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Muchos enemigos están minando los cimientos cristianos de nuestra civilización y desconocemos como enfrentarnos a ellos. ¿Se puede hacer algo para impedir que el barco naufrague?

Occidente trastornado

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Que los políticos con mucha solemnidad pidan a los Reyes Magos que les ayuden para salir de los tiempos que atravesamos, en los que muchas familias se lo pasan muy mal y que pidan: “Oportunidades para salir de la crisis. Que el año 2015 sea un año solidario y lleno de esperanza para los niños y niñas que son el alma de la ciudad” como lo ha hecho el alcalde de Barcelona Xavier Trias, es una tomadura de pelo que se intenta hacer a los ciudadanos. Una petición como la que ha hecho el alcalde de Barcelona manifiesta que los políticos rehuyen su responsabilidad por su comportamiento insolidario que nos ha llevado a la grave crisis que sacude Occidente. Crisis que lleva a malvivir a millones de ciudadanos. La minoría millonaria ha aumentado. A la mayoría de los ciudadanos, los que tienen un sueldo se les ha disminuido o perdido. La mayoría de ricos incrementan sus ingresos.

Todo el mundo sabe que la crisis que nos arruina la ha causado la falta de ética y de moral de las elites políticas y económicas que se caracterizan por la mezquindad con que manipulan el dinero público que se resume en una sola palabra: CORRUPCIÓN. Mientras el gobierno habla de transparencia, la ministra de sanidad Ana Matute que se ha visto obligada a dimitir por incompetencia, se la nombra vicepresidenta de la Comisión al Desarrollo del Congreso de Diputados, cargo que le acompaña un extra adicional de 1000 euros mensuales. El partido recompensa a quienes le son fieles. ¿Es justicia social este sobresueldo cuando las pensiones y el salario mínimo aumentan unos míseros tres euros mensuales?

El hombre es corrupto por naturaleza. Una ley de transparencia no elimina la condición corrupta del ser humano. Puede mitigar su aparición en el ámbito económico, pero, el mal sigue escondido en el fondo del corazón, esperando la oportunidad para expresar su virulencia. Debido la condición humana la corrupción se extiende por doquier.

El rey Salomón, finalizada la dedicación al Señor del templo en Jerusalén, Dios se le aparece de noche, diciéndole: “Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio” (2 Crónicas 7:12). El hecho de que Dios hubiese escogido el templo en Jerusalén como el lugar en el que se le debía dar culto no significa que la aceptación por parte de Dios del templo recién inaugurado fuese la garantía que la prosperidad de Israel estuviese asegurada. Al reconocimiento divino le acompaña un aviso:”Si yo cierro los cielos para que no haya lluvia, y si mando a la langosta que consuma la tierra, o si envío pestilencia a mi pueblo” (v.13), Dios anticipa las miserias que afligirían a su pueblo si no anda en rectitud y justicia. El templo de Salomón que era un símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo no garantizaba la prosperidad ni de que Dios estaría presente entre su pueblo. De ello debían tener memoria histórica. Durante el período de los Jueces, antes de que se instaurase la monarquía en Israel “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25). La apostasía que se había infiltrado en la clase sacerdotal se había apoderado de la población. Israel estaba en guerra con los filisteos. La suerte no acompañaba a los israelitas. Con el propósito de cambiar el signo de la guerra y les fuese favorable, Israel llevó el arca del pacto, símbolo de la presencia de Dios entre el pueblo al campo de batalla. La superstición no funcionó. Israel fue derrotado y el dominio filisteo sobre él se consolidó.

Cuando Dios cerró los cielos y no llovió. Cuando envió la langosta que destruyó las cosechas. Cuando envió la peste que provocó mortalidad en el ganado y el pueblo se encontró en apuros, Dios pone unas condiciones para recuperar la prosperidad perdida. No acepta la hipocresía sacerdotal. No basta con alabarlo de labios si el corazón está lejos de Él. Se necesita algo más profundo que un ritual vacío de contenido. Para que las bendiciones de Dios desciendan sobre la tierra se necesita una genuina conversión a Él. No existe ninguna duda de lo que Dios espera de nosotros para podernos bendecir: “Si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi Nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los celos, y perdonaré su pecado, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14). La plegaria del fariseo que subió al templo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano” (Lucas 18:11), no llegó a los oídos de Dios. En cambio, la del publicano que estando lejos se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios, se propicio a mi, un pecador” (v.14), es la que Dios escucha. Es lo que el Señor le dijo a Salomón después de dedicarle el templo. Si no se da un verdadero arrepentimiento y un orar de corazón Dios no escucha ni libera a su pueblo de sus enemigos. Me viene como el anillo al dedo de que en el momento que redacto el borrador de este escrito se haya producido en París el atentado gihadista contra la sede del semanario Charlie Hebdo. Este hecho pone de manifiesto que el extremismo islámico puede golpear poniendo en evidencia a los servicios secretos y a las fuerzas de seguridad. No bastan las manifestaciones en defensa de la libertad presididas por jefes de gobierno. A medida que transcurre el tiempo este extremismo se consolida y el llamado Occidente no sabe cómo reaccionar para hacerle frente. Yo me atrevería a decir que lo que hace que no se vea en el horizonte un final feliz se debe a que la base cristiana sobre la que se ha edificado Occidente es que le da la espalda al Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por este motivo Dios no nos escucha y no sana a nuestra tierra. Dios no nos libera de los enemigos que nos destruyen.

