La vigente campeona del mundo de balonmano, la Selección Española del genial Juan Carlos Pastor, tan prudente como fenomenal entrenador, está viviendo el momento más complicado de los últimos años. Del todo al nada. Esto podría decirse sobre la decisiva semana que está sufriendo el equipo estatal.
Lo cierto es que en la víspera del enfrentamiento contra Alemania, todo eran pensamientos optimistas sobre el rendimiento del combinado. Pero todo se vino abajo en un partido. Aunque no se puede olvidar que todavía puede ser peor la cosa.
Y claro, dado el mazazo moral de la derrota y del hurto en toda regla proferido por los “parcialísimos” árbitros, España no estaba en disposición de disputar con garantías un nuevo choque vital. España sufrió ayer la más contundente de las derrotas que acumula en el campeonato teutón. 27-35 ante la poderosa Croacia. Ahora, de nuevo, un ser o no ser se dibuja en el camino de los de Pastor. De no ganar el próximo sábado a Islandia se diría adiós a la opción de poder disputar los próximos Juegos Olímpicos que se celebrarán en Pekín.
España es muy superior a los islandeses, pero debe recuperar un escalón de motivación. Tomar una bocanada de aire aunque parezca que no lo haya. Coger ese último y decisivo impulso, demostrando que la roja es todavía la campeona del mundo. Luego, una vez asegurado el puesto será momento de reflexionar sobre lo hecho bien, lo hecho mal, lo que han robado, lo injusto del sistema de clasificación y muchas otras cosas. Pero ahora es momento de concentrarse para no perder el tren de la Olimpiada. Es mucho más importante de lo que parece.