Y es que la reciente historia de ETA nos debería tener ya acostumbrados a estas salidas intempestivas hacia lo de siempre, la extorsión y el vil asesinato.
Quien más quien menos mostraba hasta hace escasas fechas su ilusión por el proceso de paz y por acabar de una vez por siempre con el terrorismo.
Pero las señales, pese a las declaraciones oficiales, cada vez eran más negras: rearme de la banda con robos de armamento, cartas extorsionadoras, rebrote de la kale borroka, etc.
Alguien con las escamas de Xabier Arzalluz ya comentó antes de este fatal desenlace, que no se podía fiar de ETA, pues ya había mentido flagrantemente en la anterior tregua, que conllevó el Pacto de Lizarra. Y es cierto, la banda además de sanguinaria, radical e intolerante, ha demostrado que no tiene ningún rubor en desdecirse o mentir pura y duramente. Ello no exime al Gobierno de responsabilidades por no haber aprendido de los errores de negociaciones / diálogos anteriores con ETA, o de haber incumplido algunos posibles compromisos o minusvalorar las amenazas de la banda por no cumplir esos posibles acuerdos y plazos.
El error de cálculo del Gobierno ha sido enorme y el presidente Zapatero ha sido dejado en cueros por la banda. Anunciando la víspera del atentado de Barajas su fe en el proceso y que cada vez estarían mejor, pese a las dificultades, ETA le ha dado una estocada de la que tardará en recuperarse. El presidente, Rubalcaba, Blanco y Eguiguren aún deben andar preguntándose quién manda realmente en ETA, si es que nos les han mentido directamente a la cara. Desde fuera, parece que cobra fuerza la posibilidad de que haya habido un reajuste en la banda, donde las 'contradicciones' han quedado resueltas por la vía de los hechos: un atentado mortal para recuperar el orden en las filas y todos vean quién manda: Txeroki.
Josu Ternera y Otegi deben estar buscando aún su dignidad por ahí. La vez anterior pasó muy parecido, Otegi parecía el Gerry Adams vasco, el interlocutor válido... nada de nada. Y al final 'donde dije digo digo diego' y ni un ápice de autocrítica o de debate interno en la izquierda abertzale.
Quien manda de verdad es el jefe militar de ETA y tradicionalmente este suele ser del sector duro, proclive a seguir atentando, al todo o nada, patria o muerte 'aberria ala hil'.
Ante esto qué hacer: Estado de Derecho e instituciones fuertes. El nacionalismo vasco, el socialismo y la derecha debe recomponer ciertas relaciones y todos asumir lo que venga del Parlamento, verdadero y único representante legítimo de la voluntad del pueblo.
Mientras el mundo de Batasuna sea incapaz de condenar la violencia para la consecución de cualquier fin político, no hay nada que hacer. Lo demás es no querer aceptar la realidad. A ETA se le han dado decenas de oportunidades para dejar las armas, negociar indultos, procedimientos parlamentarios y extraparlamentarios... pero con el que no quiere, es imposible.
A uno, ciertamente, le consta la desazón y el hartazgo de buena parte de sus propias bases con el asesinato y la extorsión. Así que, militantes y simpatizantes de Batasuna, LAB, etc: es hora del valor, de decir basta a la bestia y de plantar cara a los más descerebrados, que están sumiendo Euskadi en un valle de lágrimas y zozobra. Aski da. Es hora ya de que el liderazgo de la izquierda abertzale quede en manos de su genuino representante político y de sus movimientos sociales, eliminando de una vez por todas su expresión armada-terrorista, que tanto dolor ha causado ya a este país.