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Gabriel Ruiz-Ortega

'Doctor Pasavento', de Enrique Vila-Matas

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Reconozco que desde hace años no leía una novela con tantas dosis de tristeza e impotencia, una historia llena de un masoquismo existencial que solo puede ser abordada por lectores igual que masoquistas o por aquellos que solo creen en que hay ciertos libros y autores tan necesarios que no vale dudar en seguir tanta tinta concebida en lágrimas. Al final del recorrido, la sensación es plena, y la satisfacción nos lleva a la conclusión de que las horas invertidas en la última novela de Enrique Vila-Matas valieron la pena.

Para hablar un poco de Vila–Matas es necesario intentar dar una definición de lo metaliterario, palabrita tan usada y tan poco comprendida. Algunos escribas entusiastas dicen que esta onda narrativa es un fenómeno editorial, que es el nuevo camino por el que está andando la literatura escrita en castellano y que la misma ha terminado insuflando frescura a nuestras letras, tan premunida esta de realismo. Bueno, en parte, algunas de estas características son ciertas, pero lo que sí es una locura es el afirmar que es un fenómeno editorial –eso es lo que quieren hacer creer quienes desde hace unos años han visto incrementarse sus cuentas bancarias, lo cual es seguramente bueno, empero, abusar de algo que no es, no es más que una muestra de terca ignorancia – puesto que si repasamos la tradición de lo metaliterario nos daremos cuenta que esta tiene una riquísima variedad de exponentes y que no pocas de las obras maestras de la literatura hacen gala de esta condición: tenemos la figura de Cide Hamete Benengeli en El Quijote, de Cervantes; o esa deliciosa obra maestra como lo es Tristan Shandi, de Lawrence Sterne; ¿ alguien dijo Borges?; bueno, tres ejemplos contundentes que derrumban de una buena vez lo que ciertos hijos de la ignorancia y esclavos de las tarjetas de crédito califican como fenómeno.

Lo cierto es que esta onda ha vuelto a darle un nuevo aire a la literatura castellana, la ha alejado de los abusos del realismo. Pero lo que nadie pensó es que esta vertiente fuera a tener éxito entre los lectores y una atención de la crítica, prueba de ello es la mirada constante a la obra de Roberto Bolaño, los estudios a W.G. Sebald, la relecturas que se hace de Robert Walser, y a su representante máximo hoy en día, Enrique Vila – Matas.

Si hay jóvenes escritores que –valientemente- apuesten por esta tendencia se debe indudablemente a la obra de este escritor catalán, la misma que desde sus inicios ha tenido a la reflexión en torno al quehacer literario como punto de base, por ello, su andamiaje narrativo siempre ha echado mano de soportes como las cartas, la biografía, el texto de conferencia, el juego de identidades, a los cuentos, novelas cortas, diarios, ensayos, etc.

Doctor Pasavento no es una novela diferente a las entregas anteriores del autor, aunque sí es el más triste. ¿Y en quién está basada esta la tristeza?, pues en el más triste de los escritores de quien tenga idea, Robert Walser. El protagonista de Vila–Matas va tras la búsqueda –impulsado por el misterio- de quien en vida fuera el autor de La rosa, pero lo absurdo que puede ser la búsqueda de alguien muerto es para Pasavento el único motivo que de sentido a su vida puesto que las frustraciones que siempre lo han perseguido las compensa con el querer llegar al fondo del secreto existencial de su escritor favorito. La actitud de Pasavento es un constante homenaje, prácticamente este se recicla en un neo-Walser, a quien rinde tributo a través de sus anotaciones, reflexiones y conductas.

Ir tras el derrotero de Walser es la vía más idónea por la que Pasavento se descubre como persona, y este hallazgo lo hace a través de la literatura, y eso es lo que hace a la literatura de Vila–Matas tan especial, la de conocerse uno mismo por medio del oficio literario, por ello, se dice, se “rumorea” que los libros de este catalán es para entendidos, para los verdaderos ya que las constantes referencias, guiños y citas literarias tienen que ser conocidas por los lectores para tener de esta manera una idea clara de la riqueza que encierra este mundo tan sui generis.

Vila–Matas puede gustar o no, pero no cometamos la burrada de descalificar su literatura. Hoy en día, que tanto cuesta encontrar referentes honestos, Vila–Matas es el máximo exponente de una opción narrativa difícil de mantener, he allí –a mi juicio- la importancia de su labor.

Doctor Pasavento es un canto férreo a la literatura, supura tristeza en exceso, pero esta es canalizada a través de una voz honesta. Sin lugar a dudas, el Vila–Matas más desgarrador que he podido leer.

