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Son numerosas las campañas solidarias que han surgido durante el estado de alarma bajo etiquetas como #YoHagoPorTi

​El virus de la insolidaridad

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No sabemos cuándo se decretará el final del estado de alarma, pero sí conocemos, desde el 25 de abril, que ese día futuro dejarán de estar vigentes las condiciones establecidas para los desplazamientos fuera del hogar familiar de los menores de catorce años.

Así se estipula en la Orden SND/370/2020, aunque el comportamiento solicitado en dicha norma no se ha cumplido de manera generalizada, tal y como hemos podido ver en numerosas fotografías y vídeos a través de los medios de comunicación y redes sociales.

«Durante el paseo diario deberá mantenerse una distancia interpersonal con terceros de al menos de dos metros» y «el paseo diario deberá realizarse como máximo en grupos formados por un adulto responsable y hasta tres niños o niñas», requisitos que se establecen en el artículo 3 de la citada orden con el objetivo de evitar el contagio.

Mucho se nos llena la boca al afirmar que somos una sociedad solidaria. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario.

Las personas que han protagonizado las imágenes incumpliendo el comportamiento solicitado no pueden ser definidas como solidarias, ni corteses.

En términos generales, la solidaridad es una actitud común, es una manera de comportarse para lograr un interés que afecta a toda la sociedad, en este caso, vencer al COVID-19. En definitiva, la solidaridad no es un concepto global que se aplica a la comunidad. La solidaridad es la manera individual de actuar siguiendo unas directrices generales con la finalidad de lograr un objetivo concreto.

La cortesía nos lleva a manifestar públicamente el respeto y el afecto que tenemos hacia otra persona. Ser corteses en tiempo de coronavirus es cumplir con las indicaciones establecidas para evitar la transmisión del virus.

Las personas que no llevan a práctica, ni enseñan, la directriz marcada en torno al distanciamiento social, por ejemplo, no son solidarias, no son corteses. Su comportamiento no trabaja para lograr el bien común de superar la crisis sanitaria. Su comportamiento no muestra respeto alguno por sus semejantes, ni siquiera por los suyos.

Son numerosas las campañas solidarias que han surgido durante el estado de alarma bajo etiquetas como #YoHagoPorTi. Confiemos que esta solidaridad aparente se transforme en realidad. Un hecho que, solamente, se logrará si individualmente actuamos cabalmente.

​El virus de la insolidaridad

Son numerosas las campañas solidarias que han surgido durante el estado de alarma bajo etiquetas como #YoHagoPorTi
María del Carmen Portugal Bueno
lunes, 27 de abril de 2020, 09:23 h (CET)

No sabemos cuándo se decretará el final del estado de alarma, pero sí conocemos, desde el 25 de abril, que ese día futuro dejarán de estar vigentes las condiciones establecidas para los desplazamientos fuera del hogar familiar de los menores de catorce años.

Así se estipula en la Orden SND/370/2020, aunque el comportamiento solicitado en dicha norma no se ha cumplido de manera generalizada, tal y como hemos podido ver en numerosas fotografías y vídeos a través de los medios de comunicación y redes sociales.

«Durante el paseo diario deberá mantenerse una distancia interpersonal con terceros de al menos de dos metros» y «el paseo diario deberá realizarse como máximo en grupos formados por un adulto responsable y hasta tres niños o niñas», requisitos que se establecen en el artículo 3 de la citada orden con el objetivo de evitar el contagio.

Mucho se nos llena la boca al afirmar que somos una sociedad solidaria. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario.

Las personas que han protagonizado las imágenes incumpliendo el comportamiento solicitado no pueden ser definidas como solidarias, ni corteses.

En términos generales, la solidaridad es una actitud común, es una manera de comportarse para lograr un interés que afecta a toda la sociedad, en este caso, vencer al COVID-19. En definitiva, la solidaridad no es un concepto global que se aplica a la comunidad. La solidaridad es la manera individual de actuar siguiendo unas directrices generales con la finalidad de lograr un objetivo concreto.

La cortesía nos lleva a manifestar públicamente el respeto y el afecto que tenemos hacia otra persona. Ser corteses en tiempo de coronavirus es cumplir con las indicaciones establecidas para evitar la transmisión del virus.

Las personas que no llevan a práctica, ni enseñan, la directriz marcada en torno al distanciamiento social, por ejemplo, no son solidarias, no son corteses. Su comportamiento no trabaja para lograr el bien común de superar la crisis sanitaria. Su comportamiento no muestra respeto alguno por sus semejantes, ni siquiera por los suyos.

Son numerosas las campañas solidarias que han surgido durante el estado de alarma bajo etiquetas como #YoHagoPorTi. Confiemos que esta solidaridad aparente se transforme en realidad. Un hecho que, solamente, se logrará si individualmente actuamos cabalmente.

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