Leo con estupor que la policía investiga si el expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, dispone de cuentas en el extranjero para poder acabar de cubrir la fianza que el juez Andreu le impuso por el caso de las tarjetas black. Joder, a estas altura pensaba que ya le habrían escudriñado todo lo escudriñable al supuesto rufián para averiguarlo. Visto desde fuera, no parece demasiado profesional, esa es la verdad. Que de alguno es la culpa, eso está claro, aunque lo que no está nada claro es de quién, si del Ejecutivo por escatimarle buena parte de los recursos a la judicatura, o de los mismos jueces que no consiguen sacarles a éstos algo más de partido, pero el caso es que un poco lenta sí que está yendo últimamente.
Pero la justicia no es lo único que cuelga en este país. La crisis económica ha afectado a otros estamentos y servicios oficiales, y por rocambolesco que parezca el Cuerpo Nacional de Policía tampoco ha sido una excepción. Eso, no sé bien hasta qué punto, tiene que favorecer de facto el incremento de la delincuencia, porque para mi desdicha no cuento con datos fiables que permitan pronunciarme de manera taxativa en uno u otro sentido acerca de ese tema, pero de lo que sí estoy seguro es que la excelente reputación de la institución policial ya no es la misma que esta tenía tres años antes; aunque nos consta, eso queda bien claro, que la voluntad de serlo ha permanecido intacta.
La muerte a manos de un atracador de la agente pontevedresa de 36 años, que se implicó sin dudarlo un instante en el altercado que acabó con su vida, es buena prueba de la implicación que los números sienten por una profesión con vocación de servicio. Por eso no es de recibo que la organización judicial no pueda irle a la zaga por falta de presupuesto, pues tanto trabajo y esfuerzo corren el riesgo de no servir para nada.