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Opinión
Etiquetas | GOBIERNO | Política | Coronavirus
“Los humanos somos capaces únicamente de decir pequeñas mentiras y no conciben las grandes mentiras. Por lo tanto si quieres realmente ocultarle algo a la población, engáñalos con una mentira tan grande que, aunque la descubran, no la van a creer” Hitler

​¿Lealtad al gobierno o lealtad del gobierno hacia la ciudadanía?

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Es curioso cómo, cuándo a este Gobierno que tenemos, le interesa presentar un tema que sabe que puede afectar al criterio de los votantes que lo mantienen en el poder, en un sentido negativo para la confianza que han depositado en él; tiene dos medios muy eficaces para desviar la atención del personal. El primero, consiste en intentar, usando de su gran aparato de propaganda, inventarse un medio creíble y entendible para trasladar la responsabilidad de aquel error que se le achaca, la culpabilidad de aquel fallo que se le atribuye o la negligencia en la gestión de aquellas cuestiones que, aunque remotamente, pudieran tener alguna relación con la mala gestión que se les atribuye a los gobernantes, a los partidos de la oposición o a uno en concreto que, evidentemente, suele ser aquel que destapa o lo intenta los fallos, los engaños, las incompetencias, las inseguridades, las violaciones de los derechos de la ciudadanía, los fraudes, las malversaciones, las prevaricaciones o los abusos que, a su criterio, están cometiendo los gobernantes y de los que se les hace responsables.

El segundo se basa en la eficacia de la mentira. En el caso de nuestro Gobierno, el dirigido por el señor Pedro Sánchez y su apoyo desde la extrema izquierda, el señor Pablo Iglesias, no es que el engaño, la mentira, las manipulaciones de datos, la ocultación de hechos sospechosos o la tergiversación de las informaciones, sean un recurso para casos extremos, circunstancias de suma gravedad o momentos en los que decir la verdad pudiera reportarnos graves consecuencias internacionales; no, en absoluto, en el caso del gobierno filocomunista que en estos momentos nos dirige, el falsear la realidad en su beneficio forma parte, desde sus inicios, de su propia esencia o idiosincrasia; del ideario de las izquierdas más radicales y partidarias de oscurantismo político, capaz de justificar cualquier medio, manipulación, artificio e ilegalidad, por grave que pudiera ser, si les puede beneficiar u ocultar alguna cuestión que les pudiera restar votos entre sus simpatizantes. Si se toman la molestia de repasar, uno a uno, a los actuales ministros del Gobierno, ya sea en las decisiones tomadas colectivamente como gobierno o en sus personales maneras de actuar y expresarse; verán que, la mayoría de ellos, tienen una mala relación con la verdad y una pésima congruencia entre lo que predican con lo que luego hacen; un sectarismo y una sumisión total a los intereses partidistas aunque, en la mayoría de casos, estén reñidos e, incluso, sean contrarios a los verdaderos intereses de los españoles, tanto en el aspecto económico, social y financiero como en lo que hace referencia a sus derechos individuales, emanados de la vigente Constitución.

