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El señor Sánchez y sus ministros especialistas, cum laude, de salirse por la tangente.

​Palos de ciego por si suena la flauta por casualidad

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Por mucho que queramos ponernos la venda delante de los ojos, por mucho que se nos quiera vender el porvenir de nuestra nación teñido de rosa o por mucho que este Gobierno que nos ha tocado en suerte se empeñe en esquivar el reconocer que la dura realidad en la que estamos situados no es el paraíso socialista que ellos prometieron, no van a tener más remedio, antes o después de que esta epidemia que estamos padeciendo deje de llevarse a miles de españoles a los terrenos del más allá, de reconocer que no tienen en sus manos la solución para que España pueda superar, con posibilidades de éxito, la post pandemia a la que ya no hay nadie que espere que no va a ir acompañada de una nueva recesión, de incalculables consecuencias.

El señor Sánchez, el omnipresente presidente que no deja día sin aparecer en las TV para darnos la tabarra con sus maratonianas sesiones de propaganda demagógica de su persona y de los grandes “éxitos” cosechados por su gobierno, sin dejar de intentar descargar la bilis que le produce el encontrarse solo contra la oposición a la que, en su desprecio por la verdad y en su obcecación por no aceptar el apoyo que le pudieran proporcionar, no hace otra cosa que descalificarla, acusarla de falta de colaboración e intentar trasladarle la responsabilidad de que lo que está ocurriendo en nuestra nación, respecto al retraso en contener el coronavirus y el no haber conseguido, pese al tiempo que hace que estamos amenazados por la pandemia, trazar un plan viable para el momento en el que el país tenga que afrontar la vuelta a una normalidad, que no va a tener la cualidad de tranquila, ni será rápida, ni será fácil, va a exigir grandes sacrificios a los ciudadanos y grandes dosis de sentido común, sensatez, imaginación e inteligencia del Gobierno para que, el futuro que se nos presenta, no acabe por convertir al país en ingobernable, revolucionario e incompatible con los sistemas políticos y económicos del resto de la UE; algo que es obvio que va a tener resultados catastróficos para España y los españoles.


Y, contrariamente a lo que se esperaría de un Gobierno que busca lo mejor para el pueblo, nos encontramos ante unos señores cuyos planes no parecen dirigidos a conseguir una recuperación, lo más rápida posible, de la industria, la producción, el consumo, el trabajo, el control de nuestra deuda pública, la contención del déficit público y, especialmente, el conseguir que nuestro número de parados (que amenaza con incrementarse en varios millones más de desocupados en los próximos meses) deje de aumentar y se reinicie un rápido rearme de nuestros medios de producción que consiga que, en el menor tiempo y coste posibles, volvamos a los niveles de empleo, al menos aquellos que, últimamente, estábamos consiguiendo situarnos en España. Por desgracia, basta echar una mirada a nuestros medios de información para comprobar que estamos ante una situación de pérdidas generalizadas que está afectando a todos los sectores de nuestra economía, con especial virulencia en todo lo que hace referencia a las empresas relacionadas con el turismo que ya calculan que este año 2020 les va a causar más de 92.500 millones de euros de pérdidas, sin que haya nadie que se atreva a pronosticar cuántas de las empresas relacionadas con él van a tener capacidad para afrontar la crisis sin acabar por tener que cerrar las puertas.


