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“Ni en Estados Unidos, ni en Alemania, ni en el Reino Unido, ni en Francia, ni en ningún otro país normal sufren esa alergia que padece aquí la izquierda no sólo con la Historia de España sino hasta con el himno y la bandera.” J.Mª Aznar

​El exhibir la bandera nacional ¿una infracción administrativa?

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Bien, señores, hubo un tiempo en el que todo ciudadano decente, mínimamente patriota, con sentido claro de lo que era la nación española, era capaz de identificarse con sus símbolos, estimar el significado de la bandera nacional como señal de la unidad de toda España, entender que no se trataba de un mero trozo de tela de varios colores emblemáticos, sino que tiene (para todos aquellos que somos capaces de darle un significado simbólico) un excitante sentimental, un recordatorio patriótico y una representatividad de lo que significa el conjunto de la nación española y de todos los ciudadanos que la integran, capaz de despertar en nuestro fuero interno verdaderas oleadas de solidaridad, compañerismo, ayuda, avenencia y compromiso, como se ha demostrado a través de la Historia y de las gestas llevadas a cabo por tantos españoles que siempre se han guarecido bajo la bandera y, cuando ha sido necesario, han sabido morir por ella.

No podemos evitar, porque es superior a nuestra capacidad de entendimiento y comprensión, el sentir un irreprimible sentimiento de envidia, de sana envidia, de admiración y de respeto hacia aquellos ciudadanos de otros países que, fueren cuales fueren sus ideas políticas, su color, su rol en la sociedad, su situación económica, ya fueren urbanitas o campesinos u hombres o mujeres, sin embargo, todos ellos sienten un gran respeto, una veneración y una estima por su enseña nacional, hasta tal punto que nunca se pone en cuestión, en sus diferencias políticas, en sus reclamaciones y desencuentros, la posibilidad de exhibirla en cualquiera de sus propias moradas, en sus fiestas, en sus vestimentas o en cualquier manifestación pública, sin que nadie se sienta molesto por ello, lo considere un desacato, piense que es un insulto hacia sus ideas o sea capaz de atentar contra ella. Países como los EE.UU, Francia, el Reino Unido o la misma Italia tienen a orgullo el respeto por su insignia nacional, sin que a ninguna autoridad se le ocurra poner cortapisas a su uso, fuere en los domicilios particulares, en sus coches o en cualquier manifestación pública del signo que fuere. Forma parte, indudablemente, del acervo de cualquier ciudadano que tiene el derecho a hacer uso de un símbolo nacional del que todos se enorgullecen.

En contraste, como contrapunto a lo que suele ser común en casi todas las naciones, en nuestra nación, seguramente por aquello de que Spain it’s different , sin que podamos entender a qué se debe o cuál es, verdaderamente, el motivo de esa desafección contra nuestra bandera o los sentimientos de odio que pudieran despertar en alguna parte de nuestra sociedad, ni las causas políticas que pudieran motivar actitudes tan negativas respeto a nuestros símbolos nacionales; sin embargo la realidad, la evidencia de que sectores importante de nuestra ciudadanía y de que existen algunos políticos especialmente molestos por que hagamos uso de nuestra bandera nacional, la respetemos e, incluso, la tomemos como algo que nos pertenece y que forma parte de nuestro patrimonio espiritual, que, en consecuencia, ponen todos sus esfuerzos, sus influencias y los medios de que disponen para luchar contra el uso común de nuestra bandera, intenten prohibirlo y tengan la osadía de impedir e, incluso, sancionar a cualquier ciudadanos que la lleve consigo, la exhiba por la calle o, simplemente, lleve un pin con los colores nacionales.

Y es tal el desconcierto, la contradicción, la desfachatez y la cara dura de estas personas o colectivos que, no obstante, cuando ellos lo consideran conveniente porque les favorezca a sus fines ideológicos o electorales, no tienen el menor inconveniente en exhibir, sin ningún tipo de reservas, banderas inconstitucionales de la república o banderas comunistas con la hoz y el martillo o banderas separatistas, como sucede en Cataluña con la estelada y la estrella característica de la revolución cubana, de quienes la han imitado. Estos día pasados, en una manifestación en coche, los manifestantes exhibieron bandera españolas, las reglamentarias, y fueron recriminados por la policía municipal y sancionados por lo que, según aquellas autoridades municipales, constituía un motivo de denuncia administrativa, sin que ninguno de ellos supiera, aparte de balbucear, manifestar con claridad y conocimiento cuál era el delito o la infracción administrativa por circular con la bandera nacional.

