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Es muy pretenciosa la suposición de tenerlo todo controlado

Azarados / Azorados

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Como en las palabras tratadas en el presente comentario, aunque desde su raíz presenten tendencias significantes bien diferenciadas; sea por el uso descuidado, mal uso, pereza o confusión, acaban siendo valoradas como similares. Dicha evolución echa por la borda algunos MATICES relevantes; en unos ambientes modernos en los cuales también son harto confusas las conductas, con gran protagonismo de los anonimatos. Vivimos las consecuencias de semejantes andanzas, con escasa atención dedicada a las motivaciones desencadenantes.

Es muy pretenciosa la suposición de tenerlo todo controlado, a pesar del redundante marketing propagandístico utilizado y, digamoslo también, poco criticado. El AZAR está impregnado de casualidades imprevistas por mucho que alguien intente vestirlas con ropajes de falsas apropiaciones. Sus motivos están muy alejados de las intenciones personales. A la larga, podremos comprender alguno de sus mecanismos, lo cual no permite la negación de la situación fortuita inicial, con el desconocimiento radical de sus sorprendentes manifestaciones.

Por consiguiente, esos aconteceres que nos alcanzan a fuerza de imprevistos los denominamos azar por sus orígenes desconocidos, y nos afectan de diversas maneras. Sin darnos cuenta, en una sucesión de impresiones intrascendentes; o bien, dejándonos AZARADOS por la contundencia de los hechos acaecidos. Los fenómenos naturales o las enfermedades surgen en una gran proporción de tales fondos. También ciertos hallazgos científicos inesperados cobran dichas formas, como la serendipidad del descubrimiento por azar cuando ibamos en busca de otros saberes. El dominio de la sorpresa aún no presenta la contaminación de las intenciones enrevesadas, aunque quedamos absortos ante lo inesperado.

Es sabido el carácter huidizo de la verdad, acentuado por las múltiples facetas de su contenido, ¿En cuál de ellas nos fijaremos? Su percepción adquiere matices cambiantes según quien protagonice la observación; vienen a ser versiones afines o incluso contradictorias. La consideración del azar tampoco será unánime; habrá quienes así lo estimen y quienes lo atribuyan a factores concretos. Mientras la comprobación fehaciente no exista; trataremos en exclusiva de puntos de vista imprecisos o caprichosos. La fuerza de la SORPRESA marcará la repercusión en los diferentes ánimos y derivará en las consecuencias pertinentes, para bien o para mal.

Nadie dudará, después de sus experiencias, del gran componente de azar en las sucesivas fases de su vida. En cada edad vivimos momentos estupendos o luctuosos por pura casualidad; sin fundamentos conocidos, ni tan siquiera por las leyes de la probabilidad. Resulta crucial en el carácter del individuo su peculiar respuesta ante estos imprevistos, casi tanto como las maneras de los comportamientos cuando disponemos de suficientes conocimientos. Algo mejor nos irían las tareas de la convivencia a través de un TEMPLE coherente con las características constitutivas esenciales de los individuos a la hora de tales enfrentamientos con lo novedoso, portador de numerosas incógnitas.

Funcionamos en un estado de adaptación permanente frente a una gran diversidad de circunstancias; una parte de las mismas estará englobada en lo que consideramos como azar. Con altibajos en el grado de sorpresa y de consecuencias muy variadas. Por lo tanto, el azaramiento nos afectará en los casos de mayor afectación, en los que destaca la ausencia de explicaciones cuando ya estamos involucrados de lleno en el fenómeno correspondiente. Las VALORACIONES previas influyentes y las actitudes posteriores serán decisivas.

Del azar al azor apenas una letra les separa, distinguimos en plena similitud sus diferencias consistentes. De la “a” a la “o” emergen las distinciones, surgen las INCONVENIENCIAS provocadas por los seres vivos en forma de obstáculos, trampas, rapacidad y agresiones. Ay, amigos, aquí hay alguien detrás de los sucesos originados, existen responsables, aunque suelan estar disimulados. Quizá no prestemos atención suficiente a los matices, pero la distancia es enorme entre un hecho generado por el azar espontáneo y los motivos del azoramiento dirigidos por autores bien concretos. La provocación introduce una importante cuña distintiva entre ambas expresiones.

