A Torres Dulce siempre lo tuvimos como una nebulosa aparición cuando, entre la humareda que creaba el cigarrillo de José Luis Garci, asomaba su rostro de cinéfilo intelectual, un rostro antiguo peinado a raya y con gafas de concha, como de colegio de curas. Eran tertulias para favorecidos por la iluminación fílmica que sabían pulsar la tecla de las emociones.
Hogaño Torres Dulce ha dejado de tocar la tecla del poder. Se ha marchado. O lo “han marchado”, mejor dicho. Actitud no prodigiosa, desde luego, aunque poco frecuente. Ya se sabe que a sus señorías (sean del signo que sean) no los echan ni con sosa cáustica.
Torres Dulce acaba de poner el punto final a la crónica de una muerte anunciada. Los mantecados se los comerá contemplando a Robert Mitchum o La parada de los monstruos de Browning, aquel film donde en un circo, como el actual, se contemplaban miserias y grandezas, o deglutiendo entre loncha y loncha de pata negra La regla del juego de Renoir, aquel film alegórico que era una crónica del mundo en descomposición. También como el actual.
Desde que Montesquieu hablara de la separación de poderes en su ya clásico L´esprit des lois, el poder permanentemente se ha empeñado en controlar la justicia. No iba descaminado Pacheco (aquel condenado) con lo de que la justicia era un cachondeo. Pero también es cierto que dura lex, sed lex. Que se lo pregunten a él. Y, en muchas ocasiones, el que la hace la paga aunque haya otros (haberlos hailos) que se escapan o los escapan.
En tanto no exista esa separación de poderes, la democracia no habrá crecido. Toda vez que el legislativo está en manos de un partido y el judicial controlado por el mismo nos hallamos en una democracia secuestrada y de chichinabo en la que el ciudadano vota cada cuatro años con mascarilla y pasamontañas.
Torres Dulce quizá pensó llevado de ese gusto cinéfilo que todo sería cine. Y ha descubierto que todo es circo. Pan y circo. Torres Dulce llegó a la fiscalía pensando que sería independiente y es que el cine te hace confundir la realidad con las témporas. ¿Hay algún fiscal general que haya sido independiente y viva para contarlo? Todos los que han querido sacar la patita del tiesto han acabado contando lobitos o como en este caso tomando el cava a la intemperie.
Torres Dulce se ha marchado y ahora contempla El séptimo sello de Bergman, y en esa partida con la muerte, el caballero Antonius Block, alias Torres Dulce, al menos ha ganado tiempo para encontrar algo que le dé sentido a su vida.