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Ilusión

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En el sentido de entusiasmo o alegría, la ilusión es lo que impulsa a la existencia humana hacia nuevos logros. La anticipación que es la esencia del proyectar activo de los individuos ante el futuro. Si, únicamente se piensa en el presente, parece que se adopta una actitud puramente reactiva ante la realidad. Es indispensable ejercer la libertad a través de una voluntad creativa que elige el camino vital, que quiere seguir con energía.

La persistencia y continuidad es lo que potencia e intensifica la ilusión, de manera constante, ante los problemas y dificultades de la realidad. Frente a la cosificación de la existencia, los recuerdos y las personas, en toda su dimensión significativa, son los que nos permiten sacar el máximo partido al desarrollo de nuestros actos y conductas.

Cómo escribe Julián Marías: «La distancia temporal modifica la cualidad de la ilusión: cuando su realización aparece como remota, se sustantiva la espera y se convierte en objeto oblicuo de la ilusión». Por tanto, el transcurso del tiempo ante la consecución de lo esperado, es una de las causas de la incertidumbre y la inseguridad, que forman parte de la condición humana en el mundo.

Frente a la ilusión está la desilusión que es la negación de lo realmente esperado, y que es la expresión de la insatisfacción y la decepción ante las expectativas pensadas previamente. Los goces causados por el cumplimiento de las ilusiones son de los más grandes, porque son intensos, y pueden seguir produciéndose hasta el final de la vida. En efecto, las ilusiones se basan en la realización de los proyectos y los deseos que son, en principio, ilimitados. El único límite es la mortalidad. Esta activa predisposición a la libre creatividad es más que la plasmación de una vida activa, ya que supone una enfoque dinámico, respecto a la gran diversidad y multiplicidad de acciones a realizar por cada persona.

Porque los argumentos y tramas de las distintas vidas humanas poseen una gran riqueza de posibilidades, que pueden ser desarrolladas en muy diferentes direcciones, con potenciales y posibles cambios, en función de los planes o propósitos personales de los individuos. En relación con lo que acabo de exponer escribe Julián Marías: «La vida ilusionada se proyecta vectorialmente en muchas direcciones, con intensidades variables, con resultados inciertos y azarosos». Aunque también es cierto que las grandes empresas y los inventos y descubrimientos que han cambiado la faz de la realidad, han sido producto, en gran medida, de una tenaz y perseverante ilusión que no desfallece ante ningún obstáculo que se presente.

La falta de ilusión es, a mi juicio, uno de los problemas de nuestro tiempo. Es necesaria una mayor pasión en la realización de las tareas sean del tipo que sean. La desgana y la indolencia no son buenas actitudes ya que son la expresión más evidente de la carencia de una voluntad ilusionada por hacer, del mejor modo posible, la función asignada en cada momento.

Es preciso recuperar una fuerte y potente ilusión ante la vida y la realidad, que sea la manifestación clara de un yo proyectivo, que progresa y avanza constantemente, sin detenerse nunca. Una sociedad ilusionada, luchadora y, sobre todo solidaria y justa, es la clave para una auténtica regeneración de la democracia española actual. Ya que la eliminación o superación de la injusticia social, y las desigualdades escandalosas, es una tarea que requiere, necesariamente, niveles muy altos de ilusión.

Ilusión

José Manuel López García
viernes, 21 de noviembre de 2014, 23:43 h (CET)
En el sentido de entusiasmo o alegría, la ilusión es lo que impulsa a la existencia humana hacia nuevos logros. La anticipación que es la esencia del proyectar activo de los individuos ante el futuro. Si, únicamente se piensa en el presente, parece que se adopta una actitud puramente reactiva ante la realidad. Es indispensable ejercer la libertad a través de una voluntad creativa que elige el camino vital, que quiere seguir con energía.

La persistencia y continuidad es lo que potencia e intensifica la ilusión, de manera constante, ante los problemas y dificultades de la realidad. Frente a la cosificación de la existencia, los recuerdos y las personas, en toda su dimensión significativa, son los que nos permiten sacar el máximo partido al desarrollo de nuestros actos y conductas.

Cómo escribe Julián Marías: «La distancia temporal modifica la cualidad de la ilusión: cuando su realización aparece como remota, se sustantiva la espera y se convierte en objeto oblicuo de la ilusión». Por tanto, el transcurso del tiempo ante la consecución de lo esperado, es una de las causas de la incertidumbre y la inseguridad, que forman parte de la condición humana en el mundo.

Frente a la ilusión está la desilusión que es la negación de lo realmente esperado, y que es la expresión de la insatisfacción y la decepción ante las expectativas pensadas previamente. Los goces causados por el cumplimiento de las ilusiones son de los más grandes, porque son intensos, y pueden seguir produciéndose hasta el final de la vida. En efecto, las ilusiones se basan en la realización de los proyectos y los deseos que son, en principio, ilimitados. El único límite es la mortalidad. Esta activa predisposición a la libre creatividad es más que la plasmación de una vida activa, ya que supone una enfoque dinámico, respecto a la gran diversidad y multiplicidad de acciones a realizar por cada persona.

Porque los argumentos y tramas de las distintas vidas humanas poseen una gran riqueza de posibilidades, que pueden ser desarrolladas en muy diferentes direcciones, con potenciales y posibles cambios, en función de los planes o propósitos personales de los individuos. En relación con lo que acabo de exponer escribe Julián Marías: «La vida ilusionada se proyecta vectorialmente en muchas direcciones, con intensidades variables, con resultados inciertos y azarosos». Aunque también es cierto que las grandes empresas y los inventos y descubrimientos que han cambiado la faz de la realidad, han sido producto, en gran medida, de una tenaz y perseverante ilusión que no desfallece ante ningún obstáculo que se presente.

La falta de ilusión es, a mi juicio, uno de los problemas de nuestro tiempo. Es necesaria una mayor pasión en la realización de las tareas sean del tipo que sean. La desgana y la indolencia no son buenas actitudes ya que son la expresión más evidente de la carencia de una voluntad ilusionada por hacer, del mejor modo posible, la función asignada en cada momento.

Es preciso recuperar una fuerte y potente ilusión ante la vida y la realidad, que sea la manifestación clara de un yo proyectivo, que progresa y avanza constantemente, sin detenerse nunca. Una sociedad ilusionada, luchadora y, sobre todo solidaria y justa, es la clave para una auténtica regeneración de la democracia española actual. Ya que la eliminación o superación de la injusticia social, y las desigualdades escandalosas, es una tarea que requiere, necesariamente, niveles muy altos de ilusión.

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