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La frustración de quienes otrora marcaban la agenda política y mediática del Paraguay, los lleva a divagar sobre Cuba para ocultar la propia humillación

Monopolio mediático disimula mal su humillante derrota

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Este 17 de febrero Estados Unidos reconoció, finalmente, tras medio siglo de inútil empeño, que el bloqueo con el que intentó doblegar al gobierno de Cuba fracasó.

Los notorios avances en la integración regional que ha dado Latinoamérica, en particular a partir de los procesos de cambios que liderara el venezolano Hugo Chávez, fueron decisivos a la hora de inclinar la balanza en la lucha que recordaba el episodio bíblico del reto entre David y Goliat.

Con una estrategia que desconcertó al imperialismo norteamericano, Hugo Chávez inició una guerra de guerrillas geopolítica que fue derribando, sin prisa pero sin pausas, país por país, a las burguesías parásitas de reyezuelos vendidos que habían condenado al sometimiento a los pueblos de América Latina.

Los primeros fulgores de una segunda independencia en Latinoamérica fueron emitiendo su resplandor de manera intermitente y en muchos lugares, entre ellos Paraguay, la antigua base-fortaleza imperial desde donde Estados Unidos dirigía los golpes de estado de derecha, en tiempos del Plan Cóndor.

El bochornoso aislamiento que soportó el gobierno que fabricó el discurso de la derecha paraguaya en 2012, fue un grito de alerta que muchos quisieron ignorar.

El reconocimiento por parte de Washington de su derrota, en el intento de aislar a la mayor de las Antillas, coincide ahora con el fracaso de una tentativa que buscaba fabricar una Corte Suprema de Justicia a la medida del poder de turno en Paraguay.

En la agenda que se había impuesto buscando allanar el camino hacia el monopolio del poder, habían intervenido una oficina antidrogas nominalmente paraguaya, pero en la práctica manejada desde la embajada norteamericana de Asunción. El ente en cuestión había liberado ciertos archivos fraguados para comprometer a legisladores en delitos conexos con el narcotráfico.

La verdad es que se buscaba extorsionarlos para arrancarles el voto por el juicio político que conduciría a un cuoteo y estructuración de una corte suprema dócil al mandamás de turno.

La campaña fue minuciosamente orquestada desde medios como ABC color, de conocida vinculación con el National Endowment for Democracy durante su historia reciente, y se había iniciado a partir del asesinato de uno de sus propios corresponsales.

El tema de la “Narcopolítica” acaparó por semanas los principales titulares de los medios, que direccionaron sus “denuncias” en pos del objetivo de apuntalar a la derecha autoritaria y de ser posible, eternizarla en el poder.

Luego de una pírrica victoria en la cámara de diputados, donde lideró la resistencia el diputado Oscar Tuma, la campaña evidenció un notorio desgaste de la figura del presidente Horacio Cartes.

En la cámara de Senadores, un acuerdo paralizó el proceso que antojaba incontenible, a través de un acuerdo entre legisladores en su mayoría de centroizquierda. La derrota del gobierno fue más grave si se considera que se dio apenas a un año de asumir Cartes, y que a ella contribuyeron cinco senadores del mismo partido de gobierno.

Curiosamente, en lugar de justificar esa derrota de la que fue ideólogo y protagonista, el propietario del diario ABC color y ex jerarca de la SIP, Aldo Zucolillo, hizo una disparatada explicación sobre el fin del bloqueo en Cuba. En su óptica, expresada a través de Radio Ñandutí, el reconocimiento por parte de Estados Unidos del fracaso de su política de aislamiento hacia Cuba, significa que el sistema marxista está agotado y que su sistema colectivista es impracticable, y que con el fin del comunismo se agotó la mamadera.

Dijo un famoso escritor que la mejor manera de esconderse es mostrarse. Si nos buscan creyendo que hemos desaparecido, nunca nos encontraran en el lugar más obvio.

Esa idea tal vez explica que tras sufrir una humillante derrota, el derrotado se muestre en público hablando de imaginarias victorias y escondiendo tras la máscara de la temeridad sus grandes temores.

Es que como escribiera Jorge Luis Borges, la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce. Lo demuestran aquellos que ni siquiera tienen la dignidad de reconocer su propia derrota.

