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“La intensidad política democrática vs la intensidad autoritaria, como opciones, y en el medio la condición sine qua nom de la pandemia va a depender mucho de la calidad de liderazgo”

Péndulo de tentación. El rasgo autoritario en América latina como atajo ante el Covid-19

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La Democracia no es estática, no es algo de laboratorio – aunque haya iluminados y concepciones que la vean así para la convalidación de intereses -. La democracia es constituida y reconstruida históricamente. Es por ello que cada sociedad, según sus propias características y posibilidades, así como tambien por el acervo de los procesos históricos, la organiza a su manera. En el caso de nuestra región, con grandes diferencias entre países, tiene características particulares que le son propias, los procesos históricos a los que podamos hacer referencia le imprimen una cuota de determinismo. Esto, lejos de ser algo positivo termina siendo funcional a un acostumbramiento que por lo general se impone de afuera.

En este sentido, la Democracia en América latina, y porque los procesos históricos han aleccionado a sus gentes, posee lo que en este trabajo denominaré mecanismo de convalidación de la fortaleza democrática. Para nuestro caso, y en el contexto de la pandemia del Covid-19, el mecanismo más fuerte y a favor es la cultura democrática. Muchos de los trabajos que he escrito últimamente , es decir, artículos, estuvieron centrados en poder seguir una línea de estudio que analizara al fascismo, circunscribiéndome a abordajes teóricos para convalidar las propias ponencias. En este caso, he optado por un trabajo a menos: no aturdir al lector con disquisiones teóricas de otros autores o el desvió de la vista hacia las citas de autoridad, y si poder ofrecer un marco reflexivo común de debate real, pero sencillo y accesible.



A pesar de cierto pendulismo, a pesar de muchas conquistas, nuestra Democracia en américa latina es fuerte. Pero el planteo de fondo, a esta fortaleza, es sí en realidad no podríamos detenernos advertir un vació que la debilita. En el contexto que nos atraviesa el péndulo del autoritarismo va y viene; y en cada región que nos detengamos, a la raíz de las lecturas recientes sobre las coyunturas que ofrece la pandemia en países como Brasil, México, más recientemente la situación de Chile o países de Centro América con estados débiles, se muestra como atajo seductor.

¿Cuáles son los escenarios de esta epidemia para Latinoamérica? La intensidad de la propagación del virus es directamente proporcional al nivel de globalización que tienen las diferentes regiones. Y en América latina está recién empezando. La intensidad política democrática vs la intensidad autoritaria, como opciones, y en el medio la condición sine qua nom de la pandemia va a depender mucho de la calidad de liderazgo y de cuán fuerte sea el Estado en cada país. En América Latina, no todos los Estados tienen la capacidad de controlar todo su territorio; depende también de la coordinación entre diferentes instituciones y la calidad de los recursos. Otro punto débil es la cantidad de recursos fiscales disponibles. Lo único que atraviesa a todos es la forma en que se administre el sistema político nacional.

Una cosa interesante que ha pasado en estos días es que el presidente de Perú, que no tiene un Estado fuerte, ha resultado muy bueno, competente y ha tomado esta crisis con seriedad. No obstante, el péndulo del autoritarismo y su atajo está lejos de poder consolidarse, mientras que en relación al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el de Brasil, Jair Bolsonaro, hay un rasgo común que es un rechazo a la evidencia y a la ciencia. Es algo que comparten los populistas, independientemente de si son de derecha o izquierda. Sin embargo, hay diferencias. La fragilidad de Bolsonaro es mayor que la de López Obrador. Bolsonaro controla una coalición variopinta y tiene una pequeña parte del Congreso de su lado, lo cual difiere con Amlo que tiene un control más fuerte del sistema político. Pero si siguen actuando reticentes a la ciencia, sus pueblos van a sufrir, y cómo estamos hablando de los dos países más grandes de América latina, sería una catástrofe para toda la región.

