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Opinión
Etiquetas | Viajando por las emociones
Desde hace unos años he dedicado mucho tiempo a conocer que es lo que hace que unas personas sean más felices que otras, aunque las primeras hayan pasado incluso por situaciones traumáticas a lo largo de su vida. Esas personas que nos hacen cuestionarnos nuestra propia existencia ya que en definitiva tienen una sonrisa y una buena respuesta para cada situación por muy mala que sea esta

Disfruta de las cosas pequeñas

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Lo curioso de los resultados que nos muestran los estudios acerca de la felicidad es que parece que por motivos de la herencia podemos explicar el 50% de la felicidad total que vivenciamos y experienciamos, es decir, puede que nuestros padres nos hayan hecho más felices a través de nuestro carácter, nuestra historia personal y nuestros genes nos hayan dado la oportunidad de cer más felices que otros, pero si nos fijamos observamos que queda por explicar el otro 50% que conforma toda nuestro potencial para la felicidad. Por una parte, parece que las cosas que anhelamos todos como el dinero, la salud, el trabajo, una pareja, como verdaderas quimeras de la felicidad, es decir la circunstancias vitales solo explican un 10% de ese índice global de felicidad, por lo tanto, estamos en las mismas. Pero eso es fabuloso para el resto de las personas que ni tenemos una herencia que nos haga ser potencialmente felices, y ni tan siquiera nos sonríe el dinero, la salud o una buena pareja. Ya que nos queda un 40% de posibilidades potenciales de ser feliz que se basan en potencialidades personales a explorar. Entre ellas, por ejemplo el optimismo.

Pues nada, queridos amigos y amigas, ¿qué cosas hacen que seamos más felices?. Esa es la gran pregunta que semana tras semana empezaremos a ir desgranando a lo largo del tiempo. Hoy vamos a hablar de la experiencia de fluir, planteada por el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi.

Cada día nuestra mente está llena de preocupaciones y diferentes miedos que hacen que nos planteemos la vida sin saborearla, ya que los disfrutes están limitados porque no conseguimos abstraernos y las acciones que desarrollamos en todas las facetas de nuestra vida no las saboreamos ya que no conseguimos disfrutar de la experiencia óptima del desarrollo de la tarea.

Pero ¿qué es vivir desde una experiencia óptima? Sin más es disfrutar de lo que hacemos ya que nuestra fuerza psíquica fluye sin esfuerzos, pues las preocupaciones no nos influyen, no me pregunto, ni me cuestiono si soy capaz de hacer esto o aquello, pues me siento autor de todas ellas. Cuando pensamos sobre lo que hacemos no nos cuestionamos nada, ya que sabemos que lo estamos haciendo bien, tenemos una sensación de bienestar que nos inunda, y este pensamiento positivo me fortalece y entonces mis atención es más libre y se puede centrar en el disfrute, ya que no existen barreras que lo frenen.

Por lo tanto, la meta es conseguir una armonía vital, que nos permite disfrutar con la tarea, donde la atención puede emplearse libremente para lograr las metas que se ha propuesto la personas, ya que no existen problemas, ni amenazas de las que defenderse, a esta experiencia se le conoce como flujo. (Csíkszentmihályi, 2007.) Pero, ¿Cómo podemos fluir?

Para ello debemos de aceptar el cambio como parte activa en nuestra vida, aceptando que las cosas cambian, y el cambio en si es inherente al ser humano, por tanto, si no lo hacemos nos centraremos más en el problema que en nuestros objetivos. Cuando algo no sale como esperábamos solemos entrar en desesperación, y esta respuesta no es sana, si tenemos en cuenta que muy pocas veces las cosas se dan como las pensamos. Si aprendemos a fluir, seremos capaces de encontrar las oportunidades allí donde se producen los cambios. El resultado es una vida sin angustias y con la mente abierta a encontrar nuevos caminos.

Esta forma de afrontar la vida, donde dejamos que las cosas fluyan no sólo es útil ante una toma de decisiones, sino también es muy importante, cuando nos enfrentamos a diferentes problemas o múltiples situaciones que no se presentan como esperábamos. Ante estas situaciones debemos dejar que las cosas fluyan, que todo se acomode, es decir, que las cosas vayan encajando, sin embargo, normalmente optamos por forzar una situación sin valorar las causas. ¿Cuál será, entonces, nuestro papel ante la vida? Aprender a fluir ante lo inesperado y saber aprovecharlo es un entrenamiento que debemos aplicar en los pequeños sinsabores de la vida y los grandes fracasos. Porque ninguno de los dos será tal cosa si sabemos encontrar las oportunidades. (Csikszentmihalyi, 2007.)

Si dejamos que las cosas fluyan, toda nuestra energía se dedicará a aspectos más importantes, que nos permitirán obtener mayor eficacia en lo que hacemos y sentiremos que las cosas son más sencillas de lo que al principio parecen. Por ello, al fluir percibiremos que la vida es básicamente buena, prodiga y alegra y que lograr lo que queremos sin tensiones ni luchas es parte de un derecho innato derivado del simple hecho de vivir.

Esto no significa que nos despreocupemos de nuestros problemas, sino que los observemos y fluyamos por él, no observemos y que no nos dediquemos durante todo el día a pensar que mañana se me vence la letra del coche, y genere preocupación. Fluir significa que sea capaz de diseñar un plan de actuación mientras observo como las cosas van transformándose y el problema no es tan intenso como al principio, evitándonos ese sufrimiento. Intentado potenciar todas mis estrategias en solucionar el problema, pero dejándolo pasar y observándome yo con respecto al problema, como el escalador que ante una cima peligrosa sabe que es capaz de llegar a lo más alto.