Monopolio mediático disimula mal su humillante derrota

La frustración de quienes otrora marcaban la agenda política y mediática del Paraguay, los lleva a divagar sobre Cuba para ocultar la propia humillación
Luis Agüero Wagner
viernes, 19 de diciembre de 2014, 08:17 h (CET)
Este 17 de febrero Estados Unidos reconoció, finalmente, tras medio siglo de inútil empeño, que el bloqueo con el que intentó doblegar al gobierno de Cuba fracasó.

Los notorios avances en la integración regional que ha dado Latinoamérica, en particular a partir de los procesos de cambios que liderara el venezolano Hugo Chávez, fueron decisivos a la hora de inclinar la balanza en la lucha que recordaba el episodio bíblico del reto entre David y Goliat.

Con una estrategia que desconcertó al imperialismo norteamericano, Hugo Chávez inició una guerra de guerrillas geopolítica que fue derribando, sin prisa pero sin pausas, país por país, a las burguesías parásitas de reyezuelos vendidos que habían condenado al sometimiento a los pueblos de América Latina.

Los primeros fulgores de una segunda independencia en Latinoamérica fueron emitiendo su resplandor de manera intermitente y en muchos lugares, entre ellos Paraguay, la antigua base-fortaleza imperial desde donde Estados Unidos dirigía los golpes de estado de derecha, en tiempos del Plan Cóndor.

El bochornoso aislamiento que soportó el gobierno que fabricó el discurso de la derecha paraguaya en 2012, fue un grito de alerta que muchos quisieron ignorar.

El reconocimiento por parte de Washington de su derrota, en el intento de aislar a la mayor de las Antillas, coincide ahora con el fracaso de una tentativa que buscaba fabricar una Corte Suprema de Justicia a la medida del poder de turno en Paraguay.

En la agenda que se había impuesto buscando allanar el camino hacia el monopolio del poder, habían intervenido una oficina antidrogas nominalmente paraguaya, pero en la práctica manejada desde la embajada norteamericana de Asunción. El ente en cuestión había liberado ciertos archivos fraguados para comprometer a legisladores en delitos conexos con el narcotráfico.

La verdad es que se buscaba extorsionarlos para arrancarles el voto por el juicio político que conduciría a un cuoteo y estructuración de una corte suprema dócil al mandamás de turno.

La campaña fue minuciosamente orquestada desde medios como ABC color, de conocida vinculación con el National Endowment for Democracy durante su historia reciente, y se había iniciado a partir del asesinato de uno de sus propios corresponsales.

El tema de la “Narcopolítica” acaparó por semanas los principales titulares de los medios, que direccionaron sus “denuncias” en pos del objetivo de apuntalar a la derecha autoritaria y de ser posible, eternizarla en el poder.

Luego de una pírrica victoria en la cámara de diputados, donde lideró la resistencia el diputado Oscar Tuma, la campaña evidenció un notorio desgaste de la figura del presidente Horacio Cartes.

En la cámara de Senadores, un acuerdo paralizó el proceso que antojaba incontenible, a través de un acuerdo entre legisladores en su mayoría de centroizquierda. La derrota del gobierno fue más grave si se considera que se dio apenas a un año de asumir Cartes, y que a ella contribuyeron cinco senadores del mismo partido de gobierno.

Curiosamente, en lugar de justificar esa derrota de la que fue ideólogo y protagonista, el propietario del diario ABC color y ex jerarca de la SIP, Aldo Zucolillo, hizo una disparatada explicación sobre el fin del bloqueo en Cuba. En su óptica, expresada a través de Radio Ñandutí, el reconocimiento por parte de Estados Unidos del fracaso de su política de aislamiento hacia Cuba, significa que el sistema marxista está agotado y que su sistema colectivista es impracticable, y que con el fin del comunismo se agotó la mamadera.

Dijo un famoso escritor que la mejor manera de esconderse es mostrarse. Si nos buscan creyendo que hemos desaparecido, nunca nos encontraran en el lugar más obvio.

Esa idea tal vez explica que tras sufrir una humillante derrota, el derrotado se muestre en público hablando de imaginarias victorias y escondiendo tras la máscara de la temeridad sus grandes temores.

Es que como escribiera Jorge Luis Borges, la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce. Lo demuestran aquellos que ni siquiera tienen la dignidad de reconocer su propia derrota.

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