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Opinión
Etiquetas | El arte de la guerra
Santi Benítez

Justicia poética

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El domingo pasado, 10 de diciembre de 2006, día internacional de los Derechos Humanos, tuvo como colofón la entrega del premio Nobel de la Paz a Muhammad Yunus, y la muerte de uno de los mayores asesinos en masa del siglo XX, Augusto Pinochet. Las dos cosas han tenido bastante de justicia poética. La primera porque ese premio se le entrega a un hombre que, con hechos, ha demostrado que las grandes premisas neoliberales sobre la pobreza e incluso sobre la economía de imposición bancaria no sólo son falsas, sino que no se sostienen enfrentadas a la realidad - ser pobre no significa tener menos derechos-. Y la segunda porque no hay mayor reconocimiento a los derechos humanos que la desaparición de monstruos como Augusto Pinochet, que jamás los respetó. Por desgracia no ha tenido el final que hubiera sido deseable, es decir, terminar sus días en la cárcel. Pero, aún así, estoy seguro de que la inmensa mayoría de los chilenos durmieron mucho mejor esa noche.

No creo que cuando en 1973 dio el golpe de Estado, diciendo por radio a sus comandantes que no tuvieran piedad, un golpe de Estado que significó el asesinato de 3.200 personas reconocidas y la tortura de muchos miles más, un golpe de Estado que se cimentó sobre las caravanas de la muerte con la complicidad de Estados Unidos, pensara que iba a morir en un mundo en el que se encumbra a un hombre y su idea de que la pobreza puede ser erradicada usando las armas que el neoliberalismo, que él defendió bombardeando la Casa de la Moneda hasta sus cimientos, tacha de perniciosas. Un mundo en el que la idea que tanto aborrecía volvió a gobernar Chile, encarnada en una mujer que fue, junto a sus padres, torturada por él. Un mundo que terminó por perseguirle por sus asesinatos y sus opulentas cuentas en el extranjero. Un mundo que hace tiempo que dejó de creer en la excusa de la defensa de la patria de las hordas marxistas. Veremos si a su entierro van aquellos que tan behementemente lo defendieron, empezando por el criminal de guerra internacional, Kissinger, y terminando por su madrina, Margaret Tatcher.

Quería dar un final muy diferente a este texto, pero a través del artículo de mi buen amigo Luzbel, titulado Simpathy for Pinochet, haciendo una relación cuasi maquiavélica entre la canción de los Rolling Stones, Simpathy for the Devil, y algunos de los artículos más grotescos de la pseudo libretalidad hispana sobre la figura del dictador - y digo que me he enterado por él porque, tal y como dijo Gabriel García Márquez, soy de la opinión que el día tiene muy pocas horas como para perderlas leyendo según que cosas-, me he enterado de que Salvador Allende pensaba violar a todas las hijas de los chilenos (ajopringue), que Pinochet asesinó a menos gente de la que murió en Paracuellos (Óptica Libre), que, agárrense los machos, Pinochet no asesinó a nadie, que fueron los nazis que consiguieron asilo en Chile tras la 2ª Guerra Mundial (de nuevo ajopringue), o que era un buen hombre porque hay viejitos en Chile que lo defienden - ¡Manda cojones! ¿No les recuerda eso a aquella famosa frase de “Con Franco vivíamos mejó”? - (Libertad Hispánica). Sólo por haber tenido que leer estas barbaridades estoy por desear que el abuelete asesino no hubiese muerto y borrar a Luzbel de mi lista de lecturas semanales por dar consejos de seguimiento articulado que perjudican gravemente la salud mental de cualquiera con dos dedos de frente. Lo peor de todo es que si me pongo a pensar en que se escribe sobre el tema en nuestro país, miedo me da lo que puede estar saliendo de alguna pluma nostálgica chilena. Tampoco es que sea extraño, en nuestra España todavía hay quien defiende la santidad de Paquiño, el del Ferrol, a capa y espada - Pío Moa, por ejemplo-, eso sí, con la capa llena de agujeros y la espada más mellada que el cuchillo de Jason Voorhees.

Sólo falta que Anzar dedique alguna perla al tema - me barrunto algo como "Pinochet, la muerte de un patriota", en conferencia desde el púlpito de la FAES-, para rematar la vergüenza ajena que me da esta panda de pseudo libretales de medio pelo. Termina uno por desear que los chilenos no se vean obligados a leer según que cosas, que bastante han tenido los pobres. Menos mal que fuera de El Mundo (de Yupi) y libretalidad digital, este planeta sigue siendo redondo, Pío Moa un pistolero a sueldo que dispara con pólvora mojada y Anzar el que vendió la legalidad internacional por un puesto de libre oyente en George Town.

Ya digo, justicia poética.

Suena de fondo "Bang Bang (My Baby Shot Me Down)", de Nancy Sinatra.

Buenas noches, y buena suerte.

