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Luciano Sabatini

Adiós Becks, pero la era galáctica se acabó hace mucho

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David Beckham ha decidido dejar el Real Madrid. Con él se van las camisetas con el “23” que tanto se dice que vende, las fans enloquecidas, los dimes y diretes de los contratos de imagen, y sobre todo los magníficos centros medidos al milímetro y los tiros de falta sacados de sus botas con una elegancia inigualable. El conjunto blanco pierde un jugador y un negocio, pero la marcha de Beckham tiene una significación que va más allá, es el adiós a un proyecto (si es que alguna vez se le pudo llamar así), el fin de una estirpe de fichajes blancos promovidos por una mente con delirios de grandeza, y ninguna sapienza deportiva, el fin de los “galácticos”, como algunos se encargaron de llamar.

Tras la marcha de Figo al Inter, que fue el primero en llegar y el precursor en irse, la retirada de Zidane tras el pasado Mundial, y la dudosa continuidad de Ronaldo en el equipo, la marcha de Beckham pone fin a una era. Una en la que efectivamente grandísimos jugadores han pisado el Bernabeu, pero en la que el Real Madrid se ha desprendido de sus señas de identidad más arraigadas. Los grandes jugadores sin una clara política deportiva, dirigida por un profesional del mundo del deporte y no por un constructor, no hacen a un equipo. El Madrid de los “galácticos” funcionó mientras pudo apoyarse en la herencia que quedaba de épocas anteriores y hasta que el club se convirtió en una excusa empresarial, eso sí una excusa “galactica”. Lo primero que cabe decir es que ese apelativo tan espacial, “los galácticos” no hace justicia a nada; incluso los Figo, Zidane, Beckham o Ronaldo son personas, como tú y como yo, solo que tienen la habilidad de jugar bien al fútbol, nada más. El dichoso adjetivo lo único que consiguió fue despistar a los propios jugadores y hacerles creer que eran más que eso, jugadores de fútbol, y perjudicando gravemente el rendimiento deportivo del equipo. Al fútbol no se gana con nombres ni con dinero, sino con fútbol.

Por eso, si con “galáctico” queremos denominar a unos jugadores que realizan un fútbol de otro planeta, el Madrid hace mucho que dejó de ser galáctico. Nada tiene que ver o no con esto la marcha de Becks, puesto que aunque es un gran jugador, nada tiene que hacer si no existe un patrón futbolístico en el que encajarle. Quedan demasiado atrás los partidos en los que los blancos ganaban por el “miedo escénico” que el Bernabéu creaba en los contrarios, y poco a poco el Madrid ha ido perdiendo el respeto que se ganó por historia y por títulos. Quizás desde los tiempos de Del Bosque, de la anterior etapa de Capello o del Madrid de Valdano, el equipo no haya sido un equipo “galactico”, ni siquiera doméstico. Como equipo, el Madrid ahora es un equipo menor, menor en juego, menor en ideas, menor en concepto.

Para recuperar la grandeza el Madrid debe recuperar el fútbol, tener claro a qué juega, y esa idea, que parte del cuerpo técnico, tiene que ser respetada, defendida y respaldada con paciencia por la directiva, que poco y nada tiene que decir en los temas deportivos. Además, y siendo igualmente importante, hacen falta nuevas ilusiones, nuevas caras, nuevas piernas. En esa línea entran los fichajes de Gago, Higuain, Marcelo, o las oportunidades a canteranos como De la Red, Torres o Nieto, ¿o es que nos olvidamos de que Raúl un día era un chaval del filial que aspiraba a tener su oportunidad entre los Butragueño, Alfonso, Zamorano y compañía?

La salida de Beckham no es ni buena ni mala, pero sí es un paso en la dirección adecuada. ¿Saben a que equipo se va el inglés? A Los Ángeles Galaxy, bendita paradoja. Pero tranquilidad que no se llevará la galaxia, pues hace mucho que los blancos se olvidaron de ser “galácticos”.

