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Daniel Tercero

Preocupante vacío

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“Dependemos del albur y de la conjunción astral más que del talento y los programas capaces de cerrar con siete llaves el cuarto en que se esconden los fantasmas del pasado, los de la ‘memoria histórica’ y abrir de par en par las puertas de la modernidad y el progreso”. Así daba por finalizada Martín Ferrand su columna diaria de la edición de ayer en Abc. Escribía, como no podía ser de otra manera, del mal fario que los españoles tenemos con nuestros representantes políticos. Y tiene razón don Manuel.

El actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, es casi con toda seguridad el político peor preparado para el cargo, elegido democráticamente, desde la aprobación de la Constitución de 1978 y la restauración de la democracia en España. Las comparaciones entre este y los precedentes no se aguantan. Aznar, González, Calvo Sotelo o Suárez. Todos y cada uno de ellos tenían ideas, preparación, programa y, sobre todo, convicción y sentido de Estado. Unos más y otros menos, probablemente. Con aciertos y errores todos, pero íntegros y con conocimientos. No es el caso de Zapatero.

Aceptó propuestas siendo candidato a presidir el Gobierno con la única convicción de colocarse frente al entonces Gobierno de Aznar. Casos como el del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña o la derogación del Plan Hidrológico Nacional (PHN) demuestran que la actuación gubernativa se ha estado haciendo a marchas forzadas y sin planes de salida alternativos. Sin planificación. Los gestos y portadas periodísticas -como en la Galicia del Prestige o la Guerra de Iraq- se han demostrado tan solo eso: gestos. Sin contenido programático. No al PHN o no a la Guerra de Iraq, pero sin alternativas reales.

La reciente ruptura de la tregua por parte de ETA ha dejado a Zapatero con el culo al aire -si me permiten esta declaración sentimental las dos o tres lectoras que aún rondan estos lares cibernéticos-, en silencio, escondido. Han tenido que ser Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior, y José Blanco, secretario de organización del PSOE, los que rectificasen al presidente después del traspié lingüístico -uno más- de confundir (?) el significado de la palabra suspender con romper. ¿O acaso no quería romper nuestro presidente el mal llamado proceso de paz con dos muertos encima de la mesa de negociación con ETA? No puede mantenerse el (mal llamado) proceso de paz ¿o hemos olvidado que el inicio de la negociación entre ETA y el Gobierno se basaría en una inequívoca voluntad de la banda terrorista en dejar la violencia? Dejar la violencia. Madrid-Barajas T-4. 2 muertos.

No comparto la idea de la maldad en las altas esferas del Gobierno. Temo algo peor. Un preocupante vacío ideológico sin contenido ético. Sin cultura de Estado. Sin preparación para gobernar, para ejecutar las decisiones que la agenda política -nacional e internacional- marca a todo presidente de Gobierno. Y, lo que es más grave aún (o agrava lo anterior), la oposición no da muestras de estar mucho mejor preparada para tomar el relevo al frente de la Administración.

El pesimista, pero realista, texto del gran articulista Martín Ferrand de ayer -citado al principio de estas líneas- ponía el punto final con una frase lapidaria: “Es improbable conseguir lo que no se pretende”. Para ser más exactos. Imposible.

Preocupante vacío

Daniel Tercero
Daniel Tercero
jueves, 4 de enero de 2007, 21:54 h (CET)
“Dependemos del albur y de la conjunción astral más que del talento y los programas capaces de cerrar con siete llaves el cuarto en que se esconden los fantasmas del pasado, los de la ‘memoria histórica’ y abrir de par en par las puertas de la modernidad y el progreso”. Así daba por finalizada Martín Ferrand su columna diaria de la edición de ayer en Abc. Escribía, como no podía ser de otra manera, del mal fario que los españoles tenemos con nuestros representantes políticos. Y tiene razón don Manuel.

El actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, es casi con toda seguridad el político peor preparado para el cargo, elegido democráticamente, desde la aprobación de la Constitución de 1978 y la restauración de la democracia en España. Las comparaciones entre este y los precedentes no se aguantan. Aznar, González, Calvo Sotelo o Suárez. Todos y cada uno de ellos tenían ideas, preparación, programa y, sobre todo, convicción y sentido de Estado. Unos más y otros menos, probablemente. Con aciertos y errores todos, pero íntegros y con conocimientos. No es el caso de Zapatero.

Aceptó propuestas siendo candidato a presidir el Gobierno con la única convicción de colocarse frente al entonces Gobierno de Aznar. Casos como el del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña o la derogación del Plan Hidrológico Nacional (PHN) demuestran que la actuación gubernativa se ha estado haciendo a marchas forzadas y sin planes de salida alternativos. Sin planificación. Los gestos y portadas periodísticas -como en la Galicia del Prestige o la Guerra de Iraq- se han demostrado tan solo eso: gestos. Sin contenido programático. No al PHN o no a la Guerra de Iraq, pero sin alternativas reales.

La reciente ruptura de la tregua por parte de ETA ha dejado a Zapatero con el culo al aire -si me permiten esta declaración sentimental las dos o tres lectoras que aún rondan estos lares cibernéticos-, en silencio, escondido. Han tenido que ser Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior, y José Blanco, secretario de organización del PSOE, los que rectificasen al presidente después del traspié lingüístico -uno más- de confundir (?) el significado de la palabra suspender con romper. ¿O acaso no quería romper nuestro presidente el mal llamado proceso de paz con dos muertos encima de la mesa de negociación con ETA? No puede mantenerse el (mal llamado) proceso de paz ¿o hemos olvidado que el inicio de la negociación entre ETA y el Gobierno se basaría en una inequívoca voluntad de la banda terrorista en dejar la violencia? Dejar la violencia. Madrid-Barajas T-4. 2 muertos.

No comparto la idea de la maldad en las altas esferas del Gobierno. Temo algo peor. Un preocupante vacío ideológico sin contenido ético. Sin cultura de Estado. Sin preparación para gobernar, para ejecutar las decisiones que la agenda política -nacional e internacional- marca a todo presidente de Gobierno. Y, lo que es más grave aún (o agrava lo anterior), la oposición no da muestras de estar mucho mejor preparada para tomar el relevo al frente de la Administración.

El pesimista, pero realista, texto del gran articulista Martín Ferrand de ayer -citado al principio de estas líneas- ponía el punto final con una frase lapidaria: “Es improbable conseguir lo que no se pretende”. Para ser más exactos. Imposible.

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