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Alfonso Sotelo

El gordito va en busca de pasta

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Y este cuento se acabó. Eso mismo debió pensar Florentino Pérez cuando vio marchar a Ronaldo caminito de Italia. Con la huída del ariete brasileño se ponía fin a la famosa galaxia, al Imperio que Florentino quiso crear para controlar el Universo futbolístico (y mediático y empresarial) que comenzó con Figo, continuó con Zidane y Ronaldo y acabó con Beckham. Y con Del Bosque, porque con la marcha del serio pero eficiente entrenador blanco comenzaron todos los males del equipo de Chamartín.

España vivía en una nube. El Madrid volvía a ser el mejor equipo de mundo, el que más ganaba, el que más ingresaba y el que más se nombraba en todo el mundo. China, Japón y Estados Unidos eran madridistas. España, por supuesto. Francia por Zidane, Portugal por Figo, Inglaterra por Beckham y Brasil por Ronaldo también. Todo marchaba. Pero con la marcha de Del Bosque y de Fernando Hierro todo comenzó a torcerse una fría noche de abril en Mónaco, donde cayeron por 3-1 eliminados de la Champions de la mano de Fernando Morientes y de Ludovic Giuly.

Y el castillo de naipes de Florentino puso su última carta sobre el tapete cuando Ronaldo se marchó hacia Italia. En busca de pasta. De dos tipos, pero de pasta, de la de comer y de la que da dinero para comer. Primero Zidane puso punto y final a su brillante, aunque no exenta de polémica, carrera cuando debía. Cierto es que antes se le fue la cabeza contra Materazzi, pero sabía que había que abandonar el barco. A Figo y a Beckham les obligaron a tirarse con la nao en movimiento. A Ronaldo, tres cuartos de lo mismo.

El brasileño ha sido acusado de todo. De mujeriego, de aficionado a algunas copas de más, a cerrar los bares cuando la campanita de la última copa ha sonado ya en reiteradas ocasiones, a comer demasiado… Y lo cierto es que el ex del Barça se ha excedido en muchas ocasiones, pero siempre ha cumplido cuando ha tenido el balón entre sus piernas. A esos futbolistas hay que defenderlos siempre.

Cuentan que Cruyff llegó un día al vestuario del Dream Team del Barcelona y avisó a sus futbolistas de que Romario, antecesor en el Barça y en las movidas nocturnas de Ronaldo, tenía un plan especial. El delantero podría salir todas las veces que quisiera, podría llegar cansado a los entrenamientos y disfrutar de la dulce compañía de algunas féminas cuando la Luna hiciese su aparición mientras que marcase goles cada domingo. Los compañeros de Romario lo entendieron. Ganar la Liga dependía de sus goles. A Cruyff le salió bien la jugada. A Del Bosque también. Entendió la idea. Si los galácticos querían correr más juegas que minutos sobre el césped estaban en su derecho si el domingo ganaban. Todo le fue bien. Sobre todo con Ronaldo, que cambiaba más de novia que de coche pero que pasó de ser el gordo de Ronaldo al cariñoso “gordito” cuando le entraban los goles.

Con la marcha de Ronaldo se pone punto y final a la galaxia, pero se le dice adiós a un futbolista que, con menos minutos que el resto, ha marcado más goles que muchos delanteros juntos. Y que, además, dejó en nuestras retinas aquella carrera por Compostela que poco distaba de la que Maradona dio en el Mundial de México mientras era perseguido por varios ingleses. Entender la mente de un futbolista es complicado. La de un megacrack, aún más, pero el buen entendimiento del mismo puede hacerte ganar títulos. Eso lo entendía Del Bosque y lo asumía Florentino. El tiempo ha dicho que en Italia, donde El Gordito va en busca de pasta, no aparecen entrenadores de ese tipo. Y así le van las cosas al Madrid.

El gordito va en busca de pasta

Alfonso Sotelo
Alfonso Sotelo
domingo, 28 de enero de 2007, 09:42 h (CET)
Y este cuento se acabó. Eso mismo debió pensar Florentino Pérez cuando vio marchar a Ronaldo caminito de Italia. Con la huída del ariete brasileño se ponía fin a la famosa galaxia, al Imperio que Florentino quiso crear para controlar el Universo futbolístico (y mediático y empresarial) que comenzó con Figo, continuó con Zidane y Ronaldo y acabó con Beckham. Y con Del Bosque, porque con la marcha del serio pero eficiente entrenador blanco comenzaron todos los males del equipo de Chamartín.

España vivía en una nube. El Madrid volvía a ser el mejor equipo de mundo, el que más ganaba, el que más ingresaba y el que más se nombraba en todo el mundo. China, Japón y Estados Unidos eran madridistas. España, por supuesto. Francia por Zidane, Portugal por Figo, Inglaterra por Beckham y Brasil por Ronaldo también. Todo marchaba. Pero con la marcha de Del Bosque y de Fernando Hierro todo comenzó a torcerse una fría noche de abril en Mónaco, donde cayeron por 3-1 eliminados de la Champions de la mano de Fernando Morientes y de Ludovic Giuly.

Y el castillo de naipes de Florentino puso su última carta sobre el tapete cuando Ronaldo se marchó hacia Italia. En busca de pasta. De dos tipos, pero de pasta, de la de comer y de la que da dinero para comer. Primero Zidane puso punto y final a su brillante, aunque no exenta de polémica, carrera cuando debía. Cierto es que antes se le fue la cabeza contra Materazzi, pero sabía que había que abandonar el barco. A Figo y a Beckham les obligaron a tirarse con la nao en movimiento. A Ronaldo, tres cuartos de lo mismo.

El brasileño ha sido acusado de todo. De mujeriego, de aficionado a algunas copas de más, a cerrar los bares cuando la campanita de la última copa ha sonado ya en reiteradas ocasiones, a comer demasiado… Y lo cierto es que el ex del Barça se ha excedido en muchas ocasiones, pero siempre ha cumplido cuando ha tenido el balón entre sus piernas. A esos futbolistas hay que defenderlos siempre.

Cuentan que Cruyff llegó un día al vestuario del Dream Team del Barcelona y avisó a sus futbolistas de que Romario, antecesor en el Barça y en las movidas nocturnas de Ronaldo, tenía un plan especial. El delantero podría salir todas las veces que quisiera, podría llegar cansado a los entrenamientos y disfrutar de la dulce compañía de algunas féminas cuando la Luna hiciese su aparición mientras que marcase goles cada domingo. Los compañeros de Romario lo entendieron. Ganar la Liga dependía de sus goles. A Cruyff le salió bien la jugada. A Del Bosque también. Entendió la idea. Si los galácticos querían correr más juegas que minutos sobre el césped estaban en su derecho si el domingo ganaban. Todo le fue bien. Sobre todo con Ronaldo, que cambiaba más de novia que de coche pero que pasó de ser el gordo de Ronaldo al cariñoso “gordito” cuando le entraban los goles.

Con la marcha de Ronaldo se pone punto y final a la galaxia, pero se le dice adiós a un futbolista que, con menos minutos que el resto, ha marcado más goles que muchos delanteros juntos. Y que, además, dejó en nuestras retinas aquella carrera por Compostela que poco distaba de la que Maradona dio en el Mundial de México mientras era perseguido por varios ingleses. Entender la mente de un futbolista es complicado. La de un megacrack, aún más, pero el buen entendimiento del mismo puede hacerte ganar títulos. Eso lo entendía Del Bosque y lo asumía Florentino. El tiempo ha dicho que en Italia, donde El Gordito va en busca de pasta, no aparecen entrenadores de ese tipo. Y así le van las cosas al Madrid.

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