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Dilapidamos las enormes existencias personales y colectivas

Ya estaba aquí

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La sociedad se va sedimentando en capas al recibir las sucesivas representaciones mentales de sus integrantes, fueron dejando la impronta a lo largo de los años, con las correspondientes evoluciones y cambios. Dichas estructuras fraguaron sus características, imprimiendo su sello a las agrupaciones sociales. Pasan a ser una organizaciones asumidas. De rango familiar, institucional, libertades, servicios utilitarios y formas de gobierno. La originaria representación mental de las personas cede el paso a su progresivo encadenamiento en forma de fenómeno institucional autónomo; impuesto de manera franca o a través de múltiples solapamientos sobre las aspiraciones individuales.

Las convicciones personales están en continua confrontación con su propia devaluación; los saberes son esquivos y las bases conceptuales se resquebrajan. Esa debilidad encuentra acogida en la comodidad, en la rutina de los quehaceres cotidianos, en la cobardía para manifestar las ideas; generando una serie de renuncias propiciadoras de los encadenamientos a los entramados sociales comentados. Vienen a reflejar una auténtica abdicación de las dimensiones personales; es importante reconocer estos comportamientos, llevan aparejada la inexcusble responsabilidad de distanciarnos de las necesarias presencias humanas en la congregación comunitaria.

Hay toda una constelación de fenómenos coincidentes en el devenir de las actividades humanas. El flagrante sinsentido de las renuncias amplía aquel efecto adsorbente de las estructuras sociales; ambos contrarían la expresión fidedigna de la diversidad humana. Está sin dilucidar quien predomina de inicio, si el efecto controlador del sistema o las renuncias. Después aparecen los aprovechados en intentos de hacerse dueños de la situación. A base de simulacros consiguen hacernos creer en entidades vacías. De “pueblos” sin contar con los pueblerinos, de “consensos” constituidos por el propio manipulador, de “enterados” tan ignorantes como cualquiera de los individuos.

Parece vislumbrarse a través de todo esto, un empecinamiento en la falsificación de lo que realmente somos y de nuestro papel como integrantes de la humanidad. Cada individuo es portador de muchas facetas - Intelectuales, familiares, biológicas, profesionales-, al tiempo que ostenta una entidad unitaria identificadora. Al pertenecer a estos sectores, no por ello, deja de ser la persona inicial. Ese es el meollo mágico constitutivo de la personalidad de cada individuo, el factor nuclear de la presencia de un ser humano, intransferible e insustituible. Este sino no está accesible para los advenedizos, cuyos alardes son fantasiosos. Que sea violentado ese núcleo, ya será motivo de consideraciones aparte.

Las exigencias nacen de la vida misma, estamos comprometidos desde el mismo momento de llegar aquí; sin embargo, las muchas maneras de enfocar la cuestión complican los planteamientos. No se trata de seguidismos, porque uno arranca con sus propias motivaciones; a la inversa tampoco, mis resoluciones son extrañas para los demás. Vengan del sector que vengan los problemas, las resoluciones, las ideas, son mensajes ilustrativos sometidos a los mencionados núcleos individuales, desde ellos surgirán las señales de cómo fueron asimilados y las respuestas adoptadas. Esa lógica comunicativa inicia el procedimiento de enlace entre los sujetos, libres de coacciones intempestivas.

Parafraseando a León Felipe, a las grandes mayorías de individuos las han adormecido contándoles los cuentos más inverosímiles; aletargados de esa forma, pocas veces han reaccionado con su enorme fuerza. Fue, es y será, preocupante el poderío demostrado por las sucesivas demagogias puestas en acción, su eficacia está demostrada sin paliativos. Los intérpretes de la voluntad divina en su asombrosa toma de posiciones, los socialismos utilizados como apisonadoras contra los ciudadanos, los liberalismos facilitando el paso a los más fuertes con toda clase de subterfugios, las perversas estrategias de la comunicación social; ya ni recuerdan aquello del núcleo personal y de los mensajes.

Somos muy propensos a las actuaciones chocantes, los motivos, los objetivos e incluso las intenciones provocan comportamientos nada relacionados con sus discursos. Rebasan las contradicciones, las extravagancias, para alejarse del mínimo nexo con el entendimiento. La figura del ABSURDO adquiere grandes proporciones en nuestros entornos. A la ignorancia la vestimos con ropajes de sabiduría, falsos, pero eficaces a la vista de la aceptación general. La orientación de los montajes sociales arrecian contra el ánima de los elementos integrantes de la comunidad. Los afectados alardean junto a los demagogos. Y sin embargo, las luces deben existir, sus indicios son claros, aunque desdeñados.