El sobresalto sobreviene como acompañante de cualquier alarma brusca. Uno permanece azarado en los casos comentados en los párrafos anteriores y azorado, cuando las acciones agresivas derivan de las intenciones ajenas. Es una especie de PERSECUCIÓN, que incordia, preocupa y puede acarrear mayores perjuicios en formas desgraciadas de todo tipo. Hablamos mucho de las económicas, pero los abandonos afectivos o el desprecio por la verdadera Ética o las actitudes morales, comparten el toque malicioso del azoro. El respeto mutuo desaparece de los ámbitos convivenciales. El compañerismo solidario cedió el paso a la rivalidad acérrima, al egoísmo rampante.

No parece apropiado achacarle al azar ese clamor de los acosos inclementes que padecemos. ¿Colaboramos en su desarrollo? Así, cruje el desfase entre las instituciones democráticas y la ciudadanía; sueldos, prebendas, pensiones e IMPUNIDADES varias. La soledad de los ancianos es un testigo fiel del acoso sufrido bajo las más descarnadas actuaciones. Incluso en los desmanes alejados, participa más gente de la citada; venta de armas, trapicheos comerciales, integrismos políticos y religiosos, compra de productos elaborados a base de la esclavitud laboral de amplios grupos humanos. Abruma la ingente cantidad de marginaciones escandalosas, en las que niños y adultos permanecen atrapados.

Azarados discurrimos por un tiempo vivo. Contemplamos de cerca presencias vacilantes, el terruño propio y el pálpito de los demás seres. La desazón termina diluída por la ternura y el cariño, por el gesto de un acercamiento solidario. En cambio, azorados, percibimos la crudeza de los mordiscos y dentelladas de las figuras humanas transformadas en ogros que superan con creces las fantasías de los antiguos cuentos. Sin embargo, la mayor PERPLEJIDAD, amenazante, estriba en la predilección manifiesta por las conductas errantes. Al estilo del pretendido superhombre de logros infaustos, sobrepasamos las desdichas del azar, creamos nuevas y degradantes penurias.

En el lugar de los senderos solitarios; es decir, aquel trazado correspondiente a la identidad de cada persona y sus proyecciones; a veces, las personas no tienen comportamientos racionales. Frente a las disyuntivas de múltiples caras, esquivamos las maliciosas actuaciones, colaboramos con las tendencias perversas o aportamos esfuerzos encaminados al bien común; sin razonamientos completos para la explicación satisfactoria. Escarbamos en el seno de la indeterminación para el anhelado HALLAZGO de remansos saludables.

Azarados / Azorados

Es muy pretenciosa la suposición de tenerlo todo controlado
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 19 de diciembre de 2014, 08:08 h (CET)
Como en las palabras tratadas en el presente comentario, aunque desde su raíz presenten tendencias significantes bien diferenciadas; sea por el uso descuidado, mal uso, pereza o confusión, acaban siendo valoradas como similares. Dicha evolución echa por la borda algunos MATICES relevantes; en unos ambientes modernos en los cuales también son harto confusas las conductas, con gran protagonismo de los anonimatos. Vivimos las consecuencias de semejantes andanzas, con escasa atención dedicada a las motivaciones desencadenantes.

Es muy pretenciosa la suposición de tenerlo todo controlado, a pesar del redundante marketing propagandístico utilizado y, digamoslo también, poco criticado. El AZAR está impregnado de casualidades imprevistas por mucho que alguien intente vestirlas con ropajes de falsas apropiaciones. Sus motivos están muy alejados de las intenciones personales. A la larga, podremos comprender alguno de sus mecanismos, lo cual no permite la negación de la situación fortuita inicial, con el desconocimiento radical de sus sorprendentes manifestaciones.

Por consiguiente, esos aconteceres que nos alcanzan a fuerza de imprevistos los denominamos azar por sus orígenes desconocidos, y nos afectan de diversas maneras. Sin darnos cuenta, en una sucesión de impresiones intrascendentes; o bien, dejándonos AZARADOS por la contundencia de los hechos acaecidos. Los fenómenos naturales o las enfermedades surgen en una gran proporción de tales fondos. También ciertos hallazgos científicos inesperados cobran dichas formas, como la serendipidad del descubrimiento por azar cuando ibamos en busca de otros saberes. El dominio de la sorpresa aún no presenta la contaminación de las intenciones enrevesadas, aunque quedamos absortos ante lo inesperado.

Es sabido el carácter huidizo de la verdad, acentuado por las múltiples facetas de su contenido, ¿En cuál de ellas nos fijaremos? Su percepción adquiere matices cambiantes según quien protagonice la observación; vienen a ser versiones afines o incluso contradictorias. La consideración del azar tampoco será unánime; habrá quienes así lo estimen y quienes lo atribuyan a factores concretos. Mientras la comprobación fehaciente no exista; trataremos en exclusiva de puntos de vista imprecisos o caprichosos. La fuerza de la SORPRESA marcará la repercusión en los diferentes ánimos y derivará en las consecuencias pertinentes, para bien o para mal.

Nadie dudará, después de sus experiencias, del gran componente de azar en las sucesivas fases de su vida. En cada edad vivimos momentos estupendos o luctuosos por pura casualidad; sin fundamentos conocidos, ni tan siquiera por las leyes de la probabilidad. Resulta crucial en el carácter del individuo su peculiar respuesta ante estos imprevistos, casi tanto como las maneras de los comportamientos cuando disponemos de suficientes conocimientos. Algo mejor nos irían las tareas de la convivencia a través de un TEMPLE coherente con las características constitutivas esenciales de los individuos a la hora de tales enfrentamientos con lo novedoso, portador de numerosas incógnitas.

Funcionamos en un estado de adaptación permanente frente a una gran diversidad de circunstancias; una parte de las mismas estará englobada en lo que consideramos como azar. Con altibajos en el grado de sorpresa y de consecuencias muy variadas. Por lo tanto, el azaramiento nos afectará en los casos de mayor afectación, en los que destaca la ausencia de explicaciones cuando ya estamos involucrados de lleno en el fenómeno correspondiente. Las VALORACIONES previas influyentes y las actitudes posteriores serán decisivas.

Del azar al azor apenas una letra les separa, distinguimos en plena similitud sus diferencias consistentes. De la “a” a la “o” emergen las distinciones, surgen las INCONVENIENCIAS provocadas por los seres vivos en forma de obstáculos, trampas, rapacidad y agresiones. Ay, amigos, aquí hay alguien detrás de los sucesos originados, existen responsables, aunque suelan estar disimulados. Quizá no prestemos atención suficiente a los matices, pero la distancia es enorme entre un hecho generado por el azar espontáneo y los motivos del azoramiento dirigidos por autores bien concretos. La provocación introduce una importante cuña distintiva entre ambas expresiones.

El sobresalto sobreviene como acompañante de cualquier alarma brusca. Uno permanece azarado en los casos comentados en los párrafos anteriores y azorado, cuando las acciones agresivas derivan de las intenciones ajenas. Es una especie de PERSECUCIÓN, que incordia, preocupa y puede acarrear mayores perjuicios en formas desgraciadas de todo tipo. Hablamos mucho de las económicas, pero los abandonos afectivos o el desprecio por la verdadera Ética o las actitudes morales, comparten el toque malicioso del azoro. El respeto mutuo desaparece de los ámbitos convivenciales. El compañerismo solidario cedió el paso a la rivalidad acérrima, al egoísmo rampante.

No parece apropiado achacarle al azar ese clamor de los acosos inclementes que padecemos. ¿Colaboramos en su desarrollo? Así, cruje el desfase entre las instituciones democráticas y la ciudadanía; sueldos, prebendas, pensiones e IMPUNIDADES varias. La soledad de los ancianos es un testigo fiel del acoso sufrido bajo las más descarnadas actuaciones. Incluso en los desmanes alejados, participa más gente de la citada; venta de armas, trapicheos comerciales, integrismos políticos y religiosos, compra de productos elaborados a base de la esclavitud laboral de amplios grupos humanos. Abruma la ingente cantidad de marginaciones escandalosas, en las que niños y adultos permanecen atrapados.

Azarados discurrimos por un tiempo vivo. Contemplamos de cerca presencias vacilantes, el terruño propio y el pálpito de los demás seres. La desazón termina diluída por la ternura y el cariño, por el gesto de un acercamiento solidario. En cambio, azorados, percibimos la crudeza de los mordiscos y dentelladas de las figuras humanas transformadas en ogros que superan con creces las fantasías de los antiguos cuentos. Sin embargo, la mayor PERPLEJIDAD, amenazante, estriba en la predilección manifiesta por las conductas errantes. Al estilo del pretendido superhombre de logros infaustos, sobrepasamos las desdichas del azar, creamos nuevas y degradantes penurias.

En el lugar de los senderos solitarios; es decir, aquel trazado correspondiente a la identidad de cada persona y sus proyecciones; a veces, las personas no tienen comportamientos racionales. Frente a las disyuntivas de múltiples caras, esquivamos las maliciosas actuaciones, colaboramos con las tendencias perversas o aportamos esfuerzos encaminados al bien común; sin razonamientos completos para la explicación satisfactoria. Escarbamos en el seno de la indeterminación para el anhelado HALLAZGO de remansos saludables.

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