La pandemia del coronavirus ha servido, aparte de para llevar a España a una situación muy cercana al caos, para que las carencias, inseguridades, rectificaciones, falta de previsión, impericia, negligencia e intransigencia y falta de visión política de este gobierno, quedaran evidenciadas. Todas ellas agravadas y llevadas al límite por esta obsesión de las izquierdas de no querer pactar, llegar a acuerdos convenientes para el pueblo, transigir en lo que se está equivocado o pactar (el someter al imperativo de quienes gobiernan a aquellos que invitan a pactar, sin tomar en cuenta sus argumentos ni hacer caso a los consejos, las condiciones y las recomendaciones encaminados a rectificar equivocaciones y, por el contrario, pretender un sometimiento sin contraprestación alguna, pensando que están en posesión de la verdad absoluta, algo que ha sido habitual en la política carente de autocrítica del señor Pedro Sánchez no se puede entender como estar en disposición de llegar a acuerdos o que la lealtad no significa en absoluto sometimiento sin derecho a réplica ni una firma en blanco, cuando se trata de un tema tan difícil, con tantas aristas, con repercusiones tanto en el aspecto sanitario como en el económico, industrial, social y financiero y en las insoslayables repercusiones negativas de todo orden, que es evidente que se van a producir y, con especial virulencia si es que, el Gobierno, pretende aprovechar la pandemia para establecer un cambio de sistema político, un giro hacia la izquierda comunista y una alteración sustancial del sistema democrático del que hemos venido gozando hasta que, este nuevo ejecutivo, ha interpretado su mayoría camaleónica, de la que gozan en la actualidad, como un cheque en blanco para disponer a su antojo de España y de los españoles, en su pretensión de escabullirse de sus responsabilidades, de todo orden, que le corresponden por su gestión, más que discutible, de la pandemia del Covid19.

Es obvio que, forzosamente, vamos a tener que intentar superar, sin que ello signifique que el Gobierno dispone de una bula para introducir cambios esenciales en el sistema regido por la Constitución de 1978 que sigue vigentes; cambios que tienen todos los visos de ser anticonstitucionales y de marcado cariz soviético; empezando por sus pretensiones de nacionalización de las grandes empresas e intentos de crujirnos a impuestos. Estos días ya podemos ver como, por parte del señor Iglesias y el señor Marlasca, ya se apuntan preocupantes ideas acerca del establecimiento de una velada censura para impedir la libertad de expresión apoyada por unas propuestas de establecer un sistema de censura considerando que, como dice el inefable ministro Marlasca, las legítimas críticas a la actividad gubernamental, plenamente justificadas, a la vista de sus resultados y de los medios de que se valen para camuflar e intentar evitar que los españoles sepamos, a ciencia cierta, cuales son los verdaderos alcances de la epidemia en cuanto a contagios, muertes, perspectivas de duración y consecuencias finales en el aspecto laboral y económico cuando se produzca la esperada salida de la pandemia; algo que, por cierto, pretenden adelantar sin tener en cuenta las doctas opiniones de muchos médicos y biólogos que recomiendan prudencia en cuanto a lo que se pueda considerar como recuperación de la normalidad ciudadana. ¿A estas críticas es lo que, estos señores califican de “bulos” o fake news? Pues que nos aleccionen sobre lo que la Constitución quiere decir cuando habla de libertad de expresión y de opinión.

Es inverosímil que un jurista, como es el señor Marlasca, pueda llegar a considerar como intentos de perjudicar al Gobierno o como delitos el que la prensa, particulares, asociaciones o cualquier otra representación popular, digan abiertamente lo que piensan sobre la forma que ha tenido de gobierno socialista de enfrentarse al virus y el evidente retraso o negligencia que se le puede achacar por haber permitido que se celebraran actos multitudinarios a sabiendas de que el Covid 19 ya estaba causando estragos en nuestra patria y, más inverosímil todavía, que hayan sido incapaces de reconocer que sus inseguridades, rectificaciones, fracasos en la adquisición de material para preservar a la población y, en especial, a los sanitarios encargados de atender a las víctimas de la pandemia y evidente manipulación respecto a proporcionar datos falseados sobre el número de contagios y el de fallecimientos causados por la epidemia. Pero peor ha sido que, los encargados de informar, hayan acudido a diversas combinaciones, manipulaciones de estadísticas y engaños para simular que España ha sido una de las naciones que mejor han gestionado la crisis. Lo dicho, la inseguridad y endeblez de este gobierno filocomunista que dirige los destinos de España, es la muestra de su incapacidad para cumplir con su cometido de gobernar adecuadamente al país; seguramente se le podría aplicar aquella frase, de Axel Ortiz, en la que queda expresada su idea de que: “Nadie miente si se siente fuerte, sólo miente quien se siente vulnerable, la mentira es un recurso de los temerosos”.

