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¿De verdad que lo virtual va a derrotar al “presencialismo”?, ¿se va a sustituir en gran porcentaje el contacto directo?

​Lo presencial y lo remoto

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Hace años, cuando los libros, comenzaban a salirse de madre, digo del papel, y se iban hacia las pantallas, nos preguntábamos quiénes serían los valientes que leerían ahí libros, perdiendo la vista en las pantallas, las que por aquel entonces eran doblemente protectoras, y eso que al parecer esas luces que hacían chiribitas y empezaban a enamorarnos y a convertirnos en humanos adictivos, ya hacían estragos en las dioptrías.

Actualmente, se lee en las pantallas de todos los tamaños, se suceden los libros electrónicos, los móviles se descargan todo tipo de documentos y fue común y llamativo, antes de la pandemia, encontrar a grupos de jóvenes alineados y alienados, con la vista fija en la mini pantalla como acto de socialización (o antisocialización), despreciando por poco interesante quizá, el momento que tenían precisamente más tradicional y bucólico, en línea de la calle, del banco o de la acera.

Ahora es otra dualidad la que se presenta, habrá que inclinarse, medirla y darle solución en una báscula, si es que la primera dualidad planteada de pantallas o papel ya se libró y la ganó la pantalla, aunque el papel siempre tendrá una caterva de nostálgicos seguidores entre los que me encuentro.

Esa dualidad es la acción llevada a lo presencial o a lo remoto. ¿De verdad que lo virtual va a derrotar al “presencialismo”?, ¿se va a sustituir en gran porcentaje el contacto directo? ¿Vamos a perder por la pandemia y la costumbre, el buen trato con tenderos, dependientas, camareros, médicos, abogados, enfermeros, cuidadores, conductores de autobuses y de taxi, familiares, amigos, vecinos, profesores, etc.?

Dentro de unos años habremos conseguido un ser humano más individualista, conocedor de la tecnología a la que se ha debido tirar de golpe a su control y cuidado, como el que salta al mar embravecido y teme ahogarse, por no saber nadar apenas, pero sabe que su única salvación es estar en el agua y “tragar” tecnología.

¿Han apuntado la cantidad de plataformas que han salido en los últimos meses o se han hecho populares para que todos nos apuntemos sin comerlo ni beberlo? Tanto niños como padres, y gente de toda edad se han tirado a ese mar y nadan ya en el teletrabajo y telestudio.

Las universidades apuestan por lo presencial, con control, prevención y cuidado, y si no fuera así se encontrarán, ofertando estudios humanísticos y científicos parejos varias universidades a distancia iguales en objetivos y metodologías.

Se dice que a un niño de escuela infantil la educadora lo toma de la mano y soluciona su problema de miedo y timidez, más que si le hablas. O que un anciano agradece que le toques la mano tanto como una mirada o una sonrisa. O que el médico de familia se convierte en psicólogo aumentando la vida. El tacto importa, la cercanía es primordial, la “presencialidad” importa y será una palabra cara y exquisita. 

​Lo presencial y lo remoto

¿De verdad que lo virtual va a derrotar al “presencialismo”?, ¿se va a sustituir en gran porcentaje el contacto directo?
Nieves Fernández
miércoles, 10 de junio de 2020, 09:24 h (CET)

Hace años, cuando los libros, comenzaban a salirse de madre, digo del papel, y se iban hacia las pantallas, nos preguntábamos quiénes serían los valientes que leerían ahí libros, perdiendo la vista en las pantallas, las que por aquel entonces eran doblemente protectoras, y eso que al parecer esas luces que hacían chiribitas y empezaban a enamorarnos y a convertirnos en humanos adictivos, ya hacían estragos en las dioptrías.

Actualmente, se lee en las pantallas de todos los tamaños, se suceden los libros electrónicos, los móviles se descargan todo tipo de documentos y fue común y llamativo, antes de la pandemia, encontrar a grupos de jóvenes alineados y alienados, con la vista fija en la mini pantalla como acto de socialización (o antisocialización), despreciando por poco interesante quizá, el momento que tenían precisamente más tradicional y bucólico, en línea de la calle, del banco o de la acera.

Ahora es otra dualidad la que se presenta, habrá que inclinarse, medirla y darle solución en una báscula, si es que la primera dualidad planteada de pantallas o papel ya se libró y la ganó la pantalla, aunque el papel siempre tendrá una caterva de nostálgicos seguidores entre los que me encuentro.

Esa dualidad es la acción llevada a lo presencial o a lo remoto. ¿De verdad que lo virtual va a derrotar al “presencialismo”?, ¿se va a sustituir en gran porcentaje el contacto directo? ¿Vamos a perder por la pandemia y la costumbre, el buen trato con tenderos, dependientas, camareros, médicos, abogados, enfermeros, cuidadores, conductores de autobuses y de taxi, familiares, amigos, vecinos, profesores, etc.?

Dentro de unos años habremos conseguido un ser humano más individualista, conocedor de la tecnología a la que se ha debido tirar de golpe a su control y cuidado, como el que salta al mar embravecido y teme ahogarse, por no saber nadar apenas, pero sabe que su única salvación es estar en el agua y “tragar” tecnología.

¿Han apuntado la cantidad de plataformas que han salido en los últimos meses o se han hecho populares para que todos nos apuntemos sin comerlo ni beberlo? Tanto niños como padres, y gente de toda edad se han tirado a ese mar y nadan ya en el teletrabajo y telestudio.

Las universidades apuestan por lo presencial, con control, prevención y cuidado, y si no fuera así se encontrarán, ofertando estudios humanísticos y científicos parejos varias universidades a distancia iguales en objetivos y metodologías.

Se dice que a un niño de escuela infantil la educadora lo toma de la mano y soluciona su problema de miedo y timidez, más que si le hablas. O que un anciano agradece que le toques la mano tanto como una mirada o una sonrisa. O que el médico de familia se convierte en psicólogo aumentando la vida. El tacto importa, la cercanía es primordial, la “presencialidad” importa y será una palabra cara y exquisita. 

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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