Ayer a la tarde, saltaba a la palestra una noticia que nadie se esperaba. Y menos en estas circunstancias. Javier Iruretagoyena, el Gan Jabo, dimitía como entrenador del Real Betis. Tras una reunión con el pseudopresidente Pepe León, en la que estaba también Lopera, Irureta dio el primer paso para rescindir el contrato que le unía a la entidad andaluza.

El nefasto comienzo de liga del Betis, al que ya había cogido en horas bajas, y teniendo que asumir la difícil tarea de hacer funcionar a un conjunto sin Oliveira y Joaquín, ha precipitado su marcha. Y es que, desde hacía varias semanas, desde que el equipo solo consiguió empatar en Getafe, Lopera ya había perdido su confianza en el entrenador vasco. Y que un presidente, aunque en este caso solo lo sea en la práctica, pierda la confianza en un entrenador, es el primer paso para el fin de un proyecto. Tiene que ser una sensación inaguantable.

Era cuestión de tiempo que su cabeza cayera. Un entrenador sabio como Irureta lo vio claro, y aprovechando una ola positiva tras ganar en Tarragona, tomó el timón y decidió que era el momento idóneo para marcharse.

Dejando al Betis con margen de maniobra para encontrar un nuevo entrenador.

Dejando a su equipo a dos puntos de la permanencia, y con un partido menos.

Manteniendo al Betis en la Copa del Rey, y con unas vacaciones navideñas para meditar muchas cosas.

Irureta se ha marchado como un caballero, y no por perdonar su parte de contrato, que cobrarla es derecho de todo trabajador. Jabo es un hombre querido por casi todo el mundo, y odiado por casi nadie. Un entrañable hombre del fútbol, que simplemente no encajo en el equipo bético. Ojalá vuelva pronto, porque gente como él son los que hacen del fútbol lo que hoy conocemos.