Pero, si para las empresas, los pequeños comercios o grandes multinacionales, esta crisis les va a suponer la regulación de plantillas, reducción de la producción o el cierre de algunas de sus sucursales, en lo que se refiere a los ciudadanos el panorama que se nos presenta no puede ser más catastrófico. Y no se trata sólo de que tengamos que afrontar una nueva crisis después de la que acabábamos de dejar atrás, sino que los que van a tener que gestionarla no son las derechas como sucedió en la del 2008, sino que ahora quienes tienen las manos en el timón del barco son las izquierdas y no las izquierdas moderadas, como las que existen en otros países del resto de Europa, sino unas izquierdas particularmente revanchistas, extremas, marxistas y auspiciadas por dictadores como el señor Maduro de Venezuela y financiadas por mecenas que tienen puesta su atención en conseguir cambiar el régimen político de monarquía parlamentaria, como es el caso de nuestra democracia, para imponer un tipo de república totalitaria. Ello va a suponer que van a intentar darle el vuelco a la situación, y ya se van teniendo noticias de lo que están tramando los de IU y Podemos. Se habla de que IU está trabajando en un documento específico de un programa fiscal que va a suponer la mayor subida de impuestos, jamás conocida, para los españoles. Entre sus principales objetivos se encuentran: subir el IRPF, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, el de Sociedades, el impuesto sobre Depósitos, el Impuesto sobre Bienes Inmuebles, esto respecto a los ya existentes, pero también existe el proyecto de crear nuevos como la conocida “tasa Covid” del señor Iglesias y más impuestos verdes. Entre las perlas que se recogen en este “Plan de Reconstrucción” de Izquierda Unida podemos citar las siguientes: “ Hacer que las rentas del capital se incluyan en la misma base que las de trabajo, incluyendo plusvalías en menos de dos años” o “eliminar las desgravaciones fiscales de los planes de pensiones”, así como “elevar el impuesto de Sucesiones y Donaciones” y algo que no dudamos que le encantaría a la señora Colau, alcaldesa de Barcelona, “crear un recargo específico para en el IBI para viviendas desocupadas”. Y un tema que va a afectar a muchas personas: crear un impuesto sobre los Depósitos con un gravamen mínimo del 0’2% con la posibilidad de que las comunidades autónomas puedan establecer recargos adicionales (como sucede con el IRPF).


Es evidente que estos señores que, no lo olvidemos, forman parte del grupo de Podemos, que está en el Gobierno, están decididos a, aprovechando que España está pasando por una gran crisis sanitaria que está incidiendo de una forma grave en nuestra economía, decidir que ha llegado el momento de dar un “golpe de Estado”, de momento incruento, para olvidándose de lo que establece la Constitución española sobre el derecho de propiedad, o del hecho de la doble imposición sobre un mismo concepto o de las graves consecuencias que un disparate semejante tendrían sobre la economía y el empleo del país, usando su arma principal, la de la propaganda y fomentando, como vienen haciendo, la repulsa hacia los empresarios, lo mismo que ya están haciendo contra la Iglesia Católica ( que, como es habitual, hasta que se les cierran los colegios y universidades, se los expulsa o, como sucedió con la Guerra Civil, se los asesina; piensan que contemporizando con los gobernantes, cediendo algunas competencias o mostrándose obsequiosos con las autoridades, van a evitar que, llegado el momento, se les prohíba continuar con su ministerio, si es que no se toman medidas más drásticas contra ellos) no den un paso más hacia el control absoluto del país.


Mientras tanto, España sigue sin su Parlamento (apenas unos pocos parlamentarios acuden a las sesiones de control al gobierno) cuando ya se habla de dar permiso para que la gente salga a pasear. ¿A qué viene esta tontería de que sus señorías no puedan asistir a las sesiones del Parlamento? Los sanitarios cumplen con su deber, la policía también, lo mismo que la Guardia Civil sin que el coronavirus les impida hacer su trabajo en beneficio del pueblo. ¿A qué se debe que, estos señores parlamentarios que cobran incluso cuando no acuden a las sesiones parlamentarias (no hablo de trabajar porque esto ya sería exigirles demasiado), se queden en sus casas cuando es evidente que deberían ser de los que acudieran al congreso para apechugar con sus obligaciones para con sus representados, los ciudadanos?, ¿Cuándo se van a reanudar, normalmente, las sesiones en ambas cámaras. De momento parece que estas cuatro etapas que, los que dirigen el tema del coronavirus, después de largas deliberaciones que debieran facilitar el regreso a la normalidad, no han satisfecho a nadie, han preocupado a la mayoría y siguen sin la concreción y especificación que, medidas de una importancia semejante, deberían de tener.


