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José Antonio Jato

Los Verdes lo tienen negro

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Llevan un año en el dique seco de la oposición después de haber lamido las mieles del poder en coalición con el anterior gobierno del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder.

Los toques de advertencia por parte del electorado no dan alas al optimismo entre las filas ecopacifistas, porque como muy bien saben han perdido fuelle y ocupan el último lugar en las filas de la oposición. La izquierda y los liberales les sacan ventaja. Sin embargo, en reivindicar utopías siguen siendo los campeones de la nación.

Con Schröder tuvieron una oportunidad de oro desperdiciada en aras del pragmatismo marcado por el ex-ministro verde de exteriores Joschka Fischer, que les pasa factura. Conscientes de esta situación en su congreso celebrado el fin de semana en Colonia se han volcado a la tarea de propagar que su ideario se mantiene incólume. Al término del congreso reinaba entre los asistentes unanimidad acerca de que la recuperación del antiguo electorado pasaba por el retorno a un ecologismo más radical.

El congreso aprobó sin problemas un par de minucias, entre ellas refrendó a la presidencia compartida en tándem entre Claudia Roth y Reinhard Bütikofer, en un acto democrático poco aleccionador dado que ambos, fueron ratificados sin otro rival. Superado este escollo abordaron temas más mudanos como la modernización de un logotipo más acorde con los tiempos que corren. Una empresa sin éxito que acabó siendo rechazada, porque nadie tenía conocimiento de esta iniciativa.

Los delegados vieron en este embite sólo el uno a cero de la primera parte del programa. En la segunda se perseguía el empate y como era de esperar colocaron los puntos sobre las íes en temas fundamentales como la defensa del medioambiente y con propuestas inimaginables mientras los ecopacifistas fueron socios en el Gobierno. Al fin y al cabo ahora le pueden pasar la pelota a la industria. Todo un acto de deportividad.

Entre las iniciativas aprobadas está la introducción de una velocidad máxima de 130 kilómetros por hora en las autopistas, una nueva tasa al queroseno para gravar más los vuelos en avión y la aplicación de peajes inéditos hasta la fecha en circulación alemana.

Todo muy loable pero que deja al ciudadano alemán impertérrito a quien se le puede pedir que recicle la basura como Dios manda, pero para quien el coche es cosa sagrada. No es que los alemanes lo quieran sobre todas las cosas, pero en el fondo el automóvil es uno más de la familia. Y para que hablar de los vuelos de bajo coste que han promovido un trajín aéreo asequible a los jóvenes al que va ser difícil de poner freno.

Las propuestas no son populares, y aunque los Verdes aspiren a recuperar el electorado perdido, su potencial clientela, especialmente la más joven mira con recelo hacia otro lado.

Pedir a las nuevas generaciones un esfuerzo para ahorrar energía entre aldabonazos al estado del bienestar, la liberalización de la economía y la inestabilidad del mercado laboral es una prédica condenada al desánimo.

Los Verdes lo tienen negro

José Antonio Jato
José Antonio Jato
lunes, 4 de diciembre de 2006, 21:56 h (CET)
Llevan un año en el dique seco de la oposición después de haber lamido las mieles del poder en coalición con el anterior gobierno del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder.

Los toques de advertencia por parte del electorado no dan alas al optimismo entre las filas ecopacifistas, porque como muy bien saben han perdido fuelle y ocupan el último lugar en las filas de la oposición. La izquierda y los liberales les sacan ventaja. Sin embargo, en reivindicar utopías siguen siendo los campeones de la nación.

Con Schröder tuvieron una oportunidad de oro desperdiciada en aras del pragmatismo marcado por el ex-ministro verde de exteriores Joschka Fischer, que les pasa factura. Conscientes de esta situación en su congreso celebrado el fin de semana en Colonia se han volcado a la tarea de propagar que su ideario se mantiene incólume. Al término del congreso reinaba entre los asistentes unanimidad acerca de que la recuperación del antiguo electorado pasaba por el retorno a un ecologismo más radical.

El congreso aprobó sin problemas un par de minucias, entre ellas refrendó a la presidencia compartida en tándem entre Claudia Roth y Reinhard Bütikofer, en un acto democrático poco aleccionador dado que ambos, fueron ratificados sin otro rival. Superado este escollo abordaron temas más mudanos como la modernización de un logotipo más acorde con los tiempos que corren. Una empresa sin éxito que acabó siendo rechazada, porque nadie tenía conocimiento de esta iniciativa.

Los delegados vieron en este embite sólo el uno a cero de la primera parte del programa. En la segunda se perseguía el empate y como era de esperar colocaron los puntos sobre las íes en temas fundamentales como la defensa del medioambiente y con propuestas inimaginables mientras los ecopacifistas fueron socios en el Gobierno. Al fin y al cabo ahora le pueden pasar la pelota a la industria. Todo un acto de deportividad.

Entre las iniciativas aprobadas está la introducción de una velocidad máxima de 130 kilómetros por hora en las autopistas, una nueva tasa al queroseno para gravar más los vuelos en avión y la aplicación de peajes inéditos hasta la fecha en circulación alemana.

Todo muy loable pero que deja al ciudadano alemán impertérrito a quien se le puede pedir que recicle la basura como Dios manda, pero para quien el coche es cosa sagrada. No es que los alemanes lo quieran sobre todas las cosas, pero en el fondo el automóvil es uno más de la familia. Y para que hablar de los vuelos de bajo coste que han promovido un trajín aéreo asequible a los jóvenes al que va ser difícil de poner freno.

Las propuestas no son populares, y aunque los Verdes aspiren a recuperar el electorado perdido, su potencial clientela, especialmente la más joven mira con recelo hacia otro lado.

Pedir a las nuevas generaciones un esfuerzo para ahorrar energía entre aldabonazos al estado del bienestar, la liberalización de la economía y la inestabilidad del mercado laboral es una prédica condenada al desánimo.

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