Occidente trastornado

Muchos enemigos están minando los cimientos cristianos de nuestra civilización y desconocemos como enfrentarnos a ellos. ¿Se puede hacer algo para impedir que el barco naufrague?
Octavi Pereña
lunes, 12 de enero de 2015, 08:14 h (CET)
Que los políticos con mucha solemnidad pidan a los Reyes Magos que les ayuden para salir de los tiempos que atravesamos, en los que muchas familias se lo pasan muy mal y que pidan: “Oportunidades para salir de la crisis. Que el año 2015 sea un año solidario y lleno de esperanza para los niños y niñas que son el alma de la ciudad” como lo ha hecho el alcalde de Barcelona Xavier Trias, es una tomadura de pelo que se intenta hacer a los ciudadanos. Una petición como la que ha hecho el alcalde de Barcelona manifiesta que los políticos rehuyen su responsabilidad por su comportamiento insolidario que nos ha llevado a la grave crisis que sacude Occidente. Crisis que lleva a malvivir a millones de ciudadanos. La minoría millonaria ha aumentado. A la mayoría de los ciudadanos, los que tienen un sueldo se les ha disminuido o perdido. La mayoría de ricos incrementan sus ingresos.

Todo el mundo sabe que la crisis que nos arruina la ha causado la falta de ética y de moral de las elites políticas y económicas que se caracterizan por la mezquindad con que manipulan el dinero público que se resume en una sola palabra: CORRUPCIÓN. Mientras el gobierno habla de transparencia, la ministra de sanidad Ana Matute que se ha visto obligada a dimitir por incompetencia, se la nombra vicepresidenta de la Comisión al Desarrollo del Congreso de Diputados, cargo que le acompaña un extra adicional de 1000 euros mensuales. El partido recompensa a quienes le son fieles. ¿Es justicia social este sobresueldo cuando las pensiones y el salario mínimo aumentan unos míseros tres euros mensuales?

El hombre es corrupto por naturaleza. Una ley de transparencia no elimina la condición corrupta del ser humano. Puede mitigar su aparición en el ámbito económico, pero, el mal sigue escondido en el fondo del corazón, esperando la oportunidad para expresar su virulencia. Debido la condición humana la corrupción se extiende por doquier.

El rey Salomón, finalizada la dedicación al Señor del templo en Jerusalén, Dios se le aparece de noche, diciéndole: “Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio” (2 Crónicas 7:12). El hecho de que Dios hubiese escogido el templo en Jerusalén como el lugar en el que se le debía dar culto no significa que la aceptación por parte de Dios del templo recién inaugurado fuese la garantía que la prosperidad de Israel estuviese asegurada. Al reconocimiento divino le acompaña un aviso:”Si yo cierro los cielos para que no haya lluvia, y si mando a la langosta que consuma la tierra, o si envío pestilencia a mi pueblo” (v.13), Dios anticipa las miserias que afligirían a su pueblo si no anda en rectitud y justicia. El templo de Salomón que era un símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo no garantizaba la prosperidad ni de que Dios estaría presente entre su pueblo. De ello debían tener memoria histórica. Durante el período de los Jueces, antes de que se instaurase la monarquía en Israel “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25). La apostasía que se había infiltrado en la clase sacerdotal se había apoderado de la población. Israel estaba en guerra con los filisteos. La suerte no acompañaba a los israelitas. Con el propósito de cambiar el signo de la guerra y les fuese favorable, Israel llevó el arca del pacto, símbolo de la presencia de Dios entre el pueblo al campo de batalla. La superstición no funcionó. Israel fue derrotado y el dominio filisteo sobre él se consolidó.

Cuando Dios cerró los cielos y no llovió. Cuando envió la langosta que destruyó las cosechas. Cuando envió la peste que provocó mortalidad en el ganado y el pueblo se encontró en apuros, Dios pone unas condiciones para recuperar la prosperidad perdida. No acepta la hipocresía sacerdotal. No basta con alabarlo de labios si el corazón está lejos de Él. Se necesita algo más profundo que un ritual vacío de contenido. Para que las bendiciones de Dios desciendan sobre la tierra se necesita una genuina conversión a Él. No existe ninguna duda de lo que Dios espera de nosotros para podernos bendecir: “Si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi Nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los celos, y perdonaré su pecado, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14). La plegaria del fariseo que subió al templo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano” (Lucas 18:11), no llegó a los oídos de Dios. En cambio, la del publicano que estando lejos se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios, se propicio a mi, un pecador” (v.14), es la que Dios escucha. Es lo que el Señor le dijo a Salomón después de dedicarle el templo. Si no se da un verdadero arrepentimiento y un orar de corazón Dios no escucha ni libera a su pueblo de sus enemigos. Me viene como el anillo al dedo de que en el momento que redacto el borrador de este escrito se haya producido en París el atentado gihadista contra la sede del semanario Charlie Hebdo. Este hecho pone de manifiesto que el extremismo islámico puede golpear poniendo en evidencia a los servicios secretos y a las fuerzas de seguridad. No bastan las manifestaciones en defensa de la libertad presididas por jefes de gobierno. A medida que transcurre el tiempo este extremismo se consolida y el llamado Occidente no sabe cómo reaccionar para hacerle frente. Yo me atrevería a decir que lo que hace que no se vea en el horizonte un final feliz se debe a que la base cristiana sobre la que se ha edificado Occidente es que le da la espalda al Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por este motivo Dios no nos escucha y no sana a nuestra tierra. Dios no nos libera de los enemigos que nos destruyen.

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