Y una pregunta, por supuesto, meramente retórica. ¿Cuándo van a dejar que la Justicia siga su camino independientemente de lo que le interesa al actual Gobierno? Es evidente que, especialmente por parte del sector comunista del gobierno, se ha emprendido una nueva campaña, con el objetivo claro de desprestigiar a tercer poder del Estado, el judicial, algo que resulta incomprensible y, evidentemente, inaceptable. El hecho de que, nada menos que un vicepresidente del actual gobierno, el señor Iglesias, se permita dudar de sus sentencias, y alimente las protestas de una señora perteneciente a Podemos, que se atrevió a insultar y agredir a unos policías que cumplían con su deber, pretendiendo enmendarles la plana a los jueces, que la condenaron por atentado a la autoridad y lesiones,, sin que ningún miembro del gobierno haya dicho una palabra de censura contra su actitud insolente y improcedente, especialmente para una persona que ostenta el cargo de vicepresidente del Gobierno, una circunstancia que debiera de haberle inducido a callarse y limitarse a, como han hecho el resto de miembros de Gobierno ( el señor Marlasca escurrió el bulto como es habitual en él, pero no condenó las palabras de Iglesias) a callarse aceptando las decisiones de los jueces.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos parece que ha llegado el momento en el que, quien tenga algo que decir (cómo sucede en las bodas), que lo diga y quien tenga algo que aportar para sacarnos de esta pesadilla en la que nos encontramos, que lo aporte sin más dilación. Es evidente que van a llegar momentos en los que los españoles nos juguemos algo más que la salud y no estamos seguros de que la democracia de la que hemos venido disfrutando hasta hace poco, sea suficiente para que evitemos que los separatistas por un lado y los comunistas por el otro, acaben con los restos de la España, que todos hemos ayudado a conservar durante tantos años. Decía Simón Bolivar: “Más que por la fuerza nos dominan por el engaño”, pues eso.

​Palos de ciego por si suena la flauta por casualidad

El señor Sánchez y sus ministros especialistas, cum laude, de salirse por la tangente.
Miguel Massanet
jueves, 30 de abril de 2020, 09:29 h (CET)

Por mucho que queramos ponernos la venda delante de los ojos, por mucho que se nos quiera vender el porvenir de nuestra nación teñido de rosa o por mucho que este Gobierno que nos ha tocado en suerte se empeñe en esquivar el reconocer que la dura realidad en la que estamos situados no es el paraíso socialista que ellos prometieron, no van a tener más remedio, antes o después de que esta epidemia que estamos padeciendo deje de llevarse a miles de españoles a los terrenos del más allá, de reconocer que no tienen en sus manos la solución para que España pueda superar, con posibilidades de éxito, la post pandemia a la que ya no hay nadie que espere que no va a ir acompañada de una nueva recesión, de incalculables consecuencias.

El señor Sánchez, el omnipresente presidente que no deja día sin aparecer en las TV para darnos la tabarra con sus maratonianas sesiones de propaganda demagógica de su persona y de los grandes “éxitos” cosechados por su gobierno, sin dejar de intentar descargar la bilis que le produce el encontrarse solo contra la oposición a la que, en su desprecio por la verdad y en su obcecación por no aceptar el apoyo que le pudieran proporcionar, no hace otra cosa que descalificarla, acusarla de falta de colaboración e intentar trasladarle la responsabilidad de que lo que está ocurriendo en nuestra nación, respecto al retraso en contener el coronavirus y el no haber conseguido, pese al tiempo que hace que estamos amenazados por la pandemia, trazar un plan viable para el momento en el que el país tenga que afrontar la vuelta a una normalidad, que no va a tener la cualidad de tranquila, ni será rápida, ni será fácil, va a exigir grandes sacrificios a los ciudadanos y grandes dosis de sentido común, sensatez, imaginación e inteligencia del Gobierno para que, el futuro que se nos presenta, no acabe por convertir al país en ingobernable, revolucionario e incompatible con los sistemas políticos y económicos del resto de la UE; algo que es obvio que va a tener resultados catastróficos para España y los españoles.