Y es que hemos entrado en una nueva fase, una peligrosa y trascendental etapa de nuestra historia, un extraño y revolucionario intento de darle el cambiazo a nuestra actual democracia parlamentaria, un movimiento de una parte, seguramente marginal pero muy influyente, el resultado de un sistema electoral que desprecia el significado de cada voto para favorecer a las minorías que, en lugar de respetar a los partidos más votados para que fueran ellos los que gobernaran, lo que han conseguido es que, mediante el método D’Hont, los partidos que consiguen menos votos puedan salir beneficiados por sus reglas; lo que ha venido dando lugar a que, mediante lo que se pudieran denominar como “gobiernos frankestein”, los españoles acabemos, como es el caso actual, siendo gobernados por un partido comunista que apenas representa a una parte exigua de nuestra sociedad. Pero, no contentos con estar en manos de comunistas o filocomunistas, como son en la actualidad los socialistas dirigidos por Pedro Iglesias, tendremos que bregar con otra facción que, aparte de no respetar las reglas democráticas, de actuar impunemente despreciando las sentencias de nuestros tribunales de justicia, lo que están pretendiendo es conseguir que una de las regiones españolas situadas al Este de la península, Cataluña, se independice de España y, para más INRI, que se les den facilidades en su proceso hacia tal ignominioso fin.

En este estado de cosas no nos queda otro remedio que empezar a preguntarnos ¿qué está pasando con aquellos millones de españoles que, durante años, estuvieron votando a partidos conservadores y que ahora no se los ve por ninguna parte, ni se oyen sus quejas ni salen a las calles para hacerse notar cuando, precisamente, las circunstancias son las peores para nuestro país y sus gobernantes amenazan con acabar con nuestra democracia y sistema de gobierno?, ¿Qué pasa que hace semanas, si no meses, que no sabemos una palabra de la actividad del Rey?

¿Acaso está enclaustrado y sometido a una censura férrea por parte del actual Gobierno o es que, como pasó con su abuelo Alfonso XIII, ya no se atreve a contradecir a nuestro particular Lenín, el señor Presidente, para poder mantenerse en el trono? Por lo que respeta a otras instituciones, las castrenses, a las que la Constitución les reservaba la misión de vigilar por el cumplimiento de la Carta Magna y velar por que se mantuvieran y respetaran las leyes y, muy especialmente, la unidad de la nación española ¿Qué es lo que dicen al respeto de la cuestión catalana? ¿Acaso han advertido a nuestros gobernantes de que no van a consentir el despedazamiento de la nación española? ¿Realmente nuestro Ejército ha abjurado de sus obligaciones castrenses para convertirse en una ONG más o una institución semejante a la Cruz Roja?, ¿En qué país su ejército consentiría que ocurriera algo semejante?

Es obvio, señores, que estamos en manos de quienes han decidido que lo mejor para España es entregarse a las manos del progresismo de aquellos que piensan que un país puede depender el maná del Estado y que se va a poder tirar de la Tesorería y del Banco de España hasta que se hayan agotado nuestras reservas ( la inversión extrajera ha caído en un 40% como consecuencia de la pandemia), mientras que nuestra Deuda Pública ya no pueda aumentar más ( se dice que pronto alcanzaremos el 113% del PIB) y la avalancha de impuestos que se nos viene anunciando seguramente lo único que van a conseguir es acabar con la clase media, ahuyentar a las multinacionales, expulsar a las grandes fortunas de nuestro país y favorecer que se cumpla la maldición que ha venido pesando sobre nuestro país desde que llegó la nefasta II República, el infortunado anatema que siempre nos ha llevado al enfrentamiento entre los españoles y que nos ha impedido vivir en paz ( excepto cuando hemos estado gobernados por dictaduras): la envidia y el rencor, dos de nuestros inveterados pecados nacionales.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, por mucho que nos empeñemos en conseguir ver algún atisbo de esperanza en el futuro que se nos augura, las posibilidades que ahora mismo, honestamente, vemos para que el gravísimo problema que está afectando a nuestra nación, son pocas o ninguna; con la circunstancia añadida de que, contrariamente a lo que sucedió durante la II República y, en especial, cuando la llegada del Frente Popular en febrero de 1936 y de la ola de asesinatos que se produjo desde la 14 de Abril de1931; cuando hubo una parte muy importante del pueblo español que se rebeló contra aquella matanza popular; en la actualidad, la abulia de la que dan muestras las derechas, seguramente esperando que Dios mande un ángel del cielo para sacarles las castañas del fuego, no presume ninguna reacción, protesta colectiva, acciones de rechazo o actuaciones de franca oposición hacia un gobierno que, por lo visto, tiene ganado medio camino hacia lo que pudiera ser una dictadura de izquierdas para los próximos años. “Sólo nadando contra corriente alcanzarás la fuente” Proverbio chino.

​El exhibir la bandera nacional ¿una infracción administrativa?