En lo que mejor se puede apreciar al péndulo del atajo del autoritarismo es en los estados más débiles, porque allí la cuestión económica es la vía limpia donde poder articular medidas sin necesidad de consenso es una condición, como dijimos determinista. Una de las cosas que estamos viendo es una tendencia a aplicar y extender muy alegremente los poderes de emergencia, aprovechando el estado de excepción parafraseando a Jean Luc Nancy.

En situaciones así, la gente busca el abrazo paternal de la figura autoritaria para sentirse protegida. Por eso es tan importante de tener instituciones que bajen la incertidumbre como son los Estados de Bienestar que tienen una red de protección social, o instituciones capaces de controlar la violencia que es una fuente de ansiedad muy fuerte. Si las democracias no son capaces de controlar la ansiedad social, la tentación autoritaria se vuelve muy fuerte. El problema es que las restricciones a las libertades fundamentales tienden a quedarse en un contexto donde hay una cultura autoritaria.

En regiones como la muestra, donde dijimos que la democracia no es estática, y donde muchos procesos históricos estan abiertos, sobre todo en el ejercicio de la memoria, ¿por qué la opción autoritaria es tan tentadora? El atajo que ofrece el péndulo autoritario es más fácil que el democrático. Porque el último implica resolver temas complicados como los tributarios. Sin ingresos, no es posible tener un Estado fuerte. Implica también fortalecer el Estado de derecho. Son cambios muy grandes, pero el camino democrático es más exitoso en el largo plazo. El riesgo es que muchos países opten por el atajo, ya que aprovechando las medidas del contexto, no tendrían por qué responder, ergo, a los procesos que históricamente siguen abiertos.

Quizás, y porque su mención nos remite a sostener mejor la hipótesis, la situación de Venezuela es la que mejor ha servido a éste péndulo, que dicho sea de paso no empezó a jugar ni bien “llegada” la pandemia. Su ir y venir ya se había mostrado en aspectos trascendentes como la elección de Bolsonaro, la situación de Chile a fines de 2019, el triunfo de Alberto Fernández en Argentina y otros más en la región. El péndulo ya estaba funcionando. Lo que lo evidencia ahora una de sus peores caras. En efecto, la situación de Venezuela es que está en crisis hace rato. Ante este tipo de situaciones tienes tres opciones: salir, expresar su disconformidad o conformarse. Los venezolanos han en gran parte optado por irse. Y esto se convirtió en una válvula de seguridad para el gobierno, que solo se deberá concentrar en la comodidad de gobernar (recordemos que el FMI le negó un préstamo a Maduro, los precios del crudo se derrumbaron, ¿Pero China y Rusia no le podrían prestar), y de los gobiernos de la región, que deberán cerrase a la posibilidad de flexibilizar la permeabilidad de las fronteras. Situación que por ahora es estable.

El único factor que podrá ayudarnos en el movimiento de este péndulo, que va y viene entre lo autoritario y lo democrático, cubriendo toda la región, es la cultura democrática. En algunos lugares se observan grandes adelantos en pos de prevenir la salud, pero en otros ha habido grandes retrocesos en las libertades públicas. En algunos países esta cultura no existe. Sin embargo, la sociedad civil que no se deje vencer por el miedo, que esté consciente de la importancia de proteger las libertades democráticas estará mejor contenida. Para culminar, y para dar un ejemplo, México, tiene una sociedad civil muy movilizada que es un peso importante ante cualquier pretensión autoritaria.

Hoy la democracia esta replanteada en un sistema político que tiene reminiscencias de viejas formas de representación (liderazgos fuertes y carismáticos por ejemplo) y ciudadanos con nuevas capacidades y posibilidades de representarse a sí mismos. Si estas ideas chocaran y se agrandara una diferencia en cuanto concepción del péndulo, el choque sería inmenso, resultando formas de Estado y de la sociedad totalmente distanciadas y vaciadas de actitud democrática. Si algunos modelos tradicionales de organización de la democracia han perdido gran parte de su legitimidad, ante todo de su capacidad para responder a las demandas, necesitamos empezar a pensar, a diseñar confianza en la Democracia. Esta necesidad, debe nacer de aquello que se encuentra en el centro mismo de la organización de la política democrática: el poder.



