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Opinión
Etiquetas | El arte de la guerra
Santi Benítez

¡Dios! Cómo se puede ser tan imbécil

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Permítanme, antes de empezar, pedir disculpas por haber retrasado este artículo que, claro está, tenía un contenido muy diferente al que ahora expongo. Sin embargo, bajo mi punto de vista, el atentado del día 30 en Barajas es suficiente razón para cambiar un artículo que trataba, como siempre hago en estas fechas, sobre mis buenos propósitos para el nuevo año que comienza. Tampoco voy a negar que he rehecho este artículo tres veces. La primera el mismo día 30, puede que media hora después de haber visto la noticia por televisión, pero su tono era tan poco sosegado, tan poco objetivo, que opté por no usarlo, aunque no lo deseché, como tampoco deseché el que intenté escribir al día siguiente, el mismo 31 de diciembre por la tarde, cuyo tono todavía no era lo suficientemente frío como para decidirme a publicarlo. Ahora mismo, mientras escribo, los tengo frente a mi, clavados con chinchetas en la pizarra de corcho. Hay algo que no cambia, que no quiero cambiar en ninguno de los tres. El primer pensamiento que me vino a la cabeza en el momento justo en que oí la noticia fue "¡Dios! Cómo se puede ser tan imbécil!". Y no quiero cambiarlo, porque incluso ahora, que puedo escribir de forma más sosegada, fría y objetiva, ese pensamiento se mantiene inalterado en mi cabeza "¡Dios! Cómo se puede ser tan imbécil", porque ETA ha de ser muy imbécil para desaprovechar de esta forma una de las mayores oportunidades para conseguir la paz e integrarse en la vida política normal del país vasco.

Como ser humano, como demócrata, aún mantengo la esperanza de que esta banda de asesinos haga público un comunicado en el que deje claro que sigue apostando por dejar las armas y que el atentado de la T4, en realidad, ha sido cosa de algún miembro desmadrado. Una esperanza que comenzó cuando escuché a Otegui en la rueda de prensa; pálido y ojeroso dio muestras de no tener ni idea de que había pasado. Se limitó a echar balones fuera y a, dentro de sus exiguas facultades como orador, intentar salvar la cara de la formación ilegal a la que representa diciendo que el proceso de desarme, él lo llamó "proceso de paz", no está cerrado. En parte porque el cierre del proceso de desarme de la banda significaría firmar la desaparición de batatasuna hasta los últimos límites que permita el Estado de Derecho y, segundo, porque esto lo ha cogido tan de sorpresa como al resto de la ciudadanía. Cosa que, aparte de demostrar de una vez por todas que batatasuna no es, por mucha rueda de prensa que dé, interlocutor válido con la banda de asesinos, demuestra que tampoco son portavoces válidos. El desmantelamiento del entramado económico de soporte de los asesinos los ha convertido en simples monigotes sin voz ni voto en la organización. Para batatasuna el atentado de Barajas es mucho más desastroso de lo que, a simple vista, pudiera parecer.

Si ese comunicado no se produce, no en días, en horas, por mucho que Otegui diga, significaría que la banda de asesinos piensa que puede volver al escenario previo a la "tregua". Una falacia que la sociedad en su conjunto, ciudadanos vascos incluidos, no va a permitir de ninguna de las maneras. Si en esos foros de dios, la Haine e Insurgente se quejaban de la persecución a los asesinos y que el peso de la ley cayera en sus costillas, ahora no habrá vuelta atrás, aunque los asesinos juraran y perjuraran en el futuro que quieren dejar las armas. En esta escena macabra de sin sentido absoluto que se ha producido, sino se hace público ese comunicado, sólo habrá un culpable, como no puede ser de otra manera. Sólo se puede culpar a aquel que usa el asesinato como argumento político en una democracia, aquel que asesina cobardemente y con alevosía a ciudadanos cuyo único crimen ha sido creer en la posibilidad de acabar con la violencia de una vez por todas. La culpa no es del PP, con sus machadas a lo John Wayne, ni del gobierno que siempre ha esperado, al igual que la ciudadanía, el anuncio de cualquier gesto, más allá de un simple comunicado de "tregua". La culpa es de ETA, que, simplemente, ha demostrado no estar a la altura de las circunstancias, que ha demostrado ser un anacronismo insoportable en los tiempos que vivimos y absolutamente prescindible para la inmensa mayoría de lo vascos, a los que la banda de asesinos dicen representar con sus diatribas. Si ese comunicado no se produce aquellos que aún hoy siguen apostando por el diálogo con los asesinos tendrán que replantearse si todavía quieren que los ciudadanos sigamos creyendo que frente al asesinato existe alguna otra solución que el más absoluto imperio del Estado de Derecho y la persecución sin tregua del asesino hasta los últimos límites de la ley, y lo que es peor, cómo demonios nos van a convencer de ello.