“Ni en Estados Unidos, ni en Alemania, ni en el Reino Unido, ni en Francia, ni en ningún otro país normal sufren esa alergia que padece aquí la izquierda no sólo con la Historia de España sino hasta con el himno y la bandera.” J.Mª Aznar
Miguel Massanet
jueves, 14 de mayo de 2020, 09:43 h (CET)

Bien, señores, hubo un tiempo en el que todo ciudadano decente, mínimamente patriota, con sentido claro de lo que era la nación española, era capaz de identificarse con sus símbolos, estimar el significado de la bandera nacional como señal de la unidad de toda España, entender que no se trataba de un mero trozo de tela de varios colores emblemáticos, sino que tiene (para todos aquellos que somos capaces de darle un significado simbólico) un excitante sentimental, un recordatorio patriótico y una representatividad de lo que significa el conjunto de la nación española y de todos los ciudadanos que la integran, capaz de despertar en nuestro fuero interno verdaderas oleadas de solidaridad, compañerismo, ayuda, avenencia y compromiso, como se ha demostrado a través de la Historia y de las gestas llevadas a cabo por tantos españoles que siempre se han guarecido bajo la bandera y, cuando ha sido necesario, han sabido morir por ella.

No podemos evitar, porque es superior a nuestra capacidad de entendimiento y comprensión, el sentir un irreprimible sentimiento de envidia, de sana envidia, de admiración y de respeto hacia aquellos ciudadanos de otros países que, fueren cuales fueren sus ideas políticas, su color, su rol en la sociedad, su situación económica, ya fueren urbanitas o campesinos u hombres o mujeres, sin embargo, todos ellos sienten un gran respeto, una veneración y una estima por su enseña nacional, hasta tal punto que nunca se pone en cuestión, en sus diferencias políticas, en sus reclamaciones y desencuentros, la posibilidad de exhibirla en cualquiera de sus propias moradas, en sus fiestas, en sus vestimentas o en cualquier manifestación pública, sin que nadie se sienta molesto por ello, lo considere un desacato, piense que es un insulto hacia sus ideas o sea capaz de atentar contra ella. Países como los EE.UU, Francia, el Reino Unido o la misma Italia tienen a orgullo el respeto por su insignia nacional, sin que a ninguna autoridad se le ocurra poner cortapisas a su uso, fuere en los domicilios particulares, en sus coches o en cualquier manifestación pública del signo que fuere. Forma parte, indudablemente, del acervo de cualquier ciudadano que tiene el derecho a hacer uso de un símbolo nacional del que todos se enorgullecen.

En contraste, como contrapunto a lo que suele ser común en casi todas las naciones, en nuestra nación, seguramente por aquello de que Spain it’s different , sin que podamos entender a qué se debe o cuál es, verdaderamente, el motivo de esa desafección contra nuestra bandera o los sentimientos de odio que pudieran despertar en alguna parte de nuestra sociedad, ni las causas políticas que pudieran motivar actitudes tan negativas respeto a nuestros símbolos nacionales; sin embargo la realidad, la evidencia de que sectores importante de nuestra ciudadanía y de que existen algunos políticos especialmente molestos por que hagamos uso de nuestra bandera nacional, la respetemos e, incluso, la tomemos como algo que nos pertenece y que forma parte de nuestro patrimonio espiritual, que, en consecuencia, ponen todos sus esfuerzos, sus influencias y los medios de que disponen para luchar contra el uso común de nuestra bandera, intenten prohibirlo y tengan la osadía de impedir e, incluso, sancionar a cualquier ciudadanos que la lleve consigo, la exhiba por la calle o, simplemente, lleve un pin con los colores nacionales.

Y es tal el desconcierto, la contradicción, la desfachatez y la cara dura de estas personas o colectivos que, no obstante, cuando ellos lo consideran conveniente porque les favorezca a sus fines ideológicos o electorales, no tienen el menor inconveniente en exhibir, sin ningún tipo de reservas, banderas inconstitucionales de la república o banderas comunistas con la hoz y el martillo o banderas separatistas, como sucede en Cataluña con la estelada y la estrella característica de la revolución cubana, de quienes la han imitado. Estos día pasados, en una manifestación en coche, los manifestantes exhibieron bandera españolas, las reglamentarias, y fueron recriminados por la policía municipal y sancionados por lo que, según aquellas autoridades municipales, constituía un motivo de denuncia administrativa, sin que ninguno de ellos supiera, aparte de balbucear, manifestar con claridad y conocimiento cuál era el delito o la infracción administrativa por circular con la bandera nacional.