Justicia poética

Santi Benítez
Santi Benítez
jueves, 14 de diciembre de 2006, 09:44 h (CET)
El domingo pasado, 10 de diciembre de 2006, día internacional de los Derechos Humanos, tuvo como colofón la entrega del premio Nobel de la Paz a Muhammad Yunus, y la muerte de uno de los mayores asesinos en masa del siglo XX, Augusto Pinochet. Las dos cosas han tenido bastante de justicia poética. La primera porque ese premio se le entrega a un hombre que, con hechos, ha demostrado que las grandes premisas neoliberales sobre la pobreza e incluso sobre la economía de imposición bancaria no sólo son falsas, sino que no se sostienen enfrentadas a la realidad - ser pobre no significa tener menos derechos-. Y la segunda porque no hay mayor reconocimiento a los derechos humanos que la desaparición de monstruos como Augusto Pinochet, que jamás los respetó. Por desgracia no ha tenido el final que hubiera sido deseable, es decir, terminar sus días en la cárcel. Pero, aún así, estoy seguro de que la inmensa mayoría de los chilenos durmieron mucho mejor esa noche.

No creo que cuando en 1973 dio el golpe de Estado, diciendo por radio a sus comandantes que no tuvieran piedad, un golpe de Estado que significó el asesinato de 3.200 personas reconocidas y la tortura de muchos miles más, un golpe de Estado que se cimentó sobre las caravanas de la muerte con la complicidad de Estados Unidos, pensara que iba a morir en un mundo en el que se encumbra a un hombre y su idea de que la pobreza puede ser erradicada usando las armas que el neoliberalismo, que él defendió bombardeando la Casa de la Moneda hasta sus cimientos, tacha de perniciosas. Un mundo en el que la idea que tanto aborrecía volvió a gobernar Chile, encarnada en una mujer que fue, junto a sus padres, torturada por él. Un mundo que terminó por perseguirle por sus asesinatos y sus opulentas cuentas en el extranjero. Un mundo que hace tiempo que dejó de creer en la excusa de la defensa de la patria de las hordas marxistas. Veremos si a su entierro van aquellos que tan behementemente lo defendieron, empezando por el criminal de guerra internacional, Kissinger, y terminando por su madrina, Margaret Tatcher.

Quería dar un final muy diferente a este texto, pero a través del artículo de mi buen amigo Luzbel, titulado Simpathy for Pinochet, haciendo una relación cuasi maquiavélica entre la canción de los Rolling Stones, Simpathy for the Devil, y algunos de los artículos más grotescos de la pseudo libretalidad hispana sobre la figura del dictador - y digo que me he enterado por él porque, tal y como dijo Gabriel García Márquez, soy de la opinión que el día tiene muy pocas horas como para perderlas leyendo según que cosas-, me he enterado de que Salvador Allende pensaba violar a todas las hijas de los chilenos (ajopringue), que Pinochet asesinó a menos gente de la que murió en Paracuellos (Óptica Libre), que, agárrense los machos, Pinochet no asesinó a nadie, que fueron los nazis que consiguieron asilo en Chile tras la 2ª Guerra Mundial (de nuevo ajopringue), o que era un buen hombre porque hay viejitos en Chile que lo defienden - ¡Manda cojones! ¿No les recuerda eso a aquella famosa frase de “Con Franco vivíamos mejó”? - (Libertad Hispánica). Sólo por haber tenido que leer estas barbaridades estoy por desear que el abuelete asesino no hubiese muerto y borrar a Luzbel de mi lista de lecturas semanales por dar consejos de seguimiento articulado que perjudican gravemente la salud mental de cualquiera con dos dedos de frente. Lo peor de todo es que si me pongo a pensar en que se escribe sobre el tema en nuestro país, miedo me da lo que puede estar saliendo de alguna pluma nostálgica chilena. Tampoco es que sea extraño, en nuestra España todavía hay quien defiende la santidad de Paquiño, el del Ferrol, a capa y espada - Pío Moa, por ejemplo-, eso sí, con la capa llena de agujeros y la espada más mellada que el cuchillo de Jason Voorhees.

Sólo falta que Anzar dedique alguna perla al tema - me barrunto algo como "Pinochet, la muerte de un patriota", en conferencia desde el púlpito de la FAES-, para rematar la vergüenza ajena que me da esta panda de pseudo libretales de medio pelo. Termina uno por desear que los chilenos no se vean obligados a leer según que cosas, que bastante han tenido los pobres. Menos mal que fuera de El Mundo (de Yupi) y libretalidad digital, este planeta sigue siendo redondo, Pío Moa un pistolero a sueldo que dispara con pólvora mojada y Anzar el que vendió la legalidad internacional por un puesto de libre oyente en George Town.

Ya digo, justicia poética.

Suena de fondo "Bang Bang (My Baby Shot Me Down)", de Nancy Sinatra.

Buenas noches, y buena suerte.

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