Péndulo de tentación. El rasgo autoritario en América latina como atajo ante el Covid-19

“La intensidad política democrática vs la intensidad autoritaria, como opciones, y en el medio la condición sine qua nom de la pandemia va a depender mucho de la calidad de liderazgo”
Cristian Iván Da Silva
lunes, 25 de mayo de 2020, 09:48 h (CET)

La Democracia no es estática, no es algo de laboratorio – aunque haya iluminados y concepciones que la vean así para la convalidación de intereses -. La democracia es constituida y reconstruida históricamente. Es por ello que cada sociedad, según sus propias características y posibilidades, así como tambien por el acervo de los procesos históricos, la organiza a su manera. En el caso de nuestra región, con grandes diferencias entre países, tiene características particulares que le son propias, los procesos históricos a los que podamos hacer referencia le imprimen una cuota de determinismo. Esto, lejos de ser algo positivo termina siendo funcional a un acostumbramiento que por lo general se impone de afuera.

En este sentido, la Democracia en América latina, y porque los procesos históricos han aleccionado a sus gentes, posee lo que en este trabajo denominaré mecanismo de convalidación de la fortaleza democrática. Para nuestro caso, y en el contexto de la pandemia del Covid-19, el mecanismo más fuerte y a favor es la cultura democrática. Muchos de los trabajos que he escrito últimamente , es decir, artículos, estuvieron centrados en poder seguir una línea de estudio que analizara al fascismo, circunscribiéndome a abordajes teóricos para convalidar las propias ponencias. En este caso, he optado por un trabajo a menos: no aturdir al lector con disquisiones teóricas de otros autores o el desvió de la vista hacia las citas de autoridad, y si poder ofrecer un marco reflexivo común de debate real, pero sencillo y accesible.



A pesar de cierto pendulismo, a pesar de muchas conquistas, nuestra Democracia en américa latina es fuerte. Pero el planteo de fondo, a esta fortaleza, es sí en realidad no podríamos detenernos advertir un vació que la debilita. En el contexto que nos atraviesa el péndulo del autoritarismo va y viene; y en cada región que nos detengamos, a la raíz de las lecturas recientes sobre las coyunturas que ofrece la pandemia en países como Brasil, México, más recientemente la situación de Chile o países de Centro América con estados débiles, se muestra como atajo seductor.

¿Cuáles son los escenarios de esta epidemia para Latinoamérica? La intensidad de la propagación del virus es directamente proporcional al nivel de globalización que tienen las diferentes regiones. Y en América latina está recién empezando. La intensidad política democrática vs la intensidad autoritaria, como opciones, y en el medio la condición sine qua nom de la pandemia va a depender mucho de la calidad de liderazgo y de cuán fuerte sea el Estado en cada país. En América Latina, no todos los Estados tienen la capacidad de controlar todo su territorio; depende también de la coordinación entre diferentes instituciones y la calidad de los recursos. Otro punto débil es la cantidad de recursos fiscales disponibles. Lo único que atraviesa a todos es la forma en que se administre el sistema político nacional.

Una cosa interesante que ha pasado en estos días es que el presidente de Perú, que no tiene un Estado fuerte, ha resultado muy bueno, competente y ha tomado esta crisis con seriedad. No obstante, el péndulo del autoritarismo y su atajo está lejos de poder consolidarse, mientras que en relación al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el de Brasil, Jair Bolsonaro, hay un rasgo común que es un rechazo a la evidencia y a la ciencia. Es algo que comparten los populistas, independientemente de si son de derecha o izquierda. Sin embargo, hay diferencias. La fragilidad de Bolsonaro es mayor que la de López Obrador. Bolsonaro controla una coalición variopinta y tiene una pequeña parte del Congreso de su lado, lo cual difiere con Amlo que tiene un control más fuerte del sistema político. Pero si siguen actuando reticentes a la ciencia, sus pueblos van a sufrir, y cómo estamos hablando de los dos países más grandes de América latina, sería una catástrofe para toda la región.