Y es que hemos entrado en una nueva fase, una peligrosa y trascendental etapa de nuestra historia, un extraño y revolucionario intento de darle el cambiazo a nuestra actual democracia parlamentaria, un movimiento de una parte, seguramente marginal pero muy influyente, el resultado de un sistema electoral que desprecia el significado de cada voto para favorecer a las minorías que, en lugar de respetar a los partidos más votados para que fueran ellos los que gobernaran, lo que han conseguido es que, mediante el método D’Hont, los partidos que consiguen menos votos puedan salir beneficiados por sus reglas; lo que ha venido dando lugar a que, mediante lo que se pudieran denominar como “gobiernos frankestein”, los españoles acabemos, como es el caso actual, siendo gobernados por un partido comunista que apenas representa a una parte exigua de nuestra sociedad. Pero, no contentos con estar en manos de comunistas o filocomunistas, como son en la actualidad los socialistas dirigidos por Pedro Iglesias, tendremos que bregar con otra facción que, aparte de no respetar las reglas democráticas, de actuar impunemente despreciando las sentencias de nuestros tribunales de justicia, lo que están pretendiendo es conseguir que una de las regiones españolas situadas al Este de la península, Cataluña, se independice de España y, para más INRI, que se les den facilidades en su proceso hacia tal ignominioso fin.

En este estado de cosas no nos queda otro remedio que empezar a preguntarnos ¿qué está pasando con aquellos millones de españoles que, durante años, estuvieron votando a partidos conservadores y que ahora no se los ve por ninguna parte, ni se oyen sus quejas ni salen a las calles para hacerse notar cuando, precisamente, las circunstancias son las peores para nuestro país y sus gobernantes amenazan con acabar con nuestra democracia y sistema de gobierno?, ¿Qué pasa que hace semanas, si no meses, que no sabemos una palabra de la actividad del Rey?

¿Acaso está enclaustrado y sometido a una censura férrea por parte del actual Gobierno o es que, como pasó con su abuelo Alfonso XIII, ya no se atreve a contradecir a nuestro particular Lenín, el señor Presidente, para poder mantenerse en el trono? Por lo que respeta a otras instituciones, las castrenses, a las que la Constitución les reservaba la misión de vigilar por el cumplimiento de la Carta Magna y velar por que se mantuvieran y respetaran las leyes y, muy especialmente, la unidad de la nación española ¿Qué es lo que dicen al respeto de la cuestión catalana? ¿Acaso han advertido a nuestros gobernantes de que no van a consentir el despedazamiento de la nación española? ¿Realmente nuestro Ejército ha abjurado de sus obligaciones castrenses para convertirse en una ONG más o una institución semejante a la Cruz Roja?, ¿En qué país su ejército consentiría que ocurriera algo semejante?

Es obvio, señores, que estamos en manos de quienes han decidido que lo mejor para España es entregarse a las manos del progresismo de aquellos que piensan que un país puede depender el maná del Estado y que se va a poder tirar de la Tesorería y del Banco de España hasta que se hayan agotado nuestras reservas ( la inversión extrajera ha caído en un 40% como consecuencia de la pandemia), mientras que nuestra Deuda Pública ya no pueda aumentar más ( se dice que pronto alcanzaremos el 113% del PIB) y la avalancha de impuestos que se nos viene anunciando seguramente lo único que van a conseguir es acabar con la clase media, ahuyentar a las multinacionales, expulsar a las grandes fortunas de nuestro país y favorecer que se cumpla la maldición que ha venido pesando sobre nuestro país desde que llegó la nefasta II República, el infortunado anatema que siempre nos ha llevado al enfrentamiento entre los españoles y que nos ha impedido vivir en paz ( excepto cuando hemos estado gobernados por dictaduras): la envidia y el rencor, dos de nuestros inveterados pecados nacionales.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, por mucho que nos empeñemos en conseguir ver algún atisbo de esperanza en el futuro que se nos augura, las posibilidades que ahora mismo, honestamente, vemos para que el gravísimo problema que está afectando a nuestra nación, son pocas o ninguna; con la circunstancia añadida de que, contrariamente a lo que sucedió durante la II República y, en especial, cuando la llegada del Frente Popular en febrero de 1936 y de la ola de asesinatos que se produjo desde la 14 de Abril de1931; cuando hubo una parte muy importante del pueblo español que se rebeló contra aquella matanza popular; en la actualidad, la abulia de la que dan muestras las derechas, seguramente esperando que Dios mande un ángel del cielo para sacarles las castañas del fuego, no presume ninguna reacción, protesta colectiva, acciones de rechazo o actuaciones de franca oposición hacia un gobierno que, por lo visto, tiene ganado medio camino hacia lo que pudiera ser una dictadura de izquierdas para los próximos años. “Sólo nadando contra corriente alcanzarás la fuente” Proverbio chino.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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