Un año más que se termina. Toca tirar calendarios y agendas y comenzar a buscar nuevos propósitos que (in)cumplir en 2007. ¿Se imaginan que cumpliéramos lo que nos proponemos cada 31 de diciembre? Estaríamos todos más delgados, haríamos más deporte, conservaríamos más amigos y leeríamos mucho más. Es lo que tienen las promesas que uno se hace a sí mismo: si se incumplen, siempre se perdonan.
Lo más conveniente para tratar de cumplir los propósitos es buscar algún cómplice, alguien que te obligue moralmente, que te recuerde constantemente cómo dijiste que querías ser y cómo eres realmente. Una conciencia externa. Por eso, de cara al 2007, me he tomado la libertad de hacer una lista de propósitos colectivos, para la sociedad que compartimos, para todos. Quizás, releyéndolos, podamos acordarnos de cómo queremos ser. Empiezo:
El fin del terrorismo en España y en el mundo; que nadie pase hambre; que se acabe la violencia -de género, escolar, doméstica, callejera y todos los apellidos que ustedes le quieran poner-; la igualdad entre las personas, sin discriminaciones ni cuotas; vivienda digna y asequible; respeto para todos; que los ladrones vayan a la cárcel y devuelvan lo robado; que todos los niños vayan a la escuela y que, además, allí aprendan; que no lleguen más pateras porque nadie tenga que huir de su tierra… Bueno, bueno, mejor paro que para un año ya es bastante.
La lista que he hecho –no me ha llevado mucho tiempo- es ampliable: incluya todo lo que se le ocurra. Que cumplamos estos propósitos depende de todos. De los gobiernos, de los ciudadanos, de las empresas, de los jueces… De usted y de mí. A ver si por una vez nos hacemos caso.