Y, contrariamente a lo que se esperaría de un Gobierno que busca lo mejor para el pueblo, nos encontramos ante unos señores cuyos planes no parecen dirigidos a conseguir una recuperación, lo más rápida posible, de la industria, la producción, el consumo, el trabajo, el control de nuestra deuda pública, la contención del déficit público y, especialmente, el conseguir que nuestro número de parados (que amenaza con incrementarse en varios millones más de desocupados en los próximos meses) deje de aumentar y se reinicie un rápido rearme de nuestros medios de producción que consiga que, en el menor tiempo y coste posibles, volvamos a los niveles de empleo, al menos aquellos que, últimamente, estábamos consiguiendo situarnos en España. Por desgracia, basta echar una mirada a nuestros medios de información para comprobar que estamos ante una situación de pérdidas generalizadas que está afectando a todos los sectores de nuestra economía, con especial virulencia en todo lo que hace referencia a las empresas relacionadas con el turismo que ya calculan que este año 2020 les va a causar más de 92.500 millones de euros de pérdidas, sin que haya nadie que se atreva a pronosticar cuántas de las empresas relacionadas con él van a tener capacidad para afrontar la crisis sin acabar por tener que cerrar las puertas.


Pero, si para las empresas, los pequeños comercios o grandes multinacionales, esta crisis les va a suponer la regulación de plantillas, reducción de la producción o el cierre de algunas de sus sucursales, en lo que se refiere a los ciudadanos el panorama que se nos presenta no puede ser más catastrófico. Y no se trata sólo de que tengamos que afrontar una nueva crisis después de la que acabábamos de dejar atrás, sino que los que van a tener que gestionarla no son las derechas como sucedió en la del 2008, sino que ahora quienes tienen las manos en el timón del barco son las izquierdas y no las izquierdas moderadas, como las que existen en otros países del resto de Europa, sino unas izquierdas particularmente revanchistas, extremas, marxistas y auspiciadas por dictadores como el señor Maduro de Venezuela y financiadas por mecenas que tienen puesta su atención en conseguir cambiar el régimen político de monarquía parlamentaria, como es el caso de nuestra democracia, para imponer un tipo de república totalitaria. Ello va a suponer que van a intentar darle el vuelco a la situación, y ya se van teniendo noticias de lo que están tramando los de IU y Podemos. Se habla de que IU está trabajando en un documento específico de un programa fiscal que va a suponer la mayor subida de impuestos, jamás conocida, para los españoles. Entre sus principales objetivos se encuentran: subir el IRPF, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, el de Sociedades, el impuesto sobre Depósitos, el Impuesto sobre Bienes Inmuebles, esto respecto a los ya existentes, pero también existe el proyecto de crear nuevos como la conocida “tasa Covid” del señor Iglesias y más impuestos verdes. Entre las perlas que se recogen en este “Plan de Reconstrucción” de Izquierda Unida podemos citar las siguientes: “ Hacer que las rentas del capital se incluyan en la misma base que las de trabajo, incluyendo plusvalías en menos de dos años” o “eliminar las desgravaciones fiscales de los planes de pensiones”, así como “elevar el impuesto de Sucesiones y Donaciones” y algo que no dudamos que le encantaría a la señora Colau, alcaldesa de Barcelona, “crear un recargo específico para en el IBI para viviendas desocupadas”. Y un tema que va a afectar a muchas personas: crear un impuesto sobre los Depósitos con un gravamen mínimo del 0’2% con la posibilidad de que las comunidades autónomas puedan establecer recargos adicionales (como sucede con el IRPF).


