COMO NOS adentramos en un año electoral, conviene ir pensando contra quien vamos a votar, porque al final se vota más bien a la contra y para tentar genitales, que no por admiración a nadie...)
Pues bien, sea: reflexionemos brevemente. Ya sabemos la primera medida que adoptará la formación triunfante, quienquiera que gane: subirse el sueldo, las dietas y "gastos de representación" que tengan a bien seguir gastando nuestros representantes.
¡Curiosa representación! Los representantes se fijan sus propios sueldos, sin contar con los representados. Los mandatarios no sólo no obedecen a los mandantes (que somos Vd. y yo), sino que tampoco les consultan los emolumentos, ni les anuncian previamente en sus "promesas" electorales la cantidad de erario público que van a desviar mensualmente hacia sus bolsillos.
El mundo al revés. Y luego dicen que nuestra clase política no es revolucionaria. Los asalariados (que son ellos: los políticos) mandan a sus patronos y paganos (que somos nosotros, aunque sólo notemos lo segundo) y encima son ellos quienes se incrementan unilateralmente sus salarios.
Ninguna empresa (pública o privada) podría subsistir de este modo. Pero ya se sabe que el Estado actual es cosa sumamente revolucionaria y subversora de la Lógica: la bicoca de unos cuantos, que se dicen "servidores", la cual bicoca debemos sostenérsela los "soberanos".
Otrosí. Nos consta que las "promesas" ornamentales pasarán a mejor vida la noche electoral, para dar paso a una desenfrenada carrera por ocupar cargos y sillones, comederos y sinecuras sin cuento... Para lo cual pactarán con quien sea, con tal de asegurarse el momio.
De manera que, estamentalmente hablando, da igual si en la noche electoral ganan unos o pierden otros: en realidad, siempre ganan "ellos", los políticos como estamento, y siempre perdemos "nosotros", lo ciudadanos, el pobre pueblo.
Pero mandar algo Vds. y yo: nada.... Sólo la obligación de sufragar cuanto los asalariados subvertidos quieran embolsarse, que para esto sí habrá consenso de clase política; y la de volver a escuchar promesas vacías, a los cuatro años. Y menos mal, porque en el Anterior Régimen, sólo había embolsamientos, sin promesa.
Pero la democracia es otra cosa, no ésta.