comercios y empresas que han tenido que cerrar y del desastre que no vamos a poder evitar, son temas aparte, de los que posiblemente, en algún momento, nos encontraremos con ánimos para hablar.

La desgracia de España

Se conoce como desgracia a la situación de quien sufre un suceso doloroso o a la suerte adversa que le puede ocurrir a cualquier persona
Manuel Villegas
lunes, 14 de septiembre de 2020, 08:31 h (CET)

Los españoles venimos padeciendo una calamidad que solo nos proporciona males y desventuras desde hace tiempo.

No, no me refiero a la epidemia que azota a la Humanidad desde un tiempo a esta parte. Esa, por mala ventura, la estamos padeciendo todos los habitantes de la Tierra, como una de las tantas epidemias que han azotado a los humanos a lo largo de la Historia. Ante ella solo nos queda poner en práctica todos los remedios que tengamos a nuestro alcance para evitar su contagio y rogar a
Dios para que no caigamos bajo su segur.

Los españoles nos encontramos subyugados por una peste más dañina y perniciosa que la que causa el coronavirus.

Es la lúes de nuestros políticos. Estamos gobernados por una turba de desaprensivos que solo buscan su lucro y medro personal, y a los que les importa una higa el bienestar de los ciudadanos a los que tienen bajo su férula. El único propósito, fin y meta de sus aspiraciones es mantenerse en el poder, pese a quien pese, aunque para ello tengan que cometer las mayores bajezas e indignidades a las que se vean abocados.

A la cabeza de ellos se encuentra el nefando Pedro Sánchez cuya vida, acciones y manifestaciones está plagada de engaños y trampantojos. Se desdice más que se dice, rectifica sus aseveraciones antes de que estas calienten el sitio.

Nuestros mayores desconocían el ADN, pero en su sabiduría sí sabían lo que era la transmisión hereditaria y para ello empleaban una expresión que resumía el ser de las tendencias de una persona. Esta era “la masa de la sangre”. Decían que una persona era buena o perversa porque lo llevaba en la masa de la sangre.

Pues bien este Pedro Sánchez y sus adláteres llevan en la masa de la sangre la mentira, el engaño y la falacia.

Enumerar el rosario de embustes y enredos no tendría fin. Comenzando por su inmediata convocatoria de elecciones que prometió al ser elegido, continuando con el detestable plagio de su tesis doctoral y la inacabable serie de gatuperios a los que nos tiene acostumbrados.

Para el resto de las naciones España, mejor dicho la gestión de nuestros políticos en el manejo de la pandemia que padecemos, no ha podido ser más desastrosa. Hasta el populista Trump, cuya política no es un dechado de buena gobernación nos ha puesto como ejemplo de lo que es un desastre

Todo ha sido una pura engañifa desde que apareció, allá por el mes de enero, el fantasma de la epidemia.

Él, el primero y sus conmilitones detrás han estado a su misma altura en cuento a las tropelías.

Desde que las mascarillas no eran necesarias, más bien posiblemente dañinas, hasta imponerlas obligatoriamente, hemos recorrido un empedrado de engaños.

Desde la celebración de actos multitudinarios en los que los manifestantes marchaban juntos codo con codo, porque se hacía necesario satisfacer a la plebe, hasta imponer bajo multa la separación como mínimo de metro y medio entre las personas, también hemos padecido un poco.

La desgracia de todo esto es que, como es un embaucador por naturaleza, tiene de su lado a los palmeros que les ríen sus gracias, a los apesebrados que comen de su mano y a una enorme cantidad de atontolinados faltos de criterio que le seguirán hasta que nos despeñemos por el precipicio al que estamos abocados.

Hablar del desastre de la economía, de los millones de parados, de los comercios y empresas que han tenido que cerrar y del desastre que no vamos a poder evitar, son temas aparte, de los que posiblemente, en algún momento, nos encontraremos con ánimos para hablar.

Noticias relacionadas

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto