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Enric Barrull Casals, Girona

​La MDA siempre se utiliza para acelerar la muerte

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Cuando se facilita al paciente los instrumentos necesarios para que éste pueda terminar con su vida, estamos ante el suicidio asistido, y cuando es directamente un profesional sanitario el que administra la sustancia letal al paciente se incurre en la eutanasia.




Naturalmente estas dos últimas acciones son moral y éticamente ilícitas, aunque el juicio moral que merecen es diferente, pues en la eutanasia aún se agrava más su ilicitud, al implicar directamente a una tercera persona, en este caso el médico o personal sanitario que participa en ella.

A la vista de esto, para enjuiciar moramente la MDA (sedación terminal) hay que valorar objetivamente la finalidad que se persigue con ese acto. Si lo que se pretende es ayudar médicamente a morir a un paciente, como la misma definición de la MDA parece indicar, no cabe duda, que al margen de todos los razonamientos que Friesen aduce para justificarla, es una práctica moral y éticamente ilícita.

En resumen, al valorar la moralidad de la MDA no hay que enjuiciar teóricamente lo que significa, sino lo que con ella se consigue y con qué intención se practica, y, a nuestro juicio, la MDA siempre se utiliza para acelerar la muerte de un paciente que sufre, y siempre que esto sea así, el juicio que merece es moral y éticamente negativo







​La MDA siempre se utiliza para acelerar la muerte

Enric Barrull Casals, Girona
Lectores
sábado, 4 de julio de 2020, 10:38 h (CET)

Cuando se facilita al paciente los instrumentos necesarios para que éste pueda terminar con su vida, estamos ante el suicidio asistido, y cuando es directamente un profesional sanitario el que administra la sustancia letal al paciente se incurre en la eutanasia.




Naturalmente estas dos últimas acciones son moral y éticamente ilícitas, aunque el juicio moral que merecen es diferente, pues en la eutanasia aún se agrava más su ilicitud, al implicar directamente a una tercera persona, en este caso el médico o personal sanitario que participa en ella.

A la vista de esto, para enjuiciar moramente la MDA (sedación terminal) hay que valorar objetivamente la finalidad que se persigue con ese acto. Si lo que se pretende es ayudar médicamente a morir a un paciente, como la misma definición de la MDA parece indicar, no cabe duda, que al margen de todos los razonamientos que Friesen aduce para justificarla, es una práctica moral y éticamente ilícita.

En resumen, al valorar la moralidad de la MDA no hay que enjuiciar teóricamente lo que significa, sino lo que con ella se consigue y con qué intención se practica, y, a nuestro juicio, la MDA siempre se utiliza para acelerar la muerte de un paciente que sufre, y siempre que esto sea así, el juicio que merece es moral y éticamente negativo







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