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Patxo Palacios

Adiós a un asesino de Estado

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Sus allegados y defensores deberían preguntarse cómo puede haber tanta gente qué se alegra y qué ha llegado a brindar por la muerte de otro ser humano. Gente normal y corriente, anti-pena de muerte, de centro, de izquierda, de derecha, anarquistas...

Uno, por cierto, sigue alucinando en colores con los encendidos alegatos a favor del fallecido dictador de cientos de ciudadanos chilenos de todos los colores y edades. ¿Acaso les parece bien los alrededor de 3000 muertos que su represión durante más de una década ha supuesto? ¿Hay alguna causa de justificación en asesinar a tanta gente, por el mero hecho de ser socialistas, comunistas o ni siquiera eso, simples ‘disidentes’? Qué miseria moral.

Es una pena que el sátrapa, al que le han encontrado, por cierto, cuentas en Suiza por valor de unos treinta mil dólares, haya muerto sin haber sido condenado por crímenes de lesa humanidad en alguna de las 300 causas que tiene abiertas.
Sin embargo, los procesos seguirán su curso y sus adláteres y herederos tendrán que hacer frente a sus tropelías ... tiempo al tiempo.

La papeleta que tenía el gobierno de Bachellet era complicada. Han permitido que se le rindan honores como militar, no como Jefe de Estado y es comprensible. Habría habido alguna trifulca seria en las calles con sus seguidores; y algo ha habido, pero testimonial.
A favor de esa decisión cabe alegar que fue Jefe del Ejército durante la dictadura y en los primeros años de la transición democrática. Debería sin duda el general haber sido desprovisto de cualquier legitimidad para hacer valer ese cargo, una vez comprobada su responsabilidad directa en tantos y tantos crímenes; y con ello, cualquier derecho a ser tratado como autoridad legítima.

En pura justicia, solo debería haberle rendido homenaje póstumo su familia y seguidores. No es muy presentable que haya ido el Ministro de Defensa en representación del Gobierno. Qué pueden pensar en sus casas viendo el sepelio los familiares de los asesinados y desaparecidos.

Dignidad democrática y justicia, lo único que pueden reivindicar ahora.
Nunca más.

Adiós a un asesino de Estado

Patxo Palacios
Patxo Palacios
miércoles, 13 de diciembre de 2006, 12:10 h (CET)
Sus allegados y defensores deberían preguntarse cómo puede haber tanta gente qué se alegra y qué ha llegado a brindar por la muerte de otro ser humano. Gente normal y corriente, anti-pena de muerte, de centro, de izquierda, de derecha, anarquistas...

Uno, por cierto, sigue alucinando en colores con los encendidos alegatos a favor del fallecido dictador de cientos de ciudadanos chilenos de todos los colores y edades. ¿Acaso les parece bien los alrededor de 3000 muertos que su represión durante más de una década ha supuesto? ¿Hay alguna causa de justificación en asesinar a tanta gente, por el mero hecho de ser socialistas, comunistas o ni siquiera eso, simples ‘disidentes’? Qué miseria moral.

Es una pena que el sátrapa, al que le han encontrado, por cierto, cuentas en Suiza por valor de unos treinta mil dólares, haya muerto sin haber sido condenado por crímenes de lesa humanidad en alguna de las 300 causas que tiene abiertas.
Sin embargo, los procesos seguirán su curso y sus adláteres y herederos tendrán que hacer frente a sus tropelías ... tiempo al tiempo.

La papeleta que tenía el gobierno de Bachellet era complicada. Han permitido que se le rindan honores como militar, no como Jefe de Estado y es comprensible. Habría habido alguna trifulca seria en las calles con sus seguidores; y algo ha habido, pero testimonial.
A favor de esa decisión cabe alegar que fue Jefe del Ejército durante la dictadura y en los primeros años de la transición democrática. Debería sin duda el general haber sido desprovisto de cualquier legitimidad para hacer valer ese cargo, una vez comprobada su responsabilidad directa en tantos y tantos crímenes; y con ello, cualquier derecho a ser tratado como autoridad legítima.

En pura justicia, solo debería haberle rendido homenaje póstumo su familia y seguidores. No es muy presentable que haya ido el Ministro de Defensa en representación del Gobierno. Qué pueden pensar en sus casas viendo el sepelio los familiares de los asesinados y desaparecidos.

Dignidad democrática y justicia, lo único que pueden reivindicar ahora.
Nunca más.

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