Tal como ya hizo con la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, la dirección nacional del Partido Popular parece dispuesta a conseguir la renuncia por aburrimiento del presidente de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra, a quien desde Moncloa y Génova se afanan por maltratar todo cuanto pueden. Lo menosprecian y siembran dudas sobre su liderazgo para que sea el propio Fabra quien anuncie que no será el candidato de los populares en las autonómicas del próximo mes de mayo.
Así se las gasta Rajoy. Y por extensión, María Dolores De Cospedal, la secretaria general del PP, quien al ser preguntada el pasado día 2 de diciembre sobre las posibles candidaturas de Aguirre para la alcaldía de Madrid y de Alberto Fabra para la Generalitat Valenciana, contestó que el PP tiene “la posibilidad de elegir entre bastantes personas y eso es bueno para un partido político, que no tenga sólo una opción, y en esa tarea estamos ahora”.
Un tremendo ‘zas en toda la boca’ para el presidente de los valencianos, que se suma a una larga lista de desaires. Recordemos que tras autoproclamarse candidato en un acto de partido, De Cospedal se ha negado reiteradamente a su ratificación; que lleva mendigando una reunión urgente desde el pasado mes de julio para la que aún no hay fecha con el ministro Hacienda, Cristóbal Montoro, en la que también estaría presente la cúpula de los empresarios valencianos; que el propio Montoro ha dejado a última hora tirado y a los pies de los caballos al presidente valenciano, al decidir que no habrá nuevo sistema de financiación autonómica en la presente legislatura, y que Rajoy, que no recibe a Fabra, pone alfombra roja en Moncloa a Rita Barberá, su gran enemiga política.
No obstante, quienes lo conocen bien, aseguran que Alberto Fabra no se lo va a poner fácil a la cúpula madrileña de su partido; que va a resistir, le hagan las fechorías que le hagan, porque se ha propuesto ser el candidato del PP en las autonómicas de 2015, sea como sea. Incluso a costa de añadir nuevos episodios a su interminable lista de errores garrafales y comportamientos absurdos. La última ha sido encargar a la secretaria general de los populares valencianos, Isabel Bonig, una recogida de firmas en el partido, a fin de conseguir su proclamación como candidato. Algo que parece muy complicado porque según se decía el pasado fin de semana en el diario Las Provincias, las direcciones provinciales de Valencia y Alicante no estarían por la labor. Circunstancia que habla bien a las claras de la debilidad orgánica de Alberto Fabra, toda vez que el presidente provincial del PP en Alicante, José Ciscar, es además vicepresidente de la Generalitat Valenciana.
Fabra paga ahora muy caro su carácter sumiso y pusilánime. Cuando llegó no tuvo arrestos para pasar a cuchillo a todos los presuntos (aún le quedan tres imputados en Las Cortes Valencianas, uno de ellos Ricardo Costa, el compañero de sastre de Francisco Camps). Y tampoco para plantarse ante Madrid; prefirió decir a todo ‘sí bwana’. Y ahora comprueba que la incapacidad y la sumisión lo han acabado convirtiendo en un presidente de usar y tirar.