Nunca dejará de sorprendernos un jugador que está marcando un antes y un después en el tenis. La facilidad con la que empuña la raqueta, los gestos y movimientos sobre la pista, dignos de un ángel, o la ambición con que cada mañana se levanta de la cama para intentar algo más difícil que llegar a ser el número uno, mantenerse como el mejor jugador del mundo. Claro está que hablamos de un suizo, y no anuncia caramelos para la garganta ni tiene una tienda donde vende relojes. Roger Federer nos ha dado una demostración de cómo se juega y gana al tenis con el menor esfuerzo posible, no ha cedido ni un set en todo el campeonato, y mientras su presunto máximo adversario tenía que sudar para deshacerse de sus rivales. Rafa Nadal ha cuajado un buen torneo, pero la carga de minutos y los problemas físicos que arrastraba lo han apartado de la final esperada por todos.

El tenis es un deporte que requiere una gran capacidad de concentración en todo momento, donde saber darle a la pelota como un maestro no te garantiza absolutamente nada. Ferrero, Safin, o Moyá son grandes tenistas que han copado la clasificación, pero la competición obliga a centrarse al máximo en la profesión si de verdad se quiere estar entre los elegidos al final de temporada. La verdad es que las esperanzas españolas a largo plazo estás cubiertas. Rafa es el único que se acerca al suizo, Robredo muestra que día a día es un serio aspirante a luchar por los abiertos más importantes, mientras Ferrero y Moyá intentan volver por donde entraron una vez, sin olvidarnos de David Ferrer o Fernando Verdasco. En féminas el asunto es bien diferente. No tenemos una españolas que de guerra y puede que después de tanto tiempo esperando una Conchita o una Arantxa abramos los ojos y seamos conscientes de que hemos disfrutado con dos de las mejores deportistas españolas de toda la historia.