Es evidente que estos señores que, no lo olvidemos, forman parte del grupo de Podemos, que está en el Gobierno, están decididos a, aprovechando que España está pasando por una gran crisis sanitaria que está incidiendo de una forma grave en nuestra economía, decidir que ha llegado el momento de dar un “golpe de Estado”, de momento incruento, para olvidándose de lo que establece la Constitución española sobre el derecho de propiedad, o del hecho de la doble imposición sobre un mismo concepto o de las graves consecuencias que un disparate semejante tendrían sobre la economía y el empleo del país, usando su arma principal, la de la propaganda y fomentando, como vienen haciendo, la repulsa hacia los empresarios, lo mismo que ya están haciendo contra la Iglesia Católica ( que, como es habitual, hasta que se les cierran los colegios y universidades, se los expulsa o, como sucedió con la Guerra Civil, se los asesina; piensan que contemporizando con los gobernantes, cediendo algunas competencias o mostrándose obsequiosos con las autoridades, van a evitar que, llegado el momento, se les prohíba continuar con su ministerio, si es que no se toman medidas más drásticas contra ellos) no den un paso más hacia el control absoluto del país.


Mientras tanto, España sigue sin su Parlamento (apenas unos pocos parlamentarios acuden a las sesiones de control al gobierno) cuando ya se habla de dar permiso para que la gente salga a pasear. ¿A qué viene esta tontería de que sus señorías no puedan asistir a las sesiones del Parlamento? Los sanitarios cumplen con su deber, la policía también, lo mismo que la Guardia Civil sin que el coronavirus les impida hacer su trabajo en beneficio del pueblo. ¿A qué se debe que, estos señores parlamentarios que cobran incluso cuando no acuden a las sesiones parlamentarias (no hablo de trabajar porque esto ya sería exigirles demasiado), se queden en sus casas cuando es evidente que deberían ser de los que acudieran al congreso para apechugar con sus obligaciones para con sus representados, los ciudadanos?, ¿Cuándo se van a reanudar, normalmente, las sesiones en ambas cámaras. De momento parece que estas cuatro etapas que, los que dirigen el tema del coronavirus, después de largas deliberaciones que debieran facilitar el regreso a la normalidad, no han satisfecho a nadie, han preocupado a la mayoría y siguen sin la concreción y especificación que, medidas de una importancia semejante, deberían de tener.


Y una pregunta, por supuesto, meramente retórica. ¿Cuándo van a dejar que la Justicia siga su camino independientemente de lo que le interesa al actual Gobierno? Es evidente que, especialmente por parte del sector comunista del gobierno, se ha emprendido una nueva campaña, con el objetivo claro de desprestigiar a tercer poder del Estado, el judicial, algo que resulta incomprensible y, evidentemente, inaceptable. El hecho de que, nada menos que un vicepresidente del actual gobierno, el señor Iglesias, se permita dudar de sus sentencias, y alimente las protestas de una señora perteneciente a Podemos, que se atrevió a insultar y agredir a unos policías que cumplían con su deber, pretendiendo enmendarles la plana a los jueces, que la condenaron por atentado a la autoridad y lesiones,, sin que ningún miembro del gobierno haya dicho una palabra de censura contra su actitud insolente y improcedente, especialmente para una persona que ostenta el cargo de vicepresidente del Gobierno, una circunstancia que debiera de haberle inducido a callarse y limitarse a, como han hecho el resto de miembros de Gobierno ( el señor Marlasca escurrió el bulto como es habitual en él, pero no condenó las palabras de Iglesias) a callarse aceptando las decisiones de los jueces.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos parece que ha llegado el momento en el que, quien tenga algo que decir (cómo sucede en las bodas), que lo diga y quien tenga algo que aportar para sacarnos de esta pesadilla en la que nos encontramos, que lo aporte sin más dilación. Es evidente que van a llegar momentos en los que los españoles nos juguemos algo más que la salud y no estamos seguros de que la democracia de la que hemos venido disfrutando hasta hace poco, sea suficiente para que evitemos que los separatistas por un lado y los comunistas por el otro, acaben con los restos de la España, que todos hemos ayudado a conservar durante tantos años. Decía Simón Bolivar: “Más que por la fuerza nos dominan por el engaño”, pues eso.

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