En lo que mejor se puede apreciar al péndulo del atajo del autoritarismo es en los estados más débiles, porque allí la cuestión económica es la vía limpia donde poder articular medidas sin necesidad de consenso es una condición, como dijimos determinista. Una de las cosas que estamos viendo es una tendencia a aplicar y extender muy alegremente los poderes de emergencia, aprovechando el estado de excepción parafraseando a Jean Luc Nancy.

En situaciones así, la gente busca el abrazo paternal de la figura autoritaria para sentirse protegida. Por eso es tan importante de tener instituciones que bajen la incertidumbre como son los Estados de Bienestar que tienen una red de protección social, o instituciones capaces de controlar la violencia que es una fuente de ansiedad muy fuerte. Si las democracias no son capaces de controlar la ansiedad social, la tentación autoritaria se vuelve muy fuerte. El problema es que las restricciones a las libertades fundamentales tienden a quedarse en un contexto donde hay una cultura autoritaria.

En regiones como la muestra, donde dijimos que la democracia no es estática, y donde muchos procesos históricos estan abiertos, sobre todo en el ejercicio de la memoria, ¿por qué la opción autoritaria es tan tentadora? El atajo que ofrece el péndulo autoritario es más fácil que el democrático. Porque el último implica resolver temas complicados como los tributarios. Sin ingresos, no es posible tener un Estado fuerte. Implica también fortalecer el Estado de derecho. Son cambios muy grandes, pero el camino democrático es más exitoso en el largo plazo. El riesgo es que muchos países opten por el atajo, ya que aprovechando las medidas del contexto, no tendrían por qué responder, ergo, a los procesos que históricamente siguen abiertos.

Quizás, y porque su mención nos remite a sostener mejor la hipótesis, la situación de Venezuela es la que mejor ha servido a éste péndulo, que dicho sea de paso no empezó a jugar ni bien “llegada” la pandemia. Su ir y venir ya se había mostrado en aspectos trascendentes como la elección de Bolsonaro, la situación de Chile a fines de 2019, el triunfo de Alberto Fernández en Argentina y otros más en la región. El péndulo ya estaba funcionando. Lo que lo evidencia ahora una de sus peores caras. En efecto, la situación de Venezuela es que está en crisis hace rato. Ante este tipo de situaciones tienes tres opciones: salir, expresar su disconformidad o conformarse. Los venezolanos han en gran parte optado por irse. Y esto se convirtió en una válvula de seguridad para el gobierno, que solo se deberá concentrar en la comodidad de gobernar (recordemos que el FMI le negó un préstamo a Maduro, los precios del crudo se derrumbaron, ¿Pero China y Rusia no le podrían prestar), y de los gobiernos de la región, que deberán cerrase a la posibilidad de flexibilizar la permeabilidad de las fronteras. Situación que por ahora es estable.

El único factor que podrá ayudarnos en el movimiento de este péndulo, que va y viene entre lo autoritario y lo democrático, cubriendo toda la región, es la cultura democrática. En algunos lugares se observan grandes adelantos en pos de prevenir la salud, pero en otros ha habido grandes retrocesos en las libertades públicas. En algunos países esta cultura no existe. Sin embargo, la sociedad civil que no se deje vencer por el miedo, que esté consciente de la importancia de proteger las libertades democráticas estará mejor contenida. Para culminar, y para dar un ejemplo, México, tiene una sociedad civil muy movilizada que es un peso importante ante cualquier pretensión autoritaria.

Hoy la democracia esta replanteada en un sistema político que tiene reminiscencias de viejas formas de representación (liderazgos fuertes y carismáticos por ejemplo) y ciudadanos con nuevas capacidades y posibilidades de representarse a sí mismos. Si estas ideas chocaran y se agrandara una diferencia en cuanto concepción del péndulo, el choque sería inmenso, resultando formas de Estado y de la sociedad totalmente distanciadas y vaciadas de actitud democrática. Si algunos modelos tradicionales de organización de la democracia han perdido gran parte de su legitimidad, ante todo de su capacidad para responder a las demandas, necesitamos empezar a pensar, a diseñar confianza en la Democracia. Esta necesidad, debe nacer de aquello que se encuentra en el centro mismo de la organización de la política democrática: el poder.



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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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