En una de sus genialidades, Beckett describe como vagabundos a esos desquiciados en espera de la solución. En su desorientación ni son capaces de calibrar sus propias ideas, mucho menos lo serán de valorar las condiciones y posibilidades ambientales. Eso sí, siguen tenaces esperando a Godot, del cual tampoco disponen de informaciones ilustrativas. Ni la misma espera recoge ningún sentido en su configuración. Queda desdibujada la mínima personalidad de los protagonistas, sin ningún atisbo adaptativo con respecto a la realidad circundante, ni tan siquiera como reflejo de alguna de sus cualidades personales. La nebulosa continua; así empieza y acaba la función.

Con estas premisas no extrañaremos el crecimiento comunitario de MONSTRUOS espeluznantes. Citaré tres de los peores con mayor difusión. El de la “mediocridad” aplicada de manera sistemática en cualquier sector de la convivencia. Despreciada la excelencia, la devaluación de la calidad extiende sus rasgos por doquier. No es menor el impacto sobre la gente del “tutelaje excesivo”, proyectado desde oscuras gestiones para aplicarlo hasta en los sectores de la intimidad individual. Se junta el “ninguneo” de las iniciativas individuales, sean ideas, deseos o necesidades; dando por asumida la dirección inversa de las directrices, que no admiten discusión. Las dimensiones de cada monstruo estremecen.

Siendo así que estamos DESPLEGADOS en una existencia multitudinaria, son muchos los ingredientes para introducirnos en una confusión permanente. Aunque, ¡Oh, maravilla!, podemos pensar, con el hallazgo subsigiente del mágico núcleo personal insustituible, el gran lujo de la persona humana. De él emergen jugosas prerrogativas. De intuir verdades, orientar las acciones propias, afrontar los enigmas con sus ramificaciones turbias, convivir con los aciertos y errores; para la elaboración personal del sentido de su vida. En eso, no hay alternativas foráneas


Por eso conviene destacar, que ya estaba ahí ese tan esperado e indefinido, por lo tanto de manera incongruente, sin poder atribuirle configuraciones. Estaba dentro de cada uno, acumulando maravillas y carencias, inseparables de la vida.

Ya estaba aquí

Dilapidamos las enormes existencias personales y colectivas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 28 de agosto de 2020, 10:59 h (CET)

La sociedad se va sedimentando en capas al recibir las sucesivas representaciones mentales de sus integrantes, fueron dejando la impronta a lo largo de los años, con las correspondientes evoluciones y cambios. Dichas estructuras fraguaron sus características, imprimiendo su sello a las agrupaciones sociales. Pasan a ser una organizaciones asumidas. De rango familiar, institucional, libertades, servicios utilitarios y formas de gobierno. La originaria representación mental de las personas cede el paso a su progresivo encadenamiento en forma de fenómeno institucional autónomo; impuesto de manera franca o a través de múltiples solapamientos sobre las aspiraciones individuales.

Las convicciones personales están en continua confrontación con su propia devaluación; los saberes son esquivos y las bases conceptuales se resquebrajan. Esa debilidad encuentra acogida en la comodidad, en la rutina de los quehaceres cotidianos, en la cobardía para manifestar las ideas; generando una serie de renuncias propiciadoras de los encadenamientos a los entramados sociales comentados. Vienen a reflejar una auténtica abdicación de las dimensiones personales; es importante reconocer estos comportamientos, llevan aparejada la inexcusble responsabilidad de distanciarnos de las necesarias presencias humanas en la congregación comunitaria.

Hay toda una constelación de fenómenos coincidentes en el devenir de las actividades humanas. El flagrante sinsentido de las renuncias amplía aquel efecto adsorbente de las estructuras sociales; ambos contrarían la expresión fidedigna de la diversidad humana. Está sin dilucidar quien predomina de inicio, si el efecto controlador del sistema o las renuncias. Después aparecen los aprovechados en intentos de hacerse dueños de la situación. A base de simulacros consiguen hacernos creer en entidades vacías. De “pueblos” sin contar con los pueblerinos, de “consensos” constituidos por el propio manipulador, de “enterados” tan ignorantes como cualquiera de los individuos.