Disfruta de las cosas pequeñas

Desde hace unos años he dedicado mucho tiempo a conocer que es lo que hace que unas personas sean más felices que otras, aunque las primeras hayan pasado incluso por situaciones traumáticas a lo largo de su vida. Esas personas que nos hacen cuestionarnos nuestra propia existencia ya que en definitiva tienen una sonrisa y una buena respuesta para cada situación por muy mala que sea esta
José J. Rivero
viernes, 21 de noviembre de 2014, 23:51 h (CET)
Lo curioso de los resultados que nos muestran los estudios acerca de la felicidad es que parece que por motivos de la herencia podemos explicar el 50% de la felicidad total que vivenciamos y experienciamos, es decir, puede que nuestros padres nos hayan hecho más felices a través de nuestro carácter, nuestra historia personal y nuestros genes nos hayan dado la oportunidad de cer más felices que otros, pero si nos fijamos observamos que queda por explicar el otro 50% que conforma toda nuestro potencial para la felicidad. Por una parte, parece que las cosas que anhelamos todos como el dinero, la salud, el trabajo, una pareja, como verdaderas quimeras de la felicidad, es decir la circunstancias vitales solo explican un 10% de ese índice global de felicidad, por lo tanto, estamos en las mismas. Pero eso es fabuloso para el resto de las personas que ni tenemos una herencia que nos haga ser potencialmente felices, y ni tan siquiera nos sonríe el dinero, la salud o una buena pareja. Ya que nos queda un 40% de posibilidades potenciales de ser feliz que se basan en potencialidades personales a explorar. Entre ellas, por ejemplo el optimismo.

Pues nada, queridos amigos y amigas, ¿qué cosas hacen que seamos más felices?. Esa es la gran pregunta que semana tras semana empezaremos a ir desgranando a lo largo del tiempo. Hoy vamos a hablar de la experiencia de fluir, planteada por el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi.

Cada día nuestra mente está llena de preocupaciones y diferentes miedos que hacen que nos planteemos la vida sin saborearla, ya que los disfrutes están limitados porque no conseguimos abstraernos y las acciones que desarrollamos en todas las facetas de nuestra vida no las saboreamos ya que no conseguimos disfrutar de la experiencia óptima del desarrollo de la tarea.

Pero ¿qué es vivir desde una experiencia óptima? Sin más es disfrutar de lo que hacemos ya que nuestra fuerza psíquica fluye sin esfuerzos, pues las preocupaciones no nos influyen, no me pregunto, ni me cuestiono si soy capaz de hacer esto o aquello, pues me siento autor de todas ellas. Cuando pensamos sobre lo que hacemos no nos cuestionamos nada, ya que sabemos que lo estamos haciendo bien, tenemos una sensación de bienestar que nos inunda, y este pensamiento positivo me fortalece y entonces mis atención es más libre y se puede centrar en el disfrute, ya que no existen barreras que lo frenen.

Por lo tanto, la meta es conseguir una armonía vital, que nos permite disfrutar con la tarea, donde la atención puede emplearse libremente para lograr las metas que se ha propuesto la personas, ya que no existen problemas, ni amenazas de las que defenderse, a esta experiencia se le conoce como flujo. (Csíkszentmihályi, 2007.) Pero, ¿Cómo podemos fluir?

Para ello debemos de aceptar el cambio como parte activa en nuestra vida, aceptando que las cosas cambian, y el cambio en si es inherente al ser humano, por tanto, si no lo hacemos nos centraremos más en el problema que en nuestros objetivos. Cuando algo no sale como esperábamos solemos entrar en desesperación, y esta respuesta no es sana, si tenemos en cuenta que muy pocas veces las cosas se dan como las pensamos. Si aprendemos a fluir, seremos capaces de encontrar las oportunidades allí donde se producen los cambios. El resultado es una vida sin angustias y con la mente abierta a encontrar nuevos caminos.

Esta forma de afrontar la vida, donde dejamos que las cosas fluyan no sólo es útil ante una toma de decisiones, sino también es muy importante, cuando nos enfrentamos a diferentes problemas o múltiples situaciones que no se presentan como esperábamos. Ante estas situaciones debemos dejar que las cosas fluyan, que todo se acomode, es decir, que las cosas vayan encajando, sin embargo, normalmente optamos por forzar una situación sin valorar las causas. ¿Cuál será, entonces, nuestro papel ante la vida? Aprender a fluir ante lo inesperado y saber aprovecharlo es un entrenamiento que debemos aplicar en los pequeños sinsabores de la vida y los grandes fracasos. Porque ninguno de los dos será tal cosa si sabemos encontrar las oportunidades. (Csikszentmihalyi, 2007.)

Si dejamos que las cosas fluyan, toda nuestra energía se dedicará a aspectos más importantes, que nos permitirán obtener mayor eficacia en lo que hacemos y sentiremos que las cosas son más sencillas de lo que al principio parecen. Por ello, al fluir percibiremos que la vida es básicamente buena, prodiga y alegra y que lograr lo que queremos sin tensiones ni luchas es parte de un derecho innato derivado del simple hecho de vivir.

Esto no significa que nos despreocupemos de nuestros problemas, sino que los observemos y fluyamos por él, no observemos y que no nos dediquemos durante todo el día a pensar que mañana se me vence la letra del coche, y genere preocupación. Fluir significa que sea capaz de diseñar un plan de actuación mientras observo como las cosas van transformándose y el problema no es tan intenso como al principio, evitándonos ese sufrimiento. Intentado potenciar todas mis estrategias en solucionar el problema, pero dejándolo pasar y observándome yo con respecto al problema, como el escalador que ante una cima peligrosa sabe que es capaz de llegar a lo más alto.

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