Adiós Becks, pero la era galáctica se acabó hace mucho

Luciano Sabatini
Luciano Sabatini
martes, 16 de enero de 2007, 10:15 h (CET)
David Beckham ha decidido dejar el Real Madrid. Con él se van las camisetas con el “23” que tanto se dice que vende, las fans enloquecidas, los dimes y diretes de los contratos de imagen, y sobre todo los magníficos centros medidos al milímetro y los tiros de falta sacados de sus botas con una elegancia inigualable. El conjunto blanco pierde un jugador y un negocio, pero la marcha de Beckham tiene una significación que va más allá, es el adiós a un proyecto (si es que alguna vez se le pudo llamar así), el fin de una estirpe de fichajes blancos promovidos por una mente con delirios de grandeza, y ninguna sapienza deportiva, el fin de los “galácticos”, como algunos se encargaron de llamar.

Tras la marcha de Figo al Inter, que fue el primero en llegar y el precursor en irse, la retirada de Zidane tras el pasado Mundial, y la dudosa continuidad de Ronaldo en el equipo, la marcha de Beckham pone fin a una era. Una en la que efectivamente grandísimos jugadores han pisado el Bernabeu, pero en la que el Real Madrid se ha desprendido de sus señas de identidad más arraigadas. Los grandes jugadores sin una clara política deportiva, dirigida por un profesional del mundo del deporte y no por un constructor, no hacen a un equipo. El Madrid de los “galácticos” funcionó mientras pudo apoyarse en la herencia que quedaba de épocas anteriores y hasta que el club se convirtió en una excusa empresarial, eso sí una excusa “galactica”. Lo primero que cabe decir es que ese apelativo tan espacial, “los galácticos” no hace justicia a nada; incluso los Figo, Zidane, Beckham o Ronaldo son personas, como tú y como yo, solo que tienen la habilidad de jugar bien al fútbol, nada más. El dichoso adjetivo lo único que consiguió fue despistar a los propios jugadores y hacerles creer que eran más que eso, jugadores de fútbol, y perjudicando gravemente el rendimiento deportivo del equipo. Al fútbol no se gana con nombres ni con dinero, sino con fútbol.

Por eso, si con “galáctico” queremos denominar a unos jugadores que realizan un fútbol de otro planeta, el Madrid hace mucho que dejó de ser galáctico. Nada tiene que ver o no con esto la marcha de Becks, puesto que aunque es un gran jugador, nada tiene que hacer si no existe un patrón futbolístico en el que encajarle. Quedan demasiado atrás los partidos en los que los blancos ganaban por el “miedo escénico” que el Bernabéu creaba en los contrarios, y poco a poco el Madrid ha ido perdiendo el respeto que se ganó por historia y por títulos. Quizás desde los tiempos de Del Bosque, de la anterior etapa de Capello o del Madrid de Valdano, el equipo no haya sido un equipo “galactico”, ni siquiera doméstico. Como equipo, el Madrid ahora es un equipo menor, menor en juego, menor en ideas, menor en concepto.

Para recuperar la grandeza el Madrid debe recuperar el fútbol, tener claro a qué juega, y esa idea, que parte del cuerpo técnico, tiene que ser respetada, defendida y respaldada con paciencia por la directiva, que poco y nada tiene que decir en los temas deportivos. Además, y siendo igualmente importante, hacen falta nuevas ilusiones, nuevas caras, nuevas piernas. En esa línea entran los fichajes de Gago, Higuain, Marcelo, o las oportunidades a canteranos como De la Red, Torres o Nieto, ¿o es que nos olvidamos de que Raúl un día era un chaval del filial que aspiraba a tener su oportunidad entre los Butragueño, Alfonso, Zamorano y compañía?

La salida de Beckham no es ni buena ni mala, pero sí es un paso en la dirección adecuada. ¿Saben a que equipo se va el inglés? A Los Ángeles Galaxy, bendita paradoja. Pero tranquilidad que no se llevará la galaxia, pues hace mucho que los blancos se olvidaron de ser “galácticos”.

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