Parece vislumbrarse a través de todo esto, un empecinamiento en la falsificación de lo que realmente somos y de nuestro papel como integrantes de la humanidad. Cada individuo es portador de muchas facetas - Intelectuales, familiares, biológicas, profesionales-, al tiempo que ostenta una entidad unitaria identificadora. Al pertenecer a estos sectores, no por ello, deja de ser la persona inicial. Ese es el meollo mágico constitutivo de la personalidad de cada individuo, el factor nuclear de la presencia de un ser humano, intransferible e insustituible. Este sino no está accesible para los advenedizos, cuyos alardes son fantasiosos. Que sea violentado ese núcleo, ya será motivo de consideraciones aparte.

Las exigencias nacen de la vida misma, estamos comprometidos desde el mismo momento de llegar aquí; sin embargo, las muchas maneras de enfocar la cuestión complican los planteamientos. No se trata de seguidismos, porque uno arranca con sus propias motivaciones; a la inversa tampoco, mis resoluciones son extrañas para los demás. Vengan del sector que vengan los problemas, las resoluciones, las ideas, son mensajes ilustrativos sometidos a los mencionados núcleos individuales, desde ellos surgirán las señales de cómo fueron asimilados y las respuestas adoptadas. Esa lógica comunicativa inicia el procedimiento de enlace entre los sujetos, libres de coacciones intempestivas.

Parafraseando a León Felipe, a las grandes mayorías de individuos las han adormecido contándoles los cuentos más inverosímiles; aletargados de esa forma, pocas veces han reaccionado con su enorme fuerza. Fue, es y será, preocupante el poderío demostrado por las sucesivas demagogias puestas en acción, su eficacia está demostrada sin paliativos. Los intérpretes de la voluntad divina en su asombrosa toma de posiciones, los socialismos utilizados como apisonadoras contra los ciudadanos, los liberalismos facilitando el paso a los más fuertes con toda clase de subterfugios, las perversas estrategias de la comunicación social; ya ni recuerdan aquello del núcleo personal y de los mensajes.

Somos muy propensos a las actuaciones chocantes, los motivos, los objetivos e incluso las intenciones provocan comportamientos nada relacionados con sus discursos. Rebasan las contradicciones, las extravagancias, para alejarse del mínimo nexo con el entendimiento. La figura del ABSURDO adquiere grandes proporciones en nuestros entornos. A la ignorancia la vestimos con ropajes de sabiduría, falsos, pero eficaces a la vista de la aceptación general. La orientación de los montajes sociales arrecian contra el ánima de los elementos integrantes de la comunidad. Los afectados alardean junto a los demagogos. Y sin embargo, las luces deben existir, sus indicios son claros, aunque desdeñados.

En una de sus genialidades, Beckett describe como vagabundos a esos desquiciados en espera de la solución. En su desorientación ni son capaces de calibrar sus propias ideas, mucho menos lo serán de valorar las condiciones y posibilidades ambientales. Eso sí, siguen tenaces esperando a Godot, del cual tampoco disponen de informaciones ilustrativas. Ni la misma espera recoge ningún sentido en su configuración. Queda desdibujada la mínima personalidad de los protagonistas, sin ningún atisbo adaptativo con respecto a la realidad circundante, ni tan siquiera como reflejo de alguna de sus cualidades personales. La nebulosa continua; así empieza y acaba la función.

Con estas premisas no extrañaremos el crecimiento comunitario de MONSTRUOS espeluznantes. Citaré tres de los peores con mayor difusión. El de la “mediocridad” aplicada de manera sistemática en cualquier sector de la convivencia. Despreciada la excelencia, la devaluación de la calidad extiende sus rasgos por doquier. No es menor el impacto sobre la gente del “tutelaje excesivo”, proyectado desde oscuras gestiones para aplicarlo hasta en los sectores de la intimidad individual. Se junta el “ninguneo” de las iniciativas individuales, sean ideas, deseos o necesidades; dando por asumida la dirección inversa de las directrices, que no admiten discusión. Las dimensiones de cada monstruo estremecen.

Siendo así que estamos DESPLEGADOS en una existencia multitudinaria, son muchos los ingredientes para introducirnos en una confusión permanente. Aunque, ¡Oh, maravilla!, podemos pensar, con el hallazgo subsigiente del mágico núcleo personal insustituible, el gran lujo de la persona humana. De él emergen jugosas prerrogativas. De intuir verdades, orientar las acciones propias, afrontar los enigmas con sus ramificaciones turbias, convivir con los aciertos y errores; para la elaboración personal del sentido de su vida. En eso, no hay alternativas foráneas


Por eso conviene destacar, que ya estaba ahí ese tan esperado e indefinido, por lo tanto de manera incongruente, sin poder atribuirle configuraciones. Estaba dentro de cada uno, acumulando maravillas y carencias, inseparables de la vida.

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