Siempre he sido muy claro en cuanto a que pienso respecto a estos animales de bellota y a aquellos que los defienden. También he sido muy claro en cuanto a que pensaba sobre esta "tregua", que siempre he visto como una oportunidad sin parangón para que la normalidad política alcanzara del todo a la ciudadanía vasca y desapareciera, por fin, la espada de Damocles del miedo de la escena vasca. Ni este salvaje atentado, ni lo que he dicho en conjunto en este artículo me ciega tanto como para no darme cuenta de que los buitres como Alcaraz y aquellos que se aprovechan de las víctimas del terrorismo para subirse al carro de la supuesta "indignación", banderita del buitre, yugo y flechitas en ristre, no representan, ni de lejos, al conjunto de la ciudadanía española. Nadie se cree que este atentado sea culpa de cualquier otra persona que del hijo de perra que hizo explosionar la bomba y de todo aquello que representa. Quiero ser claro con esto también. No existe diferencia entre aquel que puso la bomba y aquellos que utilizan el atentado como forma de conseguir rédito político. No sé si me entiende, señor Alcaraz, porque se lo puedo decir más alto, pero no más claro. Pero no queda ahí la cosa, del otro lado, un lado que me da vergüenza ajena como persona de izquierdas que soy, Carlos Tena, con su acostumbrado sin sentido cicatero a lo Jiménez LoSantos, y con exacta irresponsabilidad, ha llegado a decir que la culpa de esto es de los demócratas. Más que sorprenderme, su cicatería me ha encendido. Hay que ser muy despreciable para echar la culpa de un atentando a la democracia, en vez de a aquellos que ponen la bomba y la hacen explosionar. En esto Carlos Tena no se diferencia en lo más mínimo de aquellos que encubren, ayudan, les hacen propaganda y defienden a los asesinos. Tampoco me extraña, puestos a perder el norte, él y Alcaraz eran los llamados a ello. Mismos perros, diferentes collares.

Sin embargo, me he encontrado con un texto en forma de carta escrita del Profesor César Arrondo, que llegó a mis manos por intermedio de Miguel Ugarte y su lista de correo. En el que, si bien me es imposible estar de acuerdo en todo lo que expone, sí quiere, o así lo entiendo yo, dejar constancia de que incluso los sectores más radicales del nacionalismo vasco desean que ETA desaparezca para que, a su vez, desaparezcan aquellos impedimentos que posponen el normal funcionamiento de la vida política vasca a través del chantaje que supone la amenaza de la violencia y el sin sentido de una sangría que no parece tener fin. Si eso es cierto, y por lo poco que he leído del Profesor Arrondo no suele sacar las cosas de quicio en sus escritos, quizás esas mismas fuerzas políticas de las que habla deberían dejárselo tan claro en el día a día a ETA y a su entorno. Si es así, tal vez los propios vascos que forman parte de esas fuerzas políticas que nombra el profesor Arrondo deberían decir con más claridad y contundencia "Ya está bien".

Porque, por lo menos a mi, como ser humano, como demócrata y como persona de izquierdas, no me quedan fuerzas para seguir repitiendo "Ya está bien". Ahora les toca a ustedes.

Buenas noches, y buena suerte...

