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La irracionalidad humana hecha afición

El arte de la guerra y el fútbol

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Es el año 1970, fase de clasificación para el Mundial de fútbol, el cual se celebraba en México. El partido correspondiente enfrentaba a las selecciones de Honduras y El Salvador. Las dos selecciones debían enfrentarse en dos partidos, y el primero de ellos se disputaba en Tegucigalpa, capital hondureña. Aunque parezca surrealista, los enfrentamientos entre ambas aficiones pueden conllevar a una guerra entre los dos países.

Ambas aficiones hicieron todo lo posible por molestar y crear tensión al equipo rival, algo lógico en un partido tan importante, se jugaban la participación en el Mundial. Se sometió a la selección rival a todo tipo de presiones a la entrada del hotel, amenazas a los jugadores a su llegada, cánticos insultantes de forma masiva, provocando ruidos durante toda la noche, como bocinazos… Esto sucedía en Honduras, donde obviamente la selección de El Salvador no pego ojo durante toda la concentración, cosa que se notó mucho en el partido del día siguiente. El partido termino con el resultado de 1-0 para la selección hondureña, lo cual provocó entre otros sucesos, que una joven aficionada salvadoreña, al no soportar la derrota, decidiera acabar con su vida.

Con todos estos sucesos, estaba bastante claro que el partido de vuelta seria sinónimo de venganza, y así fue. Los aficionados salvadoreños se agolparon a las puertas del hotel de la selección hondureña y sometieron a los jugadores a una presión muy cercana al extremo. Los aficionados portaban, entre otras cosas, fotos de la joven fallecida en el partido de ida, considerada ya como una heroína patriótica. Debido a esa tensión, los jugadores de la selección hondureña tuvieron que ser escoltados por blindados del ejército hacia el campo del equipo rival. El partido fue un autentico infierno, enfrentamientos constantes entre las dos aficiones y en ocasiones, entre los propios jugadores. Al finalizar el encuentro, la selección de El Salvador se impuso por un contundente 3-0, esto conllevaba a que se tendría que disputar un tercer partido en un campo neutral. Ese campo neutral seria el estadio Azteca de México.

Cinco mil policías mexicanos fueron escogidos para controlar a ambas aficiones el día del crítico partido. El marcador final fue favorable a El Salvador, que ganó con un gol en la prorroga, el tanto fue obra de Pipo Rodríguez, quien tras aquel suceso, se le consideró como un héroe en su país.

Tal desastre no se debía de consentir, y el gobierno hondureño, furioso con el resultado, expulsó del país a más de diez mil ciudadanos salvadoreños de su territorio, la gran mayoría eran emigrantes trabajadores en ese país desde hace años. El gobierno salvadoreño, en previsión de las numerosas consecuencias económicas de tal acto, decidió responder al ataque de una forma desmedida, decretó al ejército que atravesara la frontera y mientras la aviación bombardearía algunas localidades del país vecino.

Esto provocó una guerra bastante absurda, la cual duro un total de seis días, del 14 al 20 de Julio del 1969. Fue detenida por las Naciones Unidas, que puso también a los mandatarios, causantes de todo ese desorden, a negociar. Al final fue una guerra irracional, provocadora de unos seis mil muertos, más de veinte mil heridos y miles de desplazados. Y todo esto tuvo su inicio en un partido de fútbol, cosa bastante surrealista.

El arte de la guerra y el fútbol

La irracionalidad humana hecha afición
Jesús Campos
miércoles, 7 de enero de 2015, 08:13 h (CET)
Es el año 1970, fase de clasificación para el Mundial de fútbol, el cual se celebraba en México. El partido correspondiente enfrentaba a las selecciones de Honduras y El Salvador. Las dos selecciones debían enfrentarse en dos partidos, y el primero de ellos se disputaba en Tegucigalpa, capital hondureña. Aunque parezca surrealista, los enfrentamientos entre ambas aficiones pueden conllevar a una guerra entre los dos países.

Ambas aficiones hicieron todo lo posible por molestar y crear tensión al equipo rival, algo lógico en un partido tan importante, se jugaban la participación en el Mundial. Se sometió a la selección rival a todo tipo de presiones a la entrada del hotel, amenazas a los jugadores a su llegada, cánticos insultantes de forma masiva, provocando ruidos durante toda la noche, como bocinazos… Esto sucedía en Honduras, donde obviamente la selección de El Salvador no pego ojo durante toda la concentración, cosa que se notó mucho en el partido del día siguiente. El partido termino con el resultado de 1-0 para la selección hondureña, lo cual provocó entre otros sucesos, que una joven aficionada salvadoreña, al no soportar la derrota, decidiera acabar con su vida.

Con todos estos sucesos, estaba bastante claro que el partido de vuelta seria sinónimo de venganza, y así fue. Los aficionados salvadoreños se agolparon a las puertas del hotel de la selección hondureña y sometieron a los jugadores a una presión muy cercana al extremo. Los aficionados portaban, entre otras cosas, fotos de la joven fallecida en el partido de ida, considerada ya como una heroína patriótica. Debido a esa tensión, los jugadores de la selección hondureña tuvieron que ser escoltados por blindados del ejército hacia el campo del equipo rival. El partido fue un autentico infierno, enfrentamientos constantes entre las dos aficiones y en ocasiones, entre los propios jugadores. Al finalizar el encuentro, la selección de El Salvador se impuso por un contundente 3-0, esto conllevaba a que se tendría que disputar un tercer partido en un campo neutral. Ese campo neutral seria el estadio Azteca de México.

Cinco mil policías mexicanos fueron escogidos para controlar a ambas aficiones el día del crítico partido. El marcador final fue favorable a El Salvador, que ganó con un gol en la prorroga, el tanto fue obra de Pipo Rodríguez, quien tras aquel suceso, se le consideró como un héroe en su país.

Tal desastre no se debía de consentir, y el gobierno hondureño, furioso con el resultado, expulsó del país a más de diez mil ciudadanos salvadoreños de su territorio, la gran mayoría eran emigrantes trabajadores en ese país desde hace años. El gobierno salvadoreño, en previsión de las numerosas consecuencias económicas de tal acto, decidió responder al ataque de una forma desmedida, decretó al ejército que atravesara la frontera y mientras la aviación bombardearía algunas localidades del país vecino.

Esto provocó una guerra bastante absurda, la cual duro un total de seis días, del 14 al 20 de Julio del 1969. Fue detenida por las Naciones Unidas, que puso también a los mandatarios, causantes de todo ese desorden, a negociar. Al final fue una guerra irracional, provocadora de unos seis mil muertos, más de veinte mil heridos y miles de desplazados. Y todo esto tuvo su inicio en un partido de fútbol, cosa bastante surrealista.

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