Por eso cuando escuchamos a la Celaá, maestra en hablar ex cátedra de temas que merecerían un trato más imparcial, menos sectario, más inteligente y, por supuesto, más elaborado, más consensuado y menos urgente. Todos sabemos la urgencia de una Ley de enseñanza para acabar con los constantes cambios de orientación, debidos a que cada partido que llega al gobierno pretende haber descubierto la mejor; pero es penoso que llevemos años buscando la Ley perfecta que, seguramente nunca se va a conseguir, y no hemos sido capaces de consensuar una que recoja la mejor forma de darles una buena preparación a nuestros jóvenes, en la que queden descartados los intentos de policitación, el lavado de cerebros y aquellas cuestiones ajenas a lo que debiera ser la forma más eficaz de que los alumnos que salgan de nuestras escuelas, universidades o centros de formación profesional fueran los que mejor se evaluaran en Europa.

Claro que, con los políticos que tenemos, es una verdadera utopía pensar que, algún día, van a ser capaces de entrar en razón pensando en España y en nuestros estudiantes; olvidándose de la lucha de clases, favoritismos o de que, como sucede en España, las universidades, en lugar de ser donde se aprende una carrera, se saca una licenciatura y se prepara para ser una persona de provecho, se han convertido en centros en los que mandan los revolucionarios, se impide la libertad de expresión, se ataca a los de derechas y se impiden las conferencias de personas preparadas, pero que no comparten el ideario comunista que, hoy en día, parece que es el que rige en nuestros centros de estudios y el que convierte a los rectores en meros espectadores de lo que sucede en las aulas, cuando no sea el caso de que formen parte de quienes incitan al alumnado a mantener posturas antisistema.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, cuando escuchamos a alguno de los ministros que se llenan la boca pidiendo lealtad, nos quedamos con las ganas de contestarle ¿Qué lealtad piden ustedes al pueblo español, cuando en toda su gestión, en todo lo que vienen haciendo y en cuanto toman parte, demuestran que lo único que son capaces de llevar a cabo tiene el evidente destino de empujarnos hacia el precipicio de la bancarrota nacional?

Seguramente, todavía tendrán la cara dura de decir que son leales a España y a sus ciudadanos. Mientras, vienen manteniendo alianzas con partidos separatistas y comunistas chavistas, que no tienen otro propósito que el de trocear España, implantar un régimen anticonstitucional y llevarnos, a todos los españoles, a uno de estos “paraísos”, como es el caso de Venezuela, en los que la igualdad existe para toda la ciudadanía de a pie (igualdad en la miseria), pero en lo que se refiere a igualarnos en los niveles altos de riqueza, nada de nada. Con toda seguridad se referirán a los niveles de la pobreza porque, salvo en los casos de privilegiados que se instalan en el poder y sus protegidos, a estos plutócratas que saben cómo vivir a costa de la gente que tienen sojuzgada, a los vivales que atesoran riquezas ( se dice que ningún comunista muere pobre) o a estos sindicalistas que se quedan con el dinero de los trabajadores y que piden a gritos la nacionalización de las empresas, mientras viven tan ricamente sin dar palo al agua o a estos sinvergüenzas que viven en la opulencia criticando el capitalismo pero, eso sí, beneficiándose de sus ventajas;¿qué clase de lealtad, hacia aquellos a los que vienen embaucando, es la que tienen?. En efecto, el resto de los que cayeron en las redes de los engaños de sus dirigentes; los que carecen de posibilidad alguna de ejercer sus derechos democráticos, siempre serán las víctimas de las falsas promesas de sus líderes. Terminaremos con una frase de Paulo Coelho muy apropiada para el tema que hemos tratado: “No hay nada peor que aquellos que confunden la lealtad con la aceptación de todos los errores”




​¿Lealtad al gobierno o lealtad del gobierno hacia la ciudadanía?