¡Dios! Cómo se puede ser tan imbécil

Santi Benítez
Santi Benítez
miércoles, 3 de enero de 2007, 22:29 h (CET)
Permítanme, antes de empezar, pedir disculpas por haber retrasado este artículo que, claro está, tenía un contenido muy diferente al que ahora expongo. Sin embargo, bajo mi punto de vista, el atentado del día 30 en Barajas es suficiente razón para cambiar un artículo que trataba, como siempre hago en estas fechas, sobre mis buenos propósitos para el nuevo año que comienza. Tampoco voy a negar que he rehecho este artículo tres veces. La primera el mismo día 30, puede que media hora después de haber visto la noticia por televisión, pero su tono era tan poco sosegado, tan poco objetivo, que opté por no usarlo, aunque no lo deseché, como tampoco deseché el que intenté escribir al día siguiente, el mismo 31 de diciembre por la tarde, cuyo tono todavía no era lo suficientemente frío como para decidirme a publicarlo. Ahora mismo, mientras escribo, los tengo frente a mi, clavados con chinchetas en la pizarra de corcho. Hay algo que no cambia, que no quiero cambiar en ninguno de los tres. El primer pensamiento que me vino a la cabeza en el momento justo en que oí la noticia fue "¡Dios! Cómo se puede ser tan imbécil!". Y no quiero cambiarlo, porque incluso ahora, que puedo escribir de forma más sosegada, fría y objetiva, ese pensamiento se mantiene inalterado en mi cabeza "¡Dios! Cómo se puede ser tan imbécil", porque ETA ha de ser muy imbécil para desaprovechar de esta forma una de las mayores oportunidades para conseguir la paz e integrarse en la vida política normal del país vasco.

Como ser humano, como demócrata, aún mantengo la esperanza de que esta banda de asesinos haga público un comunicado en el que deje claro que sigue apostando por dejar las armas y que el atentado de la T4, en realidad, ha sido cosa de algún miembro desmadrado. Una esperanza que comenzó cuando escuché a Otegui en la rueda de prensa; pálido y ojeroso dio muestras de no tener ni idea de que había pasado. Se limitó a echar balones fuera y a, dentro de sus exiguas facultades como orador, intentar salvar la cara de la formación ilegal a la que representa diciendo que el proceso de desarme, él lo llamó "proceso de paz", no está cerrado. En parte porque el cierre del proceso de desarme de la banda significaría firmar la desaparición de batatasuna hasta los últimos límites que permita el Estado de Derecho y, segundo, porque esto lo ha cogido tan de sorpresa como al resto de la ciudadanía. Cosa que, aparte de demostrar de una vez por todas que batatasuna no es, por mucha rueda de prensa que dé, interlocutor válido con la banda de asesinos, demuestra que tampoco son portavoces válidos. El desmantelamiento del entramado económico de soporte de los asesinos los ha convertido en simples monigotes sin voz ni voto en la organización. Para batatasuna el atentado de Barajas es mucho más desastroso de lo que, a simple vista, pudiera parecer.

Si ese comunicado no se produce, no en días, en horas, por mucho que Otegui diga, significaría que la banda de asesinos piensa que puede volver al escenario previo a la "tregua". Una falacia que la sociedad en su conjunto, ciudadanos vascos incluidos, no va a permitir de ninguna de las maneras. Si en esos foros de dios, la Haine e Insurgente se quejaban de la persecución a los asesinos y que el peso de la ley cayera en sus costillas, ahora no habrá vuelta atrás, aunque los asesinos juraran y perjuraran en el futuro que quieren dejar las armas. En esta escena macabra de sin sentido absoluto que se ha producido, sino se hace público ese comunicado, sólo habrá un culpable, como no puede ser de otra manera. Sólo se puede culpar a aquel que usa el asesinato como argumento político en una democracia, aquel que asesina cobardemente y con alevosía a ciudadanos cuyo único crimen ha sido creer en la posibilidad de acabar con la violencia de una vez por todas. La culpa no es del PP, con sus machadas a lo John Wayne, ni del gobierno que siempre ha esperado, al igual que la ciudadanía, el anuncio de cualquier gesto, más allá de un simple comunicado de "tregua". La culpa es de ETA, que, simplemente, ha demostrado no estar a la altura de las circunstancias, que ha demostrado ser un anacronismo insoportable en los tiempos que vivimos y absolutamente prescindible para la inmensa mayoría de lo vascos, a los que la banda de asesinos dicen representar con sus diatribas. Si ese comunicado no se produce aquellos que aún hoy siguen apostando por el diálogo con los asesinos tendrán que replantearse si todavía quieren que los ciudadanos sigamos creyendo que frente al asesinato existe alguna otra solución que el más absoluto imperio del Estado de Derecho y la persecución sin tregua del asesino hasta los últimos límites de la ley, y lo que es peor, cómo demonios nos van a convencer de ello.

