La Universidad actual, renegando de su pasado medieval y humanista, se ha convertido con el beneplácito y la instigación de los poderes públicos, en un enorme centro de formación de obreros cualificados.

La dictadura que la gélida economía ejerce sobre nuestras vidas, ha dirigido a la Universidad contemporánea hacia el desprestigio de las enseñanzas de humanidades, aquellas mismas que dieron sentido a la Universidad, dando de lado a la transmisión de la cultura, misión principal de esta institución, junto a la enseñanza de profesiones y al progreso técnico.

Una vez dirigida la investigación científica según los intereses económicos y políticos, las carreras fueron especializándose para responder de forma más adecuada al mercado laboral, arrinconando a la cultura en un lugar incómodo.

Esta especialización da origen a técnicos preparados únicamente para ejercer su labor dentro de un determinado campo y se desprecian los primeros fines de la Universidad, es decir, dotar al individuo de armas para entender el mundo que le rodea y, fundamentalmente, ayudarle a crear un pensamiento crítico y propio.