'Doctor Pasavento', de Enrique Vila-Matas

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
martes, 17 de julio de 2007, 23:47 h (CET)
Reconozco que desde hace años no leía una novela con tantas dosis de tristeza e impotencia, una historia llena de un masoquismo existencial que solo puede ser abordada por lectores igual que masoquistas o por aquellos que solo creen en que hay ciertos libros y autores tan necesarios que no vale dudar en seguir tanta tinta concebida en lágrimas. Al final del recorrido, la sensación es plena, y la satisfacción nos lleva a la conclusión de que las horas invertidas en la última novela de Enrique Vila-Matas valieron la pena.

Para hablar un poco de Vila–Matas es necesario intentar dar una definición de lo metaliterario, palabrita tan usada y tan poco comprendida. Algunos escribas entusiastas dicen que esta onda narrativa es un fenómeno editorial, que es el nuevo camino por el que está andando la literatura escrita en castellano y que la misma ha terminado insuflando frescura a nuestras letras, tan premunida esta de realismo. Bueno, en parte, algunas de estas características son ciertas, pero lo que sí es una locura es el afirmar que es un fenómeno editorial –eso es lo que quieren hacer creer quienes desde hace unos años han visto incrementarse sus cuentas bancarias, lo cual es seguramente bueno, empero, abusar de algo que no es, no es más que una muestra de terca ignorancia – puesto que si repasamos la tradición de lo metaliterario nos daremos cuenta que esta tiene una riquísima variedad de exponentes y que no pocas de las obras maestras de la literatura hacen gala de esta condición: tenemos la figura de Cide Hamete Benengeli en El Quijote, de Cervantes; o esa deliciosa obra maestra como lo es Tristan Shandi, de Lawrence Sterne; ¿ alguien dijo Borges?; bueno, tres ejemplos contundentes que derrumban de una buena vez lo que ciertos hijos de la ignorancia y esclavos de las tarjetas de crédito califican como fenómeno.

Lo cierto es que esta onda ha vuelto a darle un nuevo aire a la literatura castellana, la ha alejado de los abusos del realismo. Pero lo que nadie pensó es que esta vertiente fuera a tener éxito entre los lectores y una atención de la crítica, prueba de ello es la mirada constante a la obra de Roberto Bolaño, los estudios a W.G. Sebald, la relecturas que se hace de Robert Walser, y a su representante máximo hoy en día, Enrique Vila – Matas.

Si hay jóvenes escritores que –valientemente- apuesten por esta tendencia se debe indudablemente a la obra de este escritor catalán, la misma que desde sus inicios ha tenido a la reflexión en torno al quehacer literario como punto de base, por ello, su andamiaje narrativo siempre ha echado mano de soportes como las cartas, la biografía, el texto de conferencia, el juego de identidades, a los cuentos, novelas cortas, diarios, ensayos, etc.

Doctor Pasavento no es una novela diferente a las entregas anteriores del autor, aunque sí es el más triste. ¿Y en quién está basada esta la tristeza?, pues en el más triste de los escritores de quien tenga idea, Robert Walser. El protagonista de Vila–Matas va tras la búsqueda –impulsado por el misterio- de quien en vida fuera el autor de La rosa, pero lo absurdo que puede ser la búsqueda de alguien muerto es para Pasavento el único motivo que de sentido a su vida puesto que las frustraciones que siempre lo han perseguido las compensa con el querer llegar al fondo del secreto existencial de su escritor favorito. La actitud de Pasavento es un constante homenaje, prácticamente este se recicla en un neo-Walser, a quien rinde tributo a través de sus anotaciones, reflexiones y conductas.

Ir tras el derrotero de Walser es la vía más idónea por la que Pasavento se descubre como persona, y este hallazgo lo hace a través de la literatura, y eso es lo que hace a la literatura de Vila–Matas tan especial, la de conocerse uno mismo por medio del oficio literario, por ello, se dice, se “rumorea” que los libros de este catalán es para entendidos, para los verdaderos ya que las constantes referencias, guiños y citas literarias tienen que ser conocidas por los lectores para tener de esta manera una idea clara de la riqueza que encierra este mundo tan sui generis.

Vila–Matas puede gustar o no, pero no cometamos la burrada de descalificar su literatura. Hoy en día, que tanto cuesta encontrar referentes honestos, Vila–Matas es el máximo exponente de una opción narrativa difícil de mantener, he allí –a mi juicio- la importancia de su labor.

Doctor Pasavento es un canto férreo a la literatura, supura tristeza en exceso, pero esta es canalizada a través de una voz honesta. Sin lugar a dudas, el Vila–Matas más desgarrador que he podido leer.

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