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La falta de colaboración en la sociedad en todos los ámbitos, especialmente, en el laboral, empresarial y político se traduce en una lucha feroz por la supervivencia de los más fuertes o de los más favorecidos por la suerte o las influencias

Sin miedo al futuro

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La razón y la voluntad vencen los temores. Ante la situación social y económica de este país, no parece que desaparezca la incertidumbre ante el porvenir en casi toda la ciudadanía. Y una cierta actitud de prevención es positiva, porque avisa de posibles peligros. De todos modos, afrontar esfuerzos sostenidos y sufrimiento para mejorar la realidad social existente es algo realmente valioso. Ahora que se está terminando el año 2014, lo más habitual es proponer nuevas metas y propósitos para el próximo año. Y aunque sea una buena actitud no es lo más esencial, a mi juicio. Lo principal es que los niveles de indiferencia, egoísmo e insolidaridad disminuyan enormemente, porque sería la demostración de que estamos en el buen camino para construir un mundo mucho más justo.

La falta de colaboración en la sociedad en todos los ámbitos, especialmente, en el laboral, empresarial y político se traduce en una lucha feroz por la supervivencia de los más fuertes o de los más favorecidos por la suerte o las influencias.

El denominado enchufismo es una de las lacras más extendidas de la sociedad actual, y es uno de los obstáculos principales para una adecuada distribución de los trabajos en función, exclusivamente, de los méritos, y del esfuerzo personal y la responsabilidad de cada ciudadano.

Lo que no debería existir, en mi opinión, es una especie de clientelismo que favorece a las personas que tienen más suerte o mejor condiciones de partida en la vida, en detrimento de los que nacen en circunstancias vitales mucho menos ventajosas y fáciles. Aunque parece un problema irresoluble, considero que no lo sería si existieran políticas redistributivas e impositivas que igualaran estas diferencias por razón de nacimiento, respecto a la situación socioeconómica de inicio.

Se necesita, urgentemente, una nueva manera de hacer política que tenga en cuenta el interés de cada ciudadano, para que le sea garantizada, de hecho, una vida digna. Por tanto, lo prioritario es olvidar el miedo y afrontar nuevos retos, creando soluciones imaginativas y a la vez racionales y efectivas, a los viejos problemas del neoliberalismo capitalista actual.

Lo que no puede ser es que se considere aceptable, que los sueldos de gran parte de los trabajadores de este país sean, claramente insuficientes, para una existencia con una mínima calidad. Mientras una minoría vive, opíparamente, con ingresos mensuales desproporcionados, a costa del sufrimiento inmerecido, o de la explotación de una parte muy considerable de la ciudadanía. Quizás este planteamiento puede parece exagerado, pero si se analizan detenida y minuciosamente los datos, y las investigaciones sociológicas y de la microeconomía de ahora mismo, salta a la vista que no lo es.

De todas formas, pienso que la sociedad española todavía está a tiempo para coger las riendas de su presente y de su futuro, a través de su participación política, y de hacer escuchar su voz, con distintos medios y formas de acción democrática cívica.

Desde mi perspectiva, estamos ante una encrucijada clave, que va a marcar la posibilidad de emprender un nuevo rumbo de justicia social a partir de este próximo año. Y podemos optar por las alternativas que no estén manchadas, muy gravemente, por la corrupción, y por los engaños e incumplimientos, o si esto no sucede, seguiremos en una situación muy parecida a la actual, y sin esperanza de recuperación para la inmensa mayoría de ciudadanos.

Sin miedo al futuro

La falta de colaboración en la sociedad en todos los ámbitos, especialmente, en el laboral, empresarial y político se traduce en una lucha feroz por la supervivencia de los más fuertes o de los más favorecidos por la suerte o las influencias
José Manuel López García
lunes, 22 de diciembre de 2014, 08:35 h (CET)
La razón y la voluntad vencen los temores. Ante la situación social y económica de este país, no parece que desaparezca la incertidumbre ante el porvenir en casi toda la ciudadanía. Y una cierta actitud de prevención es positiva, porque avisa de posibles peligros. De todos modos, afrontar esfuerzos sostenidos y sufrimiento para mejorar la realidad social existente es algo realmente valioso. Ahora que se está terminando el año 2014, lo más habitual es proponer nuevas metas y propósitos para el próximo año. Y aunque sea una buena actitud no es lo más esencial, a mi juicio. Lo principal es que los niveles de indiferencia, egoísmo e insolidaridad disminuyan enormemente, porque sería la demostración de que estamos en el buen camino para construir un mundo mucho más justo.

La falta de colaboración en la sociedad en todos los ámbitos, especialmente, en el laboral, empresarial y político se traduce en una lucha feroz por la supervivencia de los más fuertes o de los más favorecidos por la suerte o las influencias.

El denominado enchufismo es una de las lacras más extendidas de la sociedad actual, y es uno de los obstáculos principales para una adecuada distribución de los trabajos en función, exclusivamente, de los méritos, y del esfuerzo personal y la responsabilidad de cada ciudadano.

Lo que no debería existir, en mi opinión, es una especie de clientelismo que favorece a las personas que tienen más suerte o mejor condiciones de partida en la vida, en detrimento de los que nacen en circunstancias vitales mucho menos ventajosas y fáciles. Aunque parece un problema irresoluble, considero que no lo sería si existieran políticas redistributivas e impositivas que igualaran estas diferencias por razón de nacimiento, respecto a la situación socioeconómica de inicio.

Se necesita, urgentemente, una nueva manera de hacer política que tenga en cuenta el interés de cada ciudadano, para que le sea garantizada, de hecho, una vida digna. Por tanto, lo prioritario es olvidar el miedo y afrontar nuevos retos, creando soluciones imaginativas y a la vez racionales y efectivas, a los viejos problemas del neoliberalismo capitalista actual.

Lo que no puede ser es que se considere aceptable, que los sueldos de gran parte de los trabajadores de este país sean, claramente insuficientes, para una existencia con una mínima calidad. Mientras una minoría vive, opíparamente, con ingresos mensuales desproporcionados, a costa del sufrimiento inmerecido, o de la explotación de una parte muy considerable de la ciudadanía. Quizás este planteamiento puede parece exagerado, pero si se analizan detenida y minuciosamente los datos, y las investigaciones sociológicas y de la microeconomía de ahora mismo, salta a la vista que no lo es.

De todas formas, pienso que la sociedad española todavía está a tiempo para coger las riendas de su presente y de su futuro, a través de su participación política, y de hacer escuchar su voz, con distintos medios y formas de acción democrática cívica.

Desde mi perspectiva, estamos ante una encrucijada clave, que va a marcar la posibilidad de emprender un nuevo rumbo de justicia social a partir de este próximo año. Y podemos optar por las alternativas que no estén manchadas, muy gravemente, por la corrupción, y por los engaños e incumplimientos, o si esto no sucede, seguiremos en una situación muy parecida a la actual, y sin esperanza de recuperación para la inmensa mayoría de ciudadanos.

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