“Los humanos somos capaces únicamente de decir pequeñas mentiras y no conciben las grandes mentiras. Por lo tanto si quieres realmente ocultarle algo a la población, engáñalos con una mentira tan grande que, aunque la descubran, no la van a creer” Hitler
Miguel Massanet
miércoles, 29 de abril de 2020, 09:21 h (CET)

Es curioso cómo, cuándo a este Gobierno que tenemos, le interesa presentar un tema que sabe que puede afectar al criterio de los votantes que lo mantienen en el poder, en un sentido negativo para la confianza que han depositado en él; tiene dos medios muy eficaces para desviar la atención del personal. El primero, consiste en intentar, usando de su gran aparato de propaganda, inventarse un medio creíble y entendible para trasladar la responsabilidad de aquel error que se le achaca, la culpabilidad de aquel fallo que se le atribuye o la negligencia en la gestión de aquellas cuestiones que, aunque remotamente, pudieran tener alguna relación con la mala gestión que se les atribuye a los gobernantes, a los partidos de la oposición o a uno en concreto que, evidentemente, suele ser aquel que destapa o lo intenta los fallos, los engaños, las incompetencias, las inseguridades, las violaciones de los derechos de la ciudadanía, los fraudes, las malversaciones, las prevaricaciones o los abusos que, a su criterio, están cometiendo los gobernantes y de los que se les hace responsables.

El segundo se basa en la eficacia de la mentira. En el caso de nuestro Gobierno, el dirigido por el señor Pedro Sánchez y su apoyo desde la extrema izquierda, el señor Pablo Iglesias, no es que el engaño, la mentira, las manipulaciones de datos, la ocultación de hechos sospechosos o la tergiversación de las informaciones, sean un recurso para casos extremos, circunstancias de suma gravedad o momentos en los que decir la verdad pudiera reportarnos graves consecuencias internacionales; no, en absoluto, en el caso del gobierno filocomunista que en estos momentos nos dirige, el falsear la realidad en su beneficio forma parte, desde sus inicios, de su propia esencia o idiosincrasia; del ideario de las izquierdas más radicales y partidarias de oscurantismo político, capaz de justificar cualquier medio, manipulación, artificio e ilegalidad, por grave que pudiera ser, si les puede beneficiar u ocultar alguna cuestión que les pudiera restar votos entre sus simpatizantes. Si se toman la molestia de repasar, uno a uno, a los actuales ministros del Gobierno, ya sea en las decisiones tomadas colectivamente como gobierno o en sus personales maneras de actuar y expresarse; verán que, la mayoría de ellos, tienen una mala relación con la verdad y una pésima congruencia entre lo que predican con lo que luego hacen; un sectarismo y una sumisión total a los intereses partidistas aunque, en la mayoría de casos, estén reñidos e, incluso, sean contrarios a los verdaderos intereses de los españoles, tanto en el aspecto económico, social y financiero como en lo que hace referencia a sus derechos individuales, emanados de la vigente Constitución.

La pandemia del coronavirus ha servido, aparte de para llevar a España a una situación muy cercana al caos, para que las carencias, inseguridades, rectificaciones, falta de previsión, impericia, negligencia e intransigencia y falta de visión política de este gobierno, quedaran evidenciadas. Todas ellas agravadas y llevadas al límite por esta obsesión de las izquierdas de no querer pactar, llegar a acuerdos convenientes para el pueblo, transigir en lo que se está equivocado o pactar (el someter al imperativo de quienes gobiernan a aquellos que invitan a pactar, sin tomar en cuenta sus argumentos ni hacer caso a los consejos, las condiciones y las recomendaciones encaminados a rectificar equivocaciones y, por el contrario, pretender un sometimiento sin contraprestación alguna, pensando que están en posesión de la verdad absoluta, algo que ha sido habitual en la política carente de autocrítica del señor Pedro Sánchez no se puede entender como estar en disposición de llegar a acuerdos o que la lealtad no significa en absoluto sometimiento sin derecho a réplica ni una firma en blanco, cuando se trata de un tema tan difícil, con tantas aristas, con repercusiones tanto en el aspecto sanitario como en el económico, industrial, social y financiero y en las insoslayables repercusiones negativas de todo orden, que es evidente que se van a producir y, con especial virulencia si es que, el Gobierno, pretende aprovechar la pandemia para establecer un cambio de sistema político, un giro hacia la izquierda comunista y una alteración sustancial del sistema democrático del que hemos venido gozando hasta que, este nuevo ejecutivo, ha interpretado su mayoría camaleónica, de la que gozan en la actualidad, como un cheque en blanco para disponer a su antojo de España y de los españoles, en su pretensión de escabullirse de sus responsabilidades, de todo orden, que le corresponden por su gestión, más que discutible, de la pandemia del Covid19.

Es obvio que, forzosamente, vamos a tener que intentar superar, sin que ello signifique que el Gobierno dispone de una bula para introducir cambios esenciales en el sistema regido por la Constitución de 1978 que sigue vigentes; cambios que tienen todos los visos de ser anticonstitucionales y de marcado cariz soviético; empezando por sus pretensiones de nacionalización de las grandes empresas e intentos de crujirnos a impuestos. Estos días ya podemos ver como, por parte del señor Iglesias y el señor Marlasca, ya se apuntan preocupantes ideas acerca del establecimiento de una velada censura para impedir la libertad de expresión apoyada por unas propuestas de establecer un sistema de censura considerando que, como dice el inefable ministro Marlasca, las legítimas críticas a la actividad gubernamental, plenamente justificadas, a la vista de sus resultados y de los medios de que se valen para camuflar e intentar evitar que los españoles sepamos, a ciencia cierta, cuales son los verdaderos alcances de la epidemia en cuanto a contagios, muertes, perspectivas de duración y consecuencias finales en el aspecto laboral y económico cuando se produzca la esperada salida de la pandemia; algo que, por cierto, pretenden adelantar sin tener en cuenta las doctas opiniones de muchos médicos y biólogos que recomiendan prudencia en cuanto a lo que se pueda considerar como recuperación de la normalidad ciudadana. ¿A estas críticas es lo que, estos señores califican de “bulos” o fake news? Pues que nos aleccionen sobre lo que la Constitución quiere decir cuando habla de libertad de expresión y de opinión.

Es inverosímil que un jurista, como es el señor Marlasca, pueda llegar a considerar como intentos de perjudicar al Gobierno o como delitos el que la prensa, particulares, asociaciones o cualquier otra representación popular, digan abiertamente lo que piensan sobre la forma que ha tenido de gobierno socialista de enfrentarse al virus y el evidente retraso o negligencia que se le puede achacar por haber permitido que se celebraran actos multitudinarios a sabiendas de que el Covid 19 ya estaba causando estragos en nuestra patria y, más inverosímil todavía, que hayan sido incapaces de reconocer que sus inseguridades, rectificaciones, fracasos en la adquisición de material para preservar a la población y, en especial, a los sanitarios encargados de atender a las víctimas de la pandemia y evidente manipulación respecto a proporcionar datos falseados sobre el número de contagios y el de fallecimientos causados por la epidemia. Pero peor ha sido que, los encargados de informar, hayan acudido a diversas combinaciones, manipulaciones de estadísticas y engaños para simular que España ha sido una de las naciones que mejor han gestionado la crisis. Lo dicho, la inseguridad y endeblez de este gobierno filocomunista que dirige los destinos de España, es la muestra de su incapacidad para cumplir con su cometido de gobernar adecuadamente al país; seguramente se le podría aplicar aquella frase, de Axel Ortiz, en la que queda expresada su idea de que: “Nadie miente si se siente fuerte, sólo miente quien se siente vulnerable, la mentira es un recurso de los temerosos”.

Por eso cuando escuchamos a la Celaá, maestra en hablar ex cátedra de temas que merecerían un trato más imparcial, menos sectario, más inteligente y, por supuesto, más elaborado, más consensuado y menos urgente. Todos sabemos la urgencia de una Ley de enseñanza para acabar con los constantes cambios de orientación, debidos a que cada partido que llega al gobierno pretende haber descubierto la mejor; pero es penoso que llevemos años buscando la Ley perfecta que, seguramente nunca se va a conseguir, y no hemos sido capaces de consensuar una que recoja la mejor forma de darles una buena preparación a nuestros jóvenes, en la que queden descartados los intentos de policitación, el lavado de cerebros y aquellas cuestiones ajenas a lo que debiera ser la forma más eficaz de que los alumnos que salgan de nuestras escuelas, universidades o centros de formación profesional fueran los que mejor se evaluaran en Europa.

Claro que, con los políticos que tenemos, es una verdadera utopía pensar que, algún día, van a ser capaces de entrar en razón pensando en España y en nuestros estudiantes; olvidándose de la lucha de clases, favoritismos o de que, como sucede en España, las universidades, en lugar de ser donde se aprende una carrera, se saca una licenciatura y se prepara para ser una persona de provecho, se han convertido en centros en los que mandan los revolucionarios, se impide la libertad de expresión, se ataca a los de derechas y se impiden las conferencias de personas preparadas, pero que no comparten el ideario comunista que, hoy en día, parece que es el que rige en nuestros centros de estudios y el que convierte a los rectores en meros espectadores de lo que sucede en las aulas, cuando no sea el caso de que formen parte de quienes incitan al alumnado a mantener posturas antisistema.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, cuando escuchamos a alguno de los ministros que se llenan la boca pidiendo lealtad, nos quedamos con las ganas de contestarle ¿Qué lealtad piden ustedes al pueblo español, cuando en toda su gestión, en todo lo que vienen haciendo y en cuanto toman parte, demuestran que lo único que son capaces de llevar a cabo tiene el evidente destino de empujarnos hacia el precipicio de la bancarrota nacional?

Seguramente, todavía tendrán la cara dura de decir que son leales a España y a sus ciudadanos. Mientras, vienen manteniendo alianzas con partidos separatistas y comunistas chavistas, que no tienen otro propósito que el de trocear España, implantar un régimen anticonstitucional y llevarnos, a todos los españoles, a uno de estos “paraísos”, como es el caso de Venezuela, en los que la igualdad existe para toda la ciudadanía de a pie (igualdad en la miseria), pero en lo que se refiere a igualarnos en los niveles altos de riqueza, nada de nada. Con toda seguridad se referirán a los niveles de la pobreza porque, salvo en los casos de privilegiados que se instalan en el poder y sus protegidos, a estos plutócratas que saben cómo vivir a costa de la gente que tienen sojuzgada, a los vivales que atesoran riquezas ( se dice que ningún comunista muere pobre) o a estos sindicalistas que se quedan con el dinero de los trabajadores y que piden a gritos la nacionalización de las empresas, mientras viven tan ricamente sin dar palo al agua o a estos sinvergüenzas que viven en la opulencia criticando el capitalismo pero, eso sí, beneficiándose de sus ventajas;¿qué clase de lealtad, hacia aquellos a los que vienen embaucando, es la que tienen?. En efecto, el resto de los que cayeron en las redes de los engaños de sus dirigentes; los que carecen de posibilidad alguna de ejercer sus derechos democráticos, siempre serán las víctimas de las falsas promesas de sus líderes. Terminaremos con una frase de Paulo Coelho muy apropiada para el tema que hemos tratado: “No hay nada peor que aquellos que confunden la lealtad con la aceptación de todos los errores”




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