Siempre he sido muy claro en cuanto a que pienso respecto a estos animales de bellota y a aquellos que los defienden. También he sido muy claro en cuanto a que pensaba sobre esta "tregua", que siempre he visto como una oportunidad sin parangón para que la normalidad política alcanzara del todo a la ciudadanía vasca y desapareciera, por fin, la espada de Damocles del miedo de la escena vasca. Ni este salvaje atentado, ni lo que he dicho en conjunto en este artículo me ciega tanto como para no darme cuenta de que los buitres como Alcaraz y aquellos que se aprovechan de las víctimas del terrorismo para subirse al carro de la supuesta "indignación", banderita del buitre, yugo y flechitas en ristre, no representan, ni de lejos, al conjunto de la ciudadanía española. Nadie se cree que este atentado sea culpa de cualquier otra persona que del hijo de perra que hizo explosionar la bomba y de todo aquello que representa. Quiero ser claro con esto también. No existe diferencia entre aquel que puso la bomba y aquellos que utilizan el atentado como forma de conseguir rédito político. No sé si me entiende, señor Alcaraz, porque se lo puedo decir más alto, pero no más claro. Pero no queda ahí la cosa, del otro lado, un lado que me da vergüenza ajena como persona de izquierdas que soy, Carlos Tena, con su acostumbrado sin sentido cicatero a lo Jiménez LoSantos, y con exacta irresponsabilidad, ha llegado a decir que la culpa de esto es de los demócratas. Más que sorprenderme, su cicatería me ha encendido. Hay que ser muy despreciable para echar la culpa de un atentando a la democracia, en vez de a aquellos que ponen la bomba y la hacen explosionar. En esto Carlos Tena no se diferencia en lo más mínimo de aquellos que encubren, ayudan, les hacen propaganda y defienden a los asesinos. Tampoco me extraña, puestos a perder el norte, él y Alcaraz eran los llamados a ello. Mismos perros, diferentes collares.

Sin embargo, me he encontrado con un texto en forma de carta escrita del Profesor César Arrondo, que llegó a mis manos por intermedio de Miguel Ugarte y su lista de correo. En el que, si bien me es imposible estar de acuerdo en todo lo que expone, sí quiere, o así lo entiendo yo, dejar constancia de que incluso los sectores más radicales del nacionalismo vasco desean que ETA desaparezca para que, a su vez, desaparezcan aquellos impedimentos que posponen el normal funcionamiento de la vida política vasca a través del chantaje que supone la amenaza de la violencia y el sin sentido de una sangría que no parece tener fin. Si eso es cierto, y por lo poco que he leído del Profesor Arrondo no suele sacar las cosas de quicio en sus escritos, quizás esas mismas fuerzas políticas de las que habla deberían dejárselo tan claro en el día a día a ETA y a su entorno. Si es así, tal vez los propios vascos que forman parte de esas fuerzas políticas que nombra el profesor Arrondo deberían decir con más claridad y contundencia "Ya está bien".

Porque, por lo menos a mi, como ser humano, como demócrata y como persona de izquierdas, no me quedan fuerzas para seguir repitiendo "Ya está bien". Ahora les toca a ustedes.

